La esposa de Saturno

Capítulo 11

Camino a las afueras de París, luego de su paso por su casa para recoger algunas cosas, Naomi huía junto con el agente Robert hacia Épernay, a dos horas de la capital francesa aproximadamente.  

La joven veía el vasto paisaje pensando en todo el mal que había causado su hermano, Normand conducía y de vez en cuando volteaba a verla. Naomi lloraba en silencio, era evidente que estaba llena de decepción, mentalmente se preguntaba si era adoptada o si su hermano lo era. “Daría lo que fuera por saber por qué Constantin es tan perverso, cuál es el motivo para sembrar tanto terror en las calles parisinas si nadie le ha hecho daño ni ha tenido una vida dura” 

—¿Estás bien? —Normand no pudo evitar preguntarle.

—Sí, solo pensaba en mi hermano —lentamente volteó a mirar al agente Robert —¿Cómo alguien que lo tuvo todo puede ser tan malo? Constantin no sufrió durante su infancia, fue un niño feliz, consentido y siempre rodeado de lujos. Me cuesta entender su actitud. 

—No tengo respuesta para eso, pero pronto sabremos el motivo por el cual tu hermano se comporta de esa manera y hace lo que hace. 

A mitad de camino Normand se detuvo para cargar combustible mientras que Naomi compraba algunas cosas para comer en el viaje. Cuando la joven salió de la tienda vio que Normand tenía la mirada anclada en el cielo hacia el Oeste. 

—¿Qué ocurre?

—Mira eso —señaló Normand 

Naomi llevó la mirada al punto exacto al que el agente miraba, estupefacta vio a una mujer suspendida en el aire, de pronto comenzó a descender lentamente y se acercó a los fugitivos. 

—¿Dione? ¿Eres tú? —Naomi no podía creer lo que estaba viendo y sin pensarlo corrió a abrazarla —Je n'en crois pas mes yeux.

Normand la veía con lágrimas en los ojos, era tanta su felicidad que no podía hablar. Dione volteó a mirarlo y le dijo —No llores, amigo. Dione Leblane está aquí para cobrar un asunto pendiente. 

—Mon Dieu, Mon Dieu, Mon Dieu —era todo lo que podía decir Normand en ese momento. 

—Escuchen bien, Constantin mandó a sus hombres a buscar a Naomi por toda la ciudad. Veo que ya lo saben y por eso huyen. Dos hombres estuvieron hoy en el apartamento, tenían a Pier y Marjolaine amenazados con armas de fuego. 

—¿Qué? —preguntó Naomi con firmeza —Ya esto es demasiado. 

—Constantin se ve amenazado y por eso el afán de quererte encontrar, sabe que tienes información valiosa para brindarle a la policía. —comentó Normand —¿Ellos están bien? 

—Sí, afortunadamente Silvain y yo llegamos a tiempo, de lo contrario… 

—Serían historia —intervino Silvain de manera sorpresiva —sigan con su camino, Dione y yo cuidaremos de ustedes y de quienes corren peligro al ser cercanos a Naomi. 

—Por favor, cuiden de Mel. Florian podría matarla, recuerden que ella también sabe cosas. 

—Estaremos visitando a cada uno esta noche, ya sabemos en donde estarán —comentó Silvain tomando a Dione de la mano mientras lentamente se elevaban. 

Normand y Naomi subieron al auto y continuaron con su camino. Faltaban varios kilómetros para llegar a Épernay, lugar en el que Naomi permanecería oculta con Normand por un tiempo. 

Al llegar al pueblo, Normand se estacionó en una cabaña remota, bajaron del auto y entraron al lugar. Naomi rápidamente se encerró en una de las habitaciones mientras que Normand lentamente caminaba hacia la otra. 

En París las cosas no parecían mejorar, la policía no daba abasto para la ola de crímenes en la ciudad sin mencionar que los hombres de Constantin seguían en sus andanzas buscando a la hermana menor de su jefe. 

En las oficinas de la jefatura, la detective Zoé y su equipo seguía trabajando en el caso de Dione, había algunas pistas que relacionaban a los responsables con la muerte del sacerdote. 

Uno de los policías que patrullaban en las zonas limítrofes de la ciudad, encontró los cadáveres en avanzado estado de descomposición de tres hombres que estaban en una fábrica abandonada. Luego de varias semanas de análisis forense e identificación de los cuerpos con los familiares, se dedujo que eran integrantes del clan Dubois. 

A eso de las seis de la tarde, ya no había una sola persona en las calles. Lo único que se veía eran las patrullas de la policía deambulando por las carreteras vigilando hasta el callejón más desolado de París. Al interior del apartamento de Marjolaine, varios policías tomaban apuntes de lo ocurrido ese día. 

—Alguien en el edificio de enfrente vio a un hombre caer por esa ventana, pero lo extraño es que no tiene los vidrios rotos a juzgar por como narraron los hechos —comentó el policía. 

—No hay vidrios rotos porque en realidad no salió nadie por esa ventana, como le dije oficial, llegaron a mi apartamento y nos amenazaron a mí y al joven Pier Renoir —Marjolaine no era cien por ciento honesta por la forma en que ocurrieron las cosas. Sabía que la policía no le iba a creer que guardianes de otro planeta con poderes sobrehumanos habían llegado convenientemente a tiempo para salvarlos —como puede ver, el apartamento está ordenado, los sujetos sólo llegaron buscando una persona y al no encontrarla se fueron.  




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