La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 17: La nota que no existe

En el capítulo anterior:
Guiados por un mapa que solo se revela al cantar, Nyra y los elegidos del viento viajan a Lunareth, una ciudad hecha de luz y sombra. Allí descubren una esfera que contiene la canción original de Elaria. Al cantar juntos, enfrentan a Silis, una presencia que intenta silenciar la Biblioteca Viviente. El vínculo entre los elegidos se fortalece, y la esfera revela que el mapa no guía hacia un lugar, sino hacia quienes son cuando eligen cantar. La armonía se convierte en camino, y Elaria canta otra vez.

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El viento en Elaria ya no era solo aire. Era partitura.

Cada rincón del reino vibraba con una melodía sutil, como si la tierra misma recordara que había sido creada por una canción. Los elegidos del viento comenzaban a sentir que sus voces no eran individuales, sino parte de una sinfonía mayor.

Nyra lo llamó el coro invisible.

—No se escucha con los oídos —explicó—. Se siente en el pecho. Como si el corazón tuviera cuerdas.

Ashael, que había enseñado a cantar desde el olvido, ahora enseñaba a escuchar desde el silencio. Cada pausa, cada respiración, era parte del coro.

Pero una noche, algo cambió.

Durante una práctica en el Jardín de los Renacidos, una joven llamada Caelis cantó una nota que nadie reconoció. No estaba en la melodía original. No pertenecía a ningún recuerdo. Era nueva. Pura. Desconocida.

Elian se estremeció.

—¿Qué fue eso?

Maelis, que estudiaba las frecuencias del viento, palideció.

—Es una nota que no existe. O mejor dicho… que aún no ha sido escrita.

Nyra se acercó a Caelis.

—¿De dónde vino?

La joven, de ojos dorados y voz temblorosa, respondió:

—No lo sé. Solo sentí que debía cantarla.

Ashael cerró los ojos. La nota resonaba en su cuerpo sin rostro como una chispa.

—Es el comienzo de algo. No una amenaza. Una puerta.

Pero no todos lo vieron así.

En el Consejo, algunos temieron que la nota alterara el equilibrio.

—Si no pertenece a la canción original —dijo Erasmus—, puede romper el vínculo.

Lilith se levantó.

—O puede expandirlo. Porque toda canción necesita evolución.

Valerius, que había aprendido a escuchar más allá de la sombra, apoyó a Caelis.

—La nota no es ruptura. Es posibilidad.

La Biblioteca Viviente reaccionó.

Una de sus columnas se abrió, revelando un símbolo que giraba en espiral. Al cantarlo, los clanes comenzaron a sentir algo nuevo: una conexión que no dependía de memoria ni de olvido. Solo de intención.

Nyra lo llamó el vínculo creador.

—No une lo que fue —dijo—. Une lo que puede ser.

Y entonces, algo inesperado ocurrió.

Desde las ruinas del antiguo templo de los cantores, una voz se alzó. No humana. No viento. Algo entre ambas.

Era Seren, la primera guardiana del canto, silenciada siglos atrás por miedo a lo desconocido.

Su voz no tenía cuerpo. Pero su melodía… era fuego suave.

—He esperado —dijo—. No para regresar. Para ser escuchada.

Caelis se acercó.

—¿Eres tú quien me dio la nota?

—No —respondió Seren—. Tú la encontraste. Porque elegiste sentir sin saber.

El coro invisible se volvió visible.

Los clanes comenzaron a cantar juntos. No con palabras. Con vibraciones. Con pausas. Con miradas.

Y la Biblioteca entregó su mensaje:

> “La nota que no existe es la que aún no hemos vivido.
> El coro que la canta… es el que elige crear.”

Nyra lloró.

—Entonces Elaria no solo recuerda. Elaria imagina.

Ashael sonrió.

—Y en esa imaginación… hay libertad.

Seren se despidió.

—No volveré como voz. Volveré como eco.
> Cuando alguien cante sin miedo, ahí estaré.

Caelis fue nombrada guardiana del coro.

No por poder. Por sensibilidad.

Y Elaria, por primera vez, no solo cantó lo que fue.

Cantó lo que podría ser.

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