La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 8: Donde el fuego olvida, la sombra recuerda

En el capítulo anterior:
Tras el sacrificio de Thorne y la destrucción del Grimorio de Sangre, Isolde descubre que no es simplemente la reencarnación de Lilith, sino una semilla de magia ancestral que Lilith dejó atrás. Al lanzar un hechizo para sanar Elaria, Isolde paga el precio: parte de su memoria se desvanece. Aunque no recuerda su nombre ni su historia, reconoce a Valerius por el amor que siente. Los clanes aceptan su elección, pero el equilibrio es frágil. La magia prohibida ha dejado huellas, y el futuro de Elaria pende de un hilo.

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La luna llena colgaba sobre Elaria como un ojo silencioso.

Isolde caminaba por los jardines del castillo, con los pies descalzos sobre la hierba húmeda. Su cabello dorado caía en ondas suaves, y sus ojos, aunque vacíos de recuerdos, brillaban con una luz tranquila. Cada flor que tocaba se abría. Cada sombra que cruzaba se disipaba.

Pero dentro de ella, algo faltaba.

Valerius la observaba desde la distancia. Desde el hechizo, ella no lo llamaba por su nombre. No recordaba su historia, ni sus batallas, ni sus promesas. Solo lo miraba como si fuera nuevo. Y eso, para él, era una herida que no sangraba, pero dolía.

-¿Por qué no me hablas? -preguntó él una noche.

Isolde lo miró. Sonrió.

-Porque no sé quién eres. Pero cuando estás cerca... no tengo miedo.

Valerius cerró los ojos. En ese momento, entendió que el amor no siempre necesita memoria. A veces, basta con presencia.

Mientras tanto, Maelis estudiaba los fragmentos del Grimorio que aún conservaban energía. Uno de ellos, al ser activado, reveló algo inesperado: una nueva profecía.

-No fue Lilith quien escribió esto -dijo Maelis-. Es más antiguo. Más oscuro.

Valerius se acercó.

-¿Qué dice?

Maelis leyó en voz baja:

> "Cuando la llama olvide y la sombra se incline, el eco del origen despertará.
> Y con él, vendrá lo que fue sellado:
> no muerte, sino memoria.
> No redención, sino juicio."

Valerius frunció el ceño.

-¿El eco del origen?

-Una figura del pasado. Alguien que Lilith temía. Alguien que fue borrado de la historia.

Isolde entró en ese momento, atraída por la energía del fragmento. Al tocarlo, una imagen se proyectó en el aire: un hombre de cabello blanco, ojos dorados, y una corona de espinas. Su rostro era hermoso, pero su mirada... era vacío puro.

-¿Quién es? -preguntó ella.

Maelis palideció.

-Se llama Aurelian. Fue el primer portador de la magia del ciclo. Antes de Lilith. Antes de los vampiros. Antes de todo.

Valerius retrocedió.

-Eso no puede ser. Él fue destruido.

-No -dijo Maelis-. Fue sellado. Por Lilith. En el Lago de los Ecos.

Isolde sintió un escalofrío.

-¿Y ahora... está despertando?

Maelis asintió.

-Porque tú lo tocaste. Porque tu fuego lo reconoció.

Esa noche, los cielos se rasgaron.

Una lluvia de luz dorada cayó sobre Elaria. Las flores se marchitaron. Los animales huyeron. Y en el Lago de los Ecos, el agua comenzó a hervir.

Valerius reunió a los clanes.

-No sabemos qué es Aurelian. Pero sabemos que no viene en paz.

-¿Y si es parte de mí? -preguntó Isolde.

-Entonces debemos enfrentarlo. No por lo que fuiste. Sino por lo que eres.

Los clanes se dirigieron al lago. El aire estaba cargado de electricidad. El agua brillaba con luz propia. Y en el centro... él.

Aurelian emergió como si el tiempo no lo tocara. Su corona de espinas brillaba. Su piel era de mármol. Y su voz... era como un canto sin alma.

-Lilith me selló. Pero tú... tú me liberaste.

Isolde se adelantó.

-No sé quién soy. Pero sé que no te pertenezco.

Aurelian sonrió.

-No aún. Pero lo harás. Porque yo soy tu origen. Y tú... eres mi legado.

Valerius se colocó entre ellos.

-Ella no está sola.

Aurelian levantó una mano. Valerius cayó de rodillas, envuelto en sombras.

-Tu amor es fuerte. Pero no eterno.

Isolde sintió el fuego en su pecho. Aunque no recordaba cómo usarlo, su cuerpo sí lo hacía. Las llamas brotaron de sus manos. Aurelian retrocedió.

-Interesante -dijo-. El fuego aún te obedece.

Maelis gritó desde la orilla.

-¡Usa el conjuro del juicio! ¡Está en tu sangre!

Isolde cerró los ojos. El fuego se convirtió en luz. La luz en palabra. Y la palabra... en poder.

-Yo no soy tu legado -dijo-. Soy tu final.

Aurelian rugió. El lago se alzó como una ola. Pero Isolde no se movió. El fuego la rodeó. La protegió. La elevó.

Y entonces, lo recordó.

Todo.

Lilith. El Grimorio. Thorne. Valerius. El hechizo. El sacrificio.

Las lágrimas cayeron por su rostro.

-Valerius -susurró-. Te recuerdo.

Él se levantó. La abrazó.

-Entonces lucha. Por ti. Por nosotros.

Isolde extendió las manos. El fuego se convirtió en espinas doradas. Las lanzó hacia Aurelian. Él gritó. Su cuerpo se fragmentó. Su corona cayó.

El lago se calmó.

Los clanes aplaudieron. Maelis lloró.

Isolde cayó de rodillas. Valerius la sostuvo.

-¿Estás bien?

Ella sonrió.

-Ahora sí. Porque sé quién soy. Y sé lo que debo hacer.

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