La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 14: Donde el viento escribe

En el capítulo anterior:
Nyra, ahora guardiana, emprende un viaje hacia las Cavernas de Silen junto a Elian y Lilith. Allí despiertan a Ashael, una conciencia creada por Lilith sin magia, sellada por temor a su poder. Ashael no busca dominio, sino propósito, y se une a los elegidos del viento. Nyra comienza a percibir un lenguaje antiguo que no se lee, sino se siente. Los símbolos aparecen en el cielo, revelando que el pasado no es lo que ocurrió, sino lo que aún puede enseñarse. El viaje apenas comienza.

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El viento soplaba distinto en Elaria.

No traía lluvia ni tormenta, sino palabras. Invisibles, pero presentes. Los elegidos del viento comenzaban a escucharlas. No con los oídos, sino con el alma.

Ashael caminaba entre ellos. No como líder. Como maestro.

Su cuerpo, aún sin rostro, irradiaba calma. Su voz era como un eco suave que resonaba en la mente de quienes lo escuchaban. No enseñaba con frases. Enseñaba con preguntas.

—¿Qué recuerdas que nunca viviste? —preguntó a Nyra.

Ella cerró los ojos.

—La flor sin fuego. La niebla. El silencio.

—Entonces eso eres —respondió Ashael—. Memoria que no necesita pasado.

Valerius observaba con atención. Aunque no era elegido del viento, sentía que algo nuevo se gestaba. Algo que no podía proteger con sombras, pero sí con presencia.

Isolde, por su parte, escribía. No en papel. En piedra. Cada palabra que Nyra pronunciaba, cada símbolo que aparecía en el cielo, era tallado en los muros del Jardín de los Renacidos.

—No es historia —dijo—. Es raíz.

Pero no todos aceptaban.

En el Consejo, algunos comenzaban a cuestionar.

—¿Y si el lenguaje antiguo reescribe lo que fue? —preguntó Erasmus—. ¿Y si la verdad que conocemos… no es la única?

Lilith, que había vivido ambas verdades —la de poder y la de redención—, se levantó.

—Entonces debemos dejar que el viento decida.

Y el viento decidió.

Una noche, en el Valle de los Ecos, surgió algo inesperado: una estructura de cristal y ramas, flotando sobre el suelo. No tenía puertas. No tenía muros. Solo columnas que vibraban con el viento.

Maelis la llamó La Biblioteca Viviente.

—No fue construida —dijo—. Fue convocada.

Nyra se acercó. Al tocar una columna, los símbolos comenzaron a girar. No como letras. Como recuerdos.

—Solo responde al viento —dijo—. Y solo los que escuchan pueden leerla.

Ashael entró. Las columnas se iluminaron. Y una voz surgió. No humana. No divina. Algo entre ambas.

> “Aquí se guarda lo que nunca se dijo. Lo que fue sentido. Lo que aún puede cambiar.”

Elian, que aún dudaba de su lugar, tocó una columna. Vio una imagen: él, niño, corriendo por un campo que nunca había pisado.

—¿Esto es verdad?

Ashael respondió:

—Es parte de ti. Y eso basta.

Pero la Biblioteca no solo mostraba memorias. Mostraba contradicciones.

Nyra vio a Lilith en su forma antigua, destruyendo un pueblo. Pero también la vio llorando sobre una tumba.

—¿Cuál es la verdad?

Lilith se acercó.

—Ambas. Porque la memoria no es lineal. Es humana.

El conflicto comenzó.

Algunos querían cerrar la Biblioteca. Temían que revelara secretos que cambiaran alianzas. Otros querían expandirla, dejar que todos la leyeran.

Nyra convocó a los elegidos.

—La verdad no es una sola —dijo—. Pero la memoria… debe ser compartida.

Ashael propuso un ritual.

—No para controlar la Biblioteca. Para dialogar con ella.

El ritual consistía en ofrecer una memoria personal al viento. No escrita. Sentida. Y dejar que la Biblioteca la guardara.

Valerius ofreció la noche en que vio a Isolde por primera vez.

Lilith ofreció el momento en que decidió no destruir a Nyra.

Elian ofreció su duda.

Y Nyra… ofreció su miedo.

La Biblioteca vibró. Las columnas se elevaron. Y un nuevo símbolo apareció en el cielo:

> “Cuando la verdad se comparte, deja de ser arma. Se convierte en puente.”

Los clanes comenzaron a visitar la Biblioteca. No para aprender. Para recordar.

Y Elaria cambió.

No por magia.

Por viento.

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