Ricardo y yo nos casamos en La Esperanza. Vivimos allí, amándonos y recordando la historia de Elvira. La hacienda encontró la paz, y nosotros también.
—Brindemos por Elvira y Javier —dijo Ricardo, levantando su copa en nuestra boda—. Que su amor nos inspire para siempre.
—Por Elvira y Javier —respondí, chocando mi copa con la suya—. Y por La Esperanza, nuestro hogar.
Ricardo y yo nos casamos en La Esperanza, rodeados de nuestros amigos y familiares. Fue una boda hermosa y emotiva, llena de amor y alegría.
—Te amo, Sofía —me dijo Ricardo, con los ojos llenos de lágrimas.
—Y yo a ti, Ricardo —respondí, abrazándolo con fuerza—. La Esperanza nos unió para siempre.
Después de la boda, Ricardo y yo nos quedamos a vivir en La Esperanza, restaurándola y compartiendo su historia con el mundo. Su amor vivía en cada rincón de la hacienda, inspirando a todos los que la visitaban.
Y así, La Esperanza se convirtió en un símbolo de amor, paz y esperanza, un lugar donde el pasado y el presente se unían para crear un futuro mejor.
Un futuro donde la oscuridad no existía, un futuro digno, algo hermoso fundado por mi y por Ricardo.