La espera

Capítulo I

A veces solo esperas.

Te quedas callado, miras al techo de la habitación, y esperas.

No pasa nada, pero sigues esperando, no sabes el qué, el por qué ni a quién, pero simplemente esperas a que suceda.

Aquel día esperé. Esperé, esperé y esperé más de la costumbre, tardaba demasiado, ¿Era posible tardar demasiado en aquel trabajo? No lo sabía, pero seguí esperando. 

Se abrió la puerta. Y todo pasó demasiado rápido, o tal vez demasiado lento. Sigo sin estar segura. 

Recuerdo su cara, no tenía miedo, incluso corriendo con una pistola en mano, no tenía miedo. Él creía que tenía el poder, porque siempre él había tenido el poder. Pero tal vez ese día lo tuviera yo.

Aún viéndole correr hacia el coche, seguí esperando, observando con dolor la escena. ¿Dolor? ¿Era esa la palabra adecuada? 

Tenía los nudillos blancos de tanto apretar el volante, estaba nerviosa porque no sabía lo que iba a suceder. Todo el plan estaba siendo tal y como lo habíamos planeado, tal y como él lo había planeado, no yo.

Había mucho ruido. Y a la misma vez mucho silencio, no era fácil describir la escena que viví, tenía recuerdos confusos. Todo se mezclaba.

Tal vez era yo quien corría y no él. 

No, estaba segura que yo no corría. 
¿Segura?

Algo fallaba. Algo sentía que no iba bien. Su camiseta blanca desteñida no la encontraba. Se había ido, con él.

 

Abrí los ojos, dejando de lado la noche anterior y centrándome en lo único que tenía claro; el presente. Lo único que tenía claro era que no tenía presente, ni futuro, y casi que prefería no tener pasado.

Miré a ambos lados de la habitación, buscándole. 

-Haim. -Le llamé mientras me incorporaba en el colchón. -¿Estás en el baño? 

El silencio es lo único que se escuchaba. 

Me froté los ojos con las manos intentando despertarme de esa clase de pesadilla que había tenido, aún no segura de si era real o una simple paranoia. 

-Haim. -Volví a intentarlo, como si la habitación fuera lo suficientemente grande para que con una simple llamada no me escuchara. -Tengo hambre podríamos ir a comprar algo al súper de abajo. 

Sin respuesta. 

Me levanté pesadamente de entre las sábanas y nada más apoyar el pie en el frío suelo un pinchazo en la pierna izquierda me hizo pegar un grito de dolor.

-¿Pero qué coño...? -Exclamé llevándome la mano a la herida de bala. -¿Qué cojones ha pasado? -Mis ojos se abrieron y la vista comenzó a nublarse, de repente me dió por pensar, y mi cabeza dió un giro de noventa grados para ver las sábanas blancas coloreadas con ese líquido espeso que todos tenemos. 

Sangre.

Y no pude evitar gritar.

¿Cuánto rato había estado durmiendo?

¿Por qué me había dormido con una herida de bala en la pierna?

¿Quién coño me dispararía a mí?

¿Por qué?

¿Dónde?

Miles de preguntas, y ni siquiera una respuesta tenía. Estaba sola, sin comida ni bebida, en un lugar que desconocía y desangrándome en una cama que no era mía. 

Algo muy malo había sucedido y no recordaba el qué.



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En el texto hay: amnesia, amor, suspense

Editado: 17.07.2018

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