La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 15: La canción del olvido

En el capítulo anterior:
La Biblioteca Viviente, convocada por el viento, comienza a revelar memorias que nunca fueron escritas. Ashael despierta como maestro entre los elegidos del viento, enseñando a través de preguntas y percepción. Nyra, como guardiana, lidera un ritual donde cada miembro ofrece una memoria al viento. La Biblioteca responde con un mensaje: “Cuando la verdad se comparte, deja de ser arma. Se convierte en puente.” Elaria se transforma, guiada no por hechizos, sino por historia compartida. Pero en lo profundo de la Biblioteca, algo comienza a moverse.

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La Biblioteca Viviente vibró al amanecer.

Las columnas de cristal y ramas se estremecieron como si el viento trajera algo más que palabras. Nyra lo sintió antes de que ocurriera. Un cambio en el ritmo del aire. Un silencio que no era vacío, sino espera.

Ashael se acercó al centro. Su cuerpo sin rostro se iluminó con un resplandor tenue. Extendió una mano hacia la columna más antigua. Esta se abrió como una flor, revelando un símbolo que nadie había visto antes.

—Es el primer mensaje —dijo—. No de nosotros. De la Biblioteca.

El símbolo flotó en el aire. No era letra. No era imagen. Era sonido.

Una melodía suave comenzó a surgir. No podía ser cantada. No aún. Solo sentida.

Maelis la transcribió en un pergamino especial, hecho de hojas del Jardín de los Renacidos.

—No tiene notas —dijo—. Tiene pausas. Y cada pausa… es una memoria perdida.

Nyra cerró los ojos. La melodía la envolvió. Y en su mente, vio una figura.

Alta. Envuelta en telas grises. Sin rostro, pero con ojos que cambiaban de color según quién lo miraba.

—¿Quién es? —preguntó.

Lilith palideció.

—Se llama Velarion. Fue el primer cantor del ciclo. Antes de que existiera la magia, antes de que Lilith tomara forma, él cantaba lo que los demás olvidaban.

Valerius frunció el ceño.

—¿Y por qué fue olvidado?

Lilith bajó la voz.

—Porque comenzó a manipular los recuerdos. No para sanar. Para controlar.

Elian se acercó.

—¿Y si ha vuelto?

Ashael asintió.

—La Biblioteca lo ha despertado. No como cuerpo. Como eco.

Esa noche, los elegidos comenzaron a tener sueños. En ellos, escuchaban la canción. Pero al despertar, no recordaban quiénes eran. Solo fragmentos. Sensaciones. Nombres que no les pertenecían.

Nyra reunió al Consejo.

—La canción no es amenaza. Es advertencia. Pero alguien… la está usando.

Maelis descubrió que ciertos símbolos en la Biblioteca habían cambiado. No por el viento. Por una voluntad ajena.

—Velarion está aquí —dijo—. No como figura. Como intención.

Lilith se acercó a Nyra.

—Solo quienes han olvidado pueden cantar la canción. Porque solo ellos no pueden manipularla.

Nyra comprendió.

Convocó a los elegidos que habían perdido memorias en la niebla. A los que ofrecieron recuerdos en el ritual. A los que habían renunciado a saber para poder sentir.

—Ustedes son los cantores —dijo—. No por voz. Por vacío.

Ashael enseñó la melodía. No con notas. Con pausas. Con gestos. Con silencio.

Y al cantar, la Biblioteca respondió.

Las columnas se elevaron. El símbolo de Velarion se fragmentó. Y una nueva frase apareció:

> “Lo que se canta sin saber, no puede ser robado.”

Pero Velarion no se rindió.

Desde las raíces de la Biblioteca, comenzó a proyectar imágenes falsas. Historias que nunca ocurrieron. Memorias que confundían.

Elian vio a Nyra destruyendo el Jardín. Valerius vio a Isolde abandonándolo. Lilith vio a sí misma coronada en sangre.

Nyra reunió a todos.

—La verdad no se defiende con pruebas. Se defiende con presencia.

Y cantaron.

La canción del olvido se elevó. No como himno. Como escudo.

Velarion gritó. Su eco se deshizo. Las memorias falsas se disiparon.

Y la Biblioteca entregó su segundo mensaje:

> “El olvido no es pérdida. Es espacio. Y en ese espacio… puede nacer algo nuevo.”

Nyra cayó de rodillas. Ashael la sostuvo.

—¿Estás bien?

—Sí —dijo—. Porque ahora sé que no necesito recordar para proteger.

Lilith lloró.

—Entonces el ciclo ha cambiado.

Valerius abrazó a Isolde.

—Y Elaria… ha renacido otra vez.

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