La leyenda hablaba de un pozo donde habían tirado el cuerpo de Javier. Con la ayuda de los trabajadores, empezamos a excavar. Y lo encontramos... Los restos de Javier. Fue horrible, pero a la vez, sentí que estábamos haciendo justicia.
—¡Aquí está! —exclamó uno de los trabajadores, con la voz ahogada.
—Pobre Javier... —murmuré, sintiendo una profunda tristeza.
Después de encontrar los restos de Javier, regresamos a la hacienda con el corazón lleno de tristeza y determinación.
—¿Qué vamos a hacer ahora, Ricardo? —pregunté, con la voz temblorosa.
—Vamos a darle a Javier un entierro digno, para que su espíritu pueda descansar en paz —respondió Ricardo, con una mirada seria.
—¿Y crees que eso ayudará a Elvira a encontrar la paz también? —pregunté, con esperanza.
—Eso espero, Sofía. Creo que Elvira y Javier merecen descansar juntos, en paz y armonía —respondió Ricardo, con una sonrisa alentadora.
A partir de ese día, nos dedicamos a preparar el funeral de Javier. Construimos un ataúd de madera, adornado con flores y velas. Invitamos a los trabajadores de la hacienda y a los habitantes del pueblo a asistir al funeral, para que pudieran rendir homenaje a Javier y a su amor por Elvira.