El grito de Kiara resonó en el pasillo, un sonido agudo y desgarrador que se rompió en el eco del mármol. El golpe seco de su cuerpo al impactar contra el suelo se sintió como una herida para toda la mansión. Anastasia y Eleonora se quedaron paralizadas por un momento, sus rostros una mezcla de pánico y triunfo. No esperaban que el plan resultara tan rápido. Miraron el cuerpo de Kiara, inmóvil en el suelo, y la sangre que se extendía bajo su cabeza.
—Madre... ¿qué hacemos? —dijo Anastasia con voz temblorosa, la victoria fugaz.
—Nadie nos vio. Lo empujó un sirviente y se cayó —murmuró Eleonora con la voz ronca.
En ese momento, el sonido de pasos corriendo hizo que se escondieran en el jardín, con la esperanza de que nadie las viera. Alexander, alertado por el grito, corrió al pasillo. Se detuvo en seco, su corazón se detuvo en su pecho al ver a su esposa. Su rostro, siempre inexpresivo, se distorsionó de terror y dolor. Cayó de rodillas a su lado, sus manos temblaban mientras la sostenía con cuidado.
—¡Kiara!
Un grito profundo y doloroso, un sonido ininteligible, resonó en el pasillo, una señal de su pánico. Un grito que era una mezcla de terror, desesperación y dolor. Un grito que nadie había oído antes, ni siquiera el mismo Alexander.
Anastasia y Eleonora lo escucharon. El grito era el sonido de su alma rompiéndose. Se dieron cuenta de que habían cometido el peor de los errores. No habían lastimado a la esposa de Alexander, sino al amor de su vida.
Alexander, con lágrimas en los ojos, la levantó en sus brazos. Su cuerpo era como el de una muñeca de trapo, flácido e inmóvil. La llevó al coche con el corazón en un puño, su mente una tormenta de rabia y desesperación.
En el coche, la abrazó con fuerza. La cabeza de Kiara, con el cabello castaño enmarañado, descansaba sobre su hombro. Él, con una mano, acarició su rostro. Sus ojos grises, antes fríos, ahora eran un torbellino de emociones, una mezcla de dolor, de rabia y de una tristeza que lo dejó sin aliento.
El viaje al hospital se sintió como una eternidad. Cada segundo era un infierno. Al llegar, la dejó en los brazos de los médicos, sus manos temblaban, su mente una tormenta de furia y desesperación. Y en el pasillo del hospital, se sentó en una silla, solo, el dolor en su corazón insoportable. No era la pena por una pérdida, sino el miedo por el futuro. Un futuro sin la niña que le había robado el corazón.
🥀¿La esposa del CEO mudo?🥀
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matrimonio por contrato, villanos como personajes principales, nueva etapa de vida
Editado: 23.09.2025