La erupción de la locura

10. La puerta y el espejo

La oscuridad me envolvía como un manto pesado y frío. Todo a mi alrededor se había desvanecido; solo estaba yo y esa figura frente a mí, idéntica, pero vacía. Su presencia no era amenazante, sino extrañamente pacífica, como un refugio silencioso en medio del caos. Sin embargo, bajo esa calma había un poder inexplicable que me hacía temblar por dentro, un peso invisible que llenaba el aire con una energía densa y antigua.

Sus ojos sin vida me observaban con una calma tan profunda que parecía conocer cada rincón de mi alma.

—Thea... —musité, sintiendo una mezcla de miedo y extraña tranquilidad—, ¿quién eres?

La figura no respondió con palabras, pero en su mirada había un mensaje que cruzaba mi mente sin esfuerzo: Acepta ambas caras. Solo entonces la puerta se abrirá.

Blaze apretó mi mano con fuerza, su calor era lo único tangible en ese lugar irreal. Sus ojos reflejaban una mezcla de terror y esperanza.

—Thea... no sé qué es eso —dijo con voz temblorosa—, pero tenemos que salir.

Quise apartarme, gritar, correr, pero mis piernas no respondían. Algo me mantenía firme, anclada a ese momento.

De repente, la figura volteó su mirada hacia Elias, que aún yacía dormido a unos pasos de nosotros. Fue entonces cuando algo impactante sucedió: de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas negras, gruesas y brillantes, que resbalaban por sus mejillas y caían al suelo, formando pequeños charcos de sombra líquida.

Con movimientos lentos y precisos, la figura se acercó a Elías, lo tomó en brazos con una delicadeza inesperada para su imponente forma. Sus manos, a pesar de parecer frías como la piedra, transmitían un calor reconfortante.

Nos miró a Blaze y a mí, y en ese instante, sin mover los labios ni emitir sonido alguno, una voz resonó dentro de mi mente, profunda y clara:

—Ustedes son luz y oscuridad.

Sentí el peso de esas palabras como un latido en mi pecho, una verdad que no podía negar ni comprender del todo.

La figura mantuvo a Elías en brazos, sus lágrimas negras todavía cayendo lentamente.

—Lo salvaste —volvió a decir con esa voz mental—. Eso quiere decir que puedes salvarnos a todos.

Blaze apretó mi mano aún más fuerte, sus ojos llenos de una determinación renovada.

Nathaniel observaba la escena, su mirada fija en el libro que ahora descansaba cerrado en mis manos.

Un golpe seco resonó detrás nuestro, un tamborileo ominoso que anunciaba que el tiempo se agotaba.

Rosalie susurró desde el túnel:

—Nos queda poco tiempo. Si no entramos ahora, nunca sabremos qué hay más allá.

Di un paso adelante, sintiendo cómo la cerradura dentro de mí comenzaba a girar lentamente, como si todo mi ser se preparara para abrir una puerta ancestral.

La figura sonrió, una mezcla de melancolía y esperanza iluminando su rostro inexpresivo.

Por primera vez, movió los labios, y una voz, suave y profunda, llenó el espacio… pero esta vez no la escuchamos con los oídos.

Las palabras viajaron directo a nuestras mentes, claras y firmes:

La puerta se abre solo para quien acepta ambas caras: luz y sombra.

Y ustedes son luz y sombra al mismo tiempo.

Los símbolos en el túnel comenzaron a brillar con una luz danzante y etérea. La bodega tembló una vez más, y un frío intenso recorrió mi espalda.

Sabía que no había vuelta atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.