La esposa de Saturno

Capítulo 12

Constantin se encontraba en su lujosa mansión viendo las noticias del meteorito junto a su esposa Paulette. De algún modo el hombre sentía una vibra como si tuviese alguna conexión con aquel objeto proveniente del espacio exterior. 

—Te noto incómodo ¿Qué hiciste esta vez que temes que te atrapen? —preguntó la mujer mirándolo fijamente a los ojos. 

—No, en realidad no hice nada. Es solo que me sorprende que un meteorito cayera cerca de la ciudad. Ya sabes, no es algo frecuente —respondió Constantin algo nervioso. 

El hombre seguía sintiendo aquella vibra que lo incomodaba, así que decidió salir un rato al bar en el que trabajaba Gaspar para entretenerse y tener algo de acción con alguna mujer que no fuese su esposa. Paulette últimamente no se dejaba tocar de Constantin, comenzaba a sentir asco por él. 

Al interior de aquel lugar, Constantin conversaba con una mujer. Gaspar desde lejos simulaba limpiar la barra mientras que veía a su jefe conversar con aquella dama quien se acercó intentando seducir al mafioso. Cuando la mujer fue al baño, Gaspar se acercó a Constantin diciendo —Ella es Adrienne, y varios sospechamos que es la informante de la policía. 

—¿La policía? ¿Confiarán en la palabra de una puta? —preguntó Constantin tajantemente mientras que una expresión de arrogancia dominaba su rostro. 

Adrienne regresó del baño y Constantin le ofreció dinero a cambio de un poco de acción, así que ambos salieron. Gaspar solo observaba a su jefe alejarse del lugar con ella —A veces es un grandísimo cabeza hueca —tomó el teléfono y llamó a sus compañeros ocultos en Le Cottage. 

Dubois y Gautier se dirigían a un terreno baldío en el que, en medio de la oscuridad de la noche hicieron de las suyas. Al terminar, Adrienne salió del vehículo, pero cometió un grave error: olvidó el teléfono en el asiento del copiloto. Constantin revisó el dispositivo y vio el nombre de Normand entre las últimas llamadas y mensajes de texto —Entonces era cierto lo que dijo Gaspar. 

Cuando Adrienne subió al auto, Constantin aceleró y condujo rápidamente hasta la mansión en donde encerró a Adrienne en un cuarto subterráneo. Ese mismo cuarto se usaba para torturar a sus víctimas hasta morir. 

—¿Por qué me trajo aquí? —sollozaba Adrienne. 

—¿De verdad me creíste estúpido?  Eres Adrienne Gautier, la zorra informante de Normand Robert. Has estado sacándole información a mis hombres, por eso la policía sigue mis pasos. —Hablaba Constantin mientras jugaba con la pistola. 

—Se equivoca, no conozco a ese hombre. 

—Ojos que no ven, teléfono que te delata. Te contactas con él, lo que no solo quiere decir que le das información de mi clan, sino que también sabes sobre el paradero de mi hermana —Puso el arma en la frente de la mujer —y más te vale que comiences a hablar. 

—Independientemente de lo que le responda va a matarme. No le puedo asegurar en donde está Naomi porque no sé en qué lugar se oculta. 

Constantin golpeó fuertemente a la mujer mientras le gritaba que su paciencia se estaba agotando, y que la mataría si no le decía la verdad. Adrienne gritaba de dolor y pavor al saber que hasta esa noche estaría viva. 

Al ver que no obtenía la respuesta que quería, Constantin le disparó a la chica y ordenó a sus hombres deshacerse del cuerpo, el cual fue hallado por unos niños días después en un parque a varios kilómetros de la torre Eiffel. 

Lejos de la capital francesa, Normand sentía coraje al ver la noticia de la muerte de su informante, pataleaba y tiraba de su cabello sintiéndose culpable de lo que le había pasado a la mujer. Naomi se asustó por la actitud del agente y se apartó llorando, pues a pesar de todo, ella y Adrienne se llevaban bien. En ocasiones Normand sentía el impulso de regresar a la ciudad, pero la capital se hacía cada vez más peligrosa.

La incertidumbre en París no cesaba, una cadena de sucesos extraños tenía a los habitantes al borde de la locura; un sacerdote y una periodista asesinados por causas desconocidas para la mayoría, el clan Dubois enloqueció al no encontrar a la hermana menor de su jefe, un meteorito impactó en la zona limítrofe causando curiosidad a la comunidad científica por su extraña naturaleza, el cadáver de una prostituta desaparecida hallado en un parque en donde frecuentemente van niños, y así, la lista poco a poco iba creciendo. 

Los parisinos no salían de casa, el alcalde de la capital francesa decretó toque de queda por la seguridad de los ciudadanos. Ya hasta la policía sentía miedo de salir a patrullar por temor de ser asesinados. A ese nivel de inseguridad había decaído París, y la imagen que mostraban los noticieros internacionales no ayudaba mucho ante esta panorámica. 

Los guardianes querían actuar, pero no se atrevían hasta que Metone no regresara con alguna respuesta de Orestes, o mejor aún, acompañado del mismo. Desgraciadamente, para los saturnianos, el guardián regresó solo. 

—Viajé casi un parsec para que tu primo no diera una respuesta en concreto. Prácticamente, dio a entender que la raza humana no era algo que al le importase mucho y que, por lo tanto, no valdría la pena sacrificar a su ejército por proteger a esta gente —decía mientras se echaba en el suelo muerto de cansancio y dijo con total decepción —Tendremos que actuar solos. 




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