En el capítulo anterior: 
Isolde, ahora sin fuego ni magia, se convierte en símbolo de voluntad y humanidad. El Jardín de los Renacidos florece como centro de aprendizaje y reconciliación. Una nueva generación comienza a surgir: los elegidos del viento, seres nacidos no de sangre ni hechizo, sino de elección. Lilith regresa, no como enemiga, sino como aprendiz, buscando redención. Isolde escribe La llama que no arde, y Elaria entra en una era de paz. Pero en las raíces del cambio, algo comienza a agitarse.
---
El viento cambió.
No era violento. No era frío. Pero traía consigo algo distinto. Un murmullo. Un susurro que no venía de los árboles, sino de las almas.
Los elegidos del viento, antes unidos por curiosidad y voluntad, comenzaban a dividirse. Algunos querían aprender. Otros… querían liderar.
En el claro de los susurros, dos jóvenes discutían.
—No necesitamos guardianes —dijo Elian, de ojos grises que brillaban con luz propia—. Somos libres. No debemos repetir el pasado.
—Pero sin guía, el viento se convierte en tormenta —respondió Nyra, de cabello blanco y voz suave—. La libertad sin propósito es solo caos.
Isolde observaba desde la distancia. No intervenía. No aún.
Valerius se acercó.
—¿Debemos detenerlos?
—No —dijo ella—. Debemos escucharlos. El conflicto no es el enemigo. El silencio lo es.
Pero mientras los elegidos debatían, algo más se movía.
Desde el sur, llegaron noticias de una sombra que caminaba sin cuerpo. Una presencia que no hablaba, pero que hacía olvidar. Los pueblos afectados no recordaban sus nombres. Sus historias. Sus vínculos.
Maelis lo llamó “la niebla del olvido.”
—No es magia —dijo—. Es ruptura. Es lo que ocurre cuando el alma se desconecta de su raíz.
Isolde frunció el ceño.
—¿Puede afectar a los elegidos?
—Ya lo está haciendo.
Nyra, una de las más sensibles, comenzó a tener visiones. En ellas, veía un árbol sin hojas. Un río sin agua. Un rostro sin ojos.
—Me llama —dijo—. Pero no sé quién soy cuando lo escucho.
Isolde decidió actuar.
Convocó a los clanes, a los sabios, y a los elegidos.
—La paz no es ausencia de conflicto —dijo—. Es presencia de propósito. Y hoy, debemos encontrar el nuestro.
Elian se levantó.
—¿Y si el propósito es romper todo lo que fue?
—Entonces asegúrate de saber qué construirás después —respondió Lilith, desde el fondo.
Todos la miraron. Su presencia aún causaba tensión. Pero sus palabras… resonaban.
Nyra se acercó a Isolde.
—He visto algo más. Una semilla. En mi pecho. Que late.
Isolde la tocó. Sintió un calor suave. No fuego. No sombra. Algo nuevo.
—Eres más que elegida —dijo—. Eres guardiana.
Nyra palideció.
—¿Qué significa eso?
Maelis respondió.
—Que no solo recibes. Proteges. No solo aprendes. Enseñas. No solo eliges. Guías.
Elian se opuso.
—¿Otra guardiana? ¿Otro ciclo?
Isolde se acercó.
—No es un ciclo. Es una raíz. Y Nyra… es su brote.
La niebla del olvido comenzó a avanzar. Los pueblos cercanos desaparecían. No físicamente. Espiritualmente.
Nyra decidió enfrentarlo.
—No con poder —dijo—. Con memoria.
Valerius le entregó un relicario. Dentro, una flor sin fuego.
—Esto es lo que nos une —dijo—. No por magia. Por historia.
Nyra caminó hacia la niebla. Cada paso borraba parte de ella. Su nombre. Su rostro. Su voz.
Pero en el centro, plantó la flor.
Y la niebla… se detuvo.
Porque la flor no tenía poder. Tenía recuerdo.
Nyra cayó. Isolde corrió hacia ella.
—¿Me recuerdas?
Nyra abrió los ojos.
—No tu nombre. Pero sí tu historia.
Los elegidos se reunieron. Elian se arrodilló.
—No entendí. Pero ahora… quiero aprender.
Isolde lo levantó.
—Entonces eres parte del legado.
La paz se sostuvo. No por hechizos. Por elección.
Y Nyra, la nueva guardiana, comenzó a escribir su historia.
No en fuego.
En viento.
---
Esposa del Vampiro Capítulo 12: La semilla y la tormenta
En el capítulo anterior: 
Isolde, ahora sin fuego ni magia, se convierte en símbolo de voluntad y humanidad. El Jardín de los Renacidos florece como centro de aprendizaje y reconciliación. Una nueva generación comienza a surgir: los elegidos del viento, seres nacidos no de sangre ni hechizo, sino de elección. Lilith regresa, no como enemiga, sino como aprendiz, buscando redención. Isolde escribe La llama que no arde, y Elaria entra en una era de paz. Pero en las raíces del cambio, algo comienza a agitarse.
---
El viento cambió.
No era violento. No era frío. Pero traía consigo algo distinto. Un murmullo. Un susurro que no venía de los árboles, sino de las almas.
Los elegidos del viento, antes unidos por curiosidad y voluntad, comenzaban a dividirse. Algunos querían aprender. Otros… querían liderar.
En el claro de los susurros, dos jóvenes discutían.
—No necesitamos guardianes —dijo Elian, de ojos grises que brillaban con luz propia—. Somos libres. No debemos repetir el pasado.
—Pero sin guía, el viento se convierte en tormenta —respondió Nyra, de cabello blanco y voz suave—. La libertad sin propósito es solo caos.
Isolde observaba desde la distancia. No intervenía. No aún.
Valerius se acercó.
—¿Debemos detenerlos?
—No —dijo ella—. Debemos escucharlos. El conflicto no es el enemigo. El silencio lo es.
Pero mientras los elegidos debatían, algo más se movía.
Desde el sur, llegaron noticias de una sombra que caminaba sin cuerpo. Una presencia que no hablaba, pero que hacía olvidar. Los pueblos afectados no recordaban sus nombres. Sus historias. Sus vínculos.
Maelis lo llamó “la niebla del olvido.”
—No es magia —dijo—. Es ruptura. Es lo que ocurre cuando el alma se desconecta de su raíz.
Isolde frunció el ceño.