En la noche de luna llena, nos dirigimos al pozo, donde sabíamos que el turista realizaría su ritual. Llevábamos velas, un crucifijo y el rosario de mi abuela.
Teníamos que detenerlo a toda costa, era algo que si permitía que ocurriera jamás me permitiría, así que lo de tendríamos, costara lo que costara, yo no me iba a rendir. Protegería el espíritu de Elvira con mi vida.
—¿Estás lista, Sofía? —preguntó Ricardo, con la voz llena de tensión.
—Sí, Ricardo. Estoy lista. Protegeremos a Elvira y a La Esperanza, cueste lo que cueste —respondí, con determinación.
Al llegar al pozo, vimos al turista de pie frente a un altar improvisado, con el esqueleto de Elvira sobre él. Estaba recitando un conjuro en latín, invocando a los espíritus oscuros.
—¡Detente! —grité, acercándome al turista. "¡No profanes el espíritu de Elvira!"
—¡No te metas en mis asuntos! —respondió el turista, con la mirada llena de locura—. ¡El poder de Elvira será mío!"
-¡Pero claro que no! - Grite