En el capítulo anterior: 
La Biblioteca Viviente entrega su primer mensaje en forma de una melodía que solo puede ser cantada por quienes han olvidado. A través de esta canción, los elegidos del viento enfrentan a Velarion, una figura que intenta manipular los recuerdos para controlar Elaria. Al cantar desde el vacío, los elegidos disuelven su influencia y la Biblioteca revela una nueva verdad: “El olvido no es pérdida. Es espacio. Y en ese espacio… puede nacer algo nuevo.” La paz se sostiene, pero el viento aún guarda secretos.
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El viento soplaba con un ritmo distinto.
No era solo sonido. Era conexión. Los elegidos del viento comenzaban a sentirlo entre ellos: una vibración compartida, una intuición que no venía de palabras ni gestos, sino de algo más profundo.
Nyra lo llamó el vínculo silencioso.
—No es magia —explicó—. Es resonancia. Cuando dos elegidos sienten lo mismo, el viento los une.
Elian lo experimentó por primera vez al tocar una columna de la Biblioteca. Nyra, sin estar presente, sintió lo que él vio: una imagen de un campo dorado, atravesado por una línea de luz.
—¿Lo viste? —preguntó ella.
—Lo sentí —respondió él.
Ashael confirmó que el vínculo era real.
—Es el siguiente paso. No compartir memorias. Compartir propósito.
Pero mientras el vínculo crecía, algo comenzó a cambiar en la Biblioteca.
Las columnas más antiguas dejaron de vibrar. Los símbolos se apagaban. Y el viento, por momentos, se detenía.
Maelis lo notó primero.
—Alguien está intentando silenciarla.
Lilith se acercó a la columna central. Al tocarla, una sombra se proyectó: una figura encapuchada, sin rostro, con una mano extendida hacia el cielo.
—No es Velarion —dijo—. Es algo más antiguo. Algo que no canta. Algo que absorbe.
Ashael lo reconoció.
—Se llama Silis. Fue creado para guardar secretos. Pero sin voz, se convirtió en vacío. Y ahora… quiere que todos lo sean.
Nyra reunió a los elegidos.
—No podemos luchar contra el silencio con ruido. Debemos hacerlo con verdad.
Elian propuso algo inesperado.
—¿Y si cantamos lo que aún no sabemos?
Ashael asintió.
—El viento responde mejor a la incertidumbre que a la certeza.
Esa noche, los elegidos se reunieron en el Jardín de los Renacidos. Cada uno cantó una nota que no conocía. Una melodía incompleta. Y al hacerlo… algo se reveló.
Una columna de la Biblioteca se abrió. Dentro, no había símbolos. Había un mapa.
Pero no podía verse. Solo escucharse.
Nyra lo sostuvo. Al cantar la melodía del olvido, las líneas comenzaron a trazarse en el aire. No como caminos. Como frecuencias.
—Es un mapa que guía por intención —dijo Maelis—. No por destino.
El mapa mostraba un lugar al este, más allá de las montañas de cristal. Un sitio llamado Lunareth.
—Nunca ha sido registrado —dijo Lilith—. Porque solo aparece cuando se canta.
Nyra decidió ir.
—No sola —dijo Elian—. El vínculo nos une. Y juntos… cantamos más fuerte.
Ashael, Valerius y Lilith los acompañaron.
El viaje fue distinto a todos los anteriores. No seguían caminos. Seguían notas. Cada vez que cantaban, el viento cambiaba de dirección. Y cada vez que dudaban, el mapa se desvanecía.
En el tercer día, llegaron a un claro donde el viento no soplaba.
—Silis está cerca —dijo Ashael.
Nyra cantó. Pero su voz se apagó.
Elian tomó su mano. Cantó con ella. Y el vínculo se encendió.
El viento volvió. El mapa brilló. Y Lunareth apareció.
Era una ciudad hecha de luz y sombra. No tenía muros. Tenía ecos. Y en su centro, una esfera flotaba. Dentro, una voz dormía.
—Es la canción original —dijo Lilith—. La que dio forma a Elaria.
Nyra se acercó. Cantó. La esfera vibró. Y la voz despertó.
> “Cuando el vínculo canta, el silencio escucha. 
> Cuando el mapa guía, el alma recuerda.”
Silis apareció. No como figura. Como ausencia.
Intentó apagar la esfera. Pero los elegidos cantaron juntos. No con fuerza. Con intención.
Silis se deshizo. No por poder. Por presencia.
La esfera entregó su mensaje final:
> “El mapa no guía hacia un lugar. Guía hacia quienes somos cuando elegimos cantar.”
Nyra lloró.
—Entonces el viaje no era hacia Lunareth. Era hacia nosotros.
Valerius abrazó a Isolde.
—Y Elaria… canta otra vez.
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