La Esperanza de la Navidad- (una Historia de Navidad 2)

20 de Diciembre

20 de Diciembre de 2009

Charles Ebenezer miró enfurecido el fax que acababan de le, odiaba cuando las cosas no salían como las planeaba. De hecho, usualmente, todo salía tal cual lo deseaba, parecía que ni el destino se atrevía a contradecirlo, sin embargo esta vez no era así. Algo estaba fuera de su control y lo enfurecía.

Tomó el teléfono y llamó a la única persona que era capaz de resolver aquel problema.

-Hola Charles, soy Charles...-dijo al teléfono recurriendo al viejo juego entre el nombre de él y el apellido de la mujer que estaba al otro lado de la línea. Se conocían desde siempre.

-Hola – respondió ella y él escuchó unas extrañas risas de fondo.

-¿Estás ocupada Isabella?-preguntó arqueando una ceja.

-Sólo un poco Charles, pero dime por qué llamaste.

-¿Recuerdas la construcción en las tierras que compré en aquel país de Latinoamérica?

-Sí, qué sucede.

-Está parada, hay algún asunto con activistas y no sé bien qué más, algo relacionado con indígenas y la propiedad de esas tierras, mi abogado ya lo está arreglando pero necesito ayuda con la construcción y sé que tienes un equipo allá. ¿Podrías arreglarlo para mañana? Estoy perdiendo muchísimo dinero.

-Lo siento Charles pero ya comencé mis vacaciones navideñas...

-¡¿Vacaciones navideñas?! Tú odias la Navidad y jamás dejas de trabajar en esta fecha, vamos Isabella de qué hablas...

-Bueno , las cosas cambiaron desde que me casé, quiero pasar más tiempo con mi familia. Les prometí a los chicos que haríamos algunas compras juntos y también prepararemos algunos postres

-¡¡Cielos Santos, Isabella!!¿Qué te hicieron esos niños y el medicucho?- la interrumpió él.

-Inmensamente feliz, Charles, deberías probarlo y si piensas insultar a mi familia...

-No, no, espera. Isabella, necesito solucionar esto.

-¿Por qué no vas personalmente? Como dijiste tengo gente trabajando allí, podrías hablar con ellos, si acceden a ayudarte, no tengo problema.

-En ese caso, iré. Después de todo si uno quiere un trabajo bien hecho, lo mejor es hacerlo uno mismo.- contestó enfadado.

-Gran verdad .Lo siento debo irme, Rose me llama, enseguida te enviaré los datos de contacto. Buena suerte Charles y por si no te veo Feliz Navidad– dijo ella y colgó.

Charles miró atónito el teléfono, Isabella Charles acababa de desearle Feliz Navidad. La única persona a la que respetaba como su igual en los negocios, por su tenacidad e inteligencia , había perdido su sano juicio.

Enfadado llamó a su secretario para organizar el vuelo en su jet privado y luego salió a hacer los preparativos.

Al salir a la calle los copos de nieve blanquearon su abrigo y su cabello oscuro, se sacudió con fastidio. No comprendía que le encontraban de encantador a una navidad blanca, aunque por lo visto él iba a librarse de la nieve navideña.

Un hombre de ojos azules se acercó a la mujer que sonreía.

-¿Bella, sucede algo? - le preguntó a su esposa y ella lo miró mientras su cara se iluminaba al escuchar su voz.

-Nada serio, Nick, aunque me gustaría estar allí.

-¿Allí, dónde?-preguntó él intrigado.

-Cuando Charles se encuentre con ella.

-¡¿Qué?! ¿Lo llamaste?

-No, claro que no, esperé que él me llamara. Es tan previsible. No sé cómo ha llegado tan lejos en los negocios.

-¿Y no le dijiste nada?

-No, es mejor así.

-¿Amor, estás segura?

-Sí, conociéndolos esto es lo mejor. El factor sorpresa es determinante para la causa.

-Pero Charles puede ser peligroso cuando está enfadado.

-Sí, lo sé. Pero, he aprendido que hay gente que es más peligrosa aún.

-¿En serio? –le preguntó él sonriéndole.

-Sí, en serio – dijo ella y él se acercó para besarla. Luego fueron interrumpidos por cuatro niños y un perro.

Era ya bien tarde cuando Charles arribó a su destino y lo primero que descubrió es que Isabella Charles tenía un retorcido sentido del humor. La gente que le había ofrecido estaba trabajando ciertamente , pero para alguien más.

Y lo segundo que descubrió era que prefería el clima invernal, en su apuro por marcharse no había considerado muy bien su vestuario y el calor tropical le había quitado el aliento. El aire húmedo y caliente había provocado que su camisa se pegará incómodamente a su cuerpo, se había deshecho del saco, pero los pantalones del traje eran demasiado gruesos , y el calzado de cuero, sofocante. Sentía la garganta seca y la piel sudorosa. Aquello sólo aumentó su enfado.

Una vez más tomó el teléfono.

-Isabella, ¿por qué tu gente está trabajando para Hope Dickens? ¿Sabías que esa mujer es quien está impidiendo mi construcción?

-¿En serio? ¡Vaya Charles, supongo que deberás hablar con ella entonces! – respondió la mujer con un tono de voz que no lo convencía.

-Pero esa endemoniada mujer está metida por allí en medio de la selva y construyendo no sé que diablos en medio de mi tierra.

-Ve a hablar con ella –contestó Bella con calma.

-Iré Isabella, no sólo hablaré con ella, me encargaré de meterla en prisión si es necesario y cuando regrese hablaré contigo. De verdad me estás preocupando . ¿Ahora ayudas a activistas?

-Charles, no vuelvas a llamar a menos que sea necesario. Realmente estoy ocupada. – respondió y le colgó.

-¡Maldición!- gritó él y a los gritos le dio ordenes al guía, se subió al jeep todo terreno y se dispuso a internarse en terreno desconocido, mucho más desconocido de lo que él pudiera imaginar.

Una niña pequeña tiró de la falda a Bella para llamar su atención.

-¿En qué piensas mamá? – preguntó Rose.

-En Hope, espero que esté bien.- respondió y la niña sonrió ante la mención de aquel nombre.

-¿Por qué antes no te gustaba ella? –le preguntó a Isabella y esta recordó su anterior antipatía por la joven.




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