El sol matutino se colaba por las cortinas de seda, y Kiara se despertó con un sobresalto. El sueño de su vida pasada, de los códigos y de su monopatín, se desvaneció como un espejismo. La realidad la golpeó: estaba en la habitación de la villana. Y su esposo, el CEO mudo, estaba ahí mismo, sentado en un sillón de cuero, leyendo un periódico.
Alexander la miró de reojo, sin decir una palabra. Su presencia llenaba el espacio, imponente y misteriosa. Kiara, aún con el corazón en un puño, intentó parecer lo más natural posible. Se sentó en la cama, enderezando la espalda, y se dio cuenta de que llevaba puesto un pijama de seda que parecía costarle una fortuna.
Buenos días... —dijo en un susurro, sintiéndose tonta por el formalismo.
Alexander simplemente bajó el periódico, revelando unos ojos grises que la analizaban con intensidad. Era una mirada que parecía ver a través de ella, y por un momento, Kiara sintió un pánico inmenso. El verdadero Alexander era mucho más intimidante que en la novela.
Se levantó de la cama, procurando no tropezar. Las piernas le temblaban. Tenía que desayunar. Tenía que actuar como una esposa normal, o al menos, como la esposa de un CEO. Pero ¿cómo se comportaba la villana? En la novela, ella siempre era arrogante, grosera e infantil. Pero la nueva Kiara no era así. La nueva Kiara era más aniñada, pero también era amable y dulce.
Decidió ir a la cocina. Se sentía nerviosa, como si estuviera caminando sobre hielo.
En la inmensa cocina, una cocinera de unos cincuenta años la miró con recelo. Kiara recordó que en la novela, la villana trataba a los sirvientes como si fueran basura. Tenía que cambiar eso de inmediato.
—Buenos días. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —preguntó Kiara con una sonrisa. La cocinera, de nombre Sofía, la miró sorprendida. Había visto a la señorita Kiara gritar y maldecir, pero nunca sonreírle.
—¿La señorita Kiara se siente bien? —preguntó Sofía, con cautela.
—Estoy perfectamente, solo un poco mareada. El accidente… —dijo Kiara, y se llevó una mano a la cabeza, intentando recordar los detalles de la novela—. Solo quería agradecerle por la comida, me parece deliciosa.
Sofía la miró con genuina sorpresa.
Alexander entró en la cocina en ese momento, su presencia un peso silencioso.
Tomó una taza de café y se sentó en la barra. No apartaba la vista de Kiara.
Kiara sintió su mirada y un escalofrío le recorrió la espalda. Decidió ignorarlo y se acercó a la mesa, donde un plato de panqueques con arándanos la esperaba.
—Oh, ¡me encantan los panqueques! —exclamó con una sonrisa sincera, como si fuera una niña pequeña.
Alexander la miró. Una de sus cejas se alzó. La villana nunca había actuado así, con una alegría tan simple. La miró de arriba abajo, como si estuviera viendo a una completa extraña. De repente, Alexander hizo un gesto con la mano, señalando la silla frente a él. La estaba invitando a sentarse.
Kiara, aún nerviosa, se sentó frente a él. El silencio entre ellos era denso, pesado. Se escuchaban los ruidos de la cocina, pero ellos dos estaban en una burbuja. Kiara decidió romper el hielo.
—Uhm, Alexander, sobre lo del divorcio… —empezó, sintiendo que sus manos sudaban.
Alexander la miró, sus ojos grises como tormentas. Agarró su teléfono y escribió algo rápidamente. El sonido de su teclado resonó en la cocina. Se lo mostró a Kiara. La pantalla decía: "lo discutiremos luego. Por ahora, come"
Kiara se sintió aliviada. Tenía tiempo. Tiempo para pensar, para planear, para caerle bien. Tal vez si él se enamoraba de ella, no habría divorcio. Tal vez podría cambiar la historia.
Se miraron el uno al otro. Kiara, con sus ojos verdes y azules, encontró la mirada de Alexander, y en sus ojos grises, por primera vez, vio algo más que frialdad. Vio curiosidad. Vio un destello de algo que no podía descifrar. La nueva Kiara, la programadora aniñada, había captado su atención. Y por primera vez, en ese mundo de novela, sintió que su vida no estaba en peligro.
🥀¿La esposa del CEO mudo?🥀
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matrimonio por contrato, villanos como personajes principales, nueva etapa de vida
Editado: 17.09.2025