La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 20: El que nunca oyó

En el capítulo anterior:
Melion, criatura nacida del canto compartido, comienza a recorrer Elaria, sanando rincones olvidados con su presencia vibrante. En una aldea, revela un símbolo ancestral que da origen a una melodía nunca antes cantada. Caelis funda una escuela donde se enseña a cantar sin voz, y los elegidos aprenden a sentir la música desde el silencio. Seren, la primera guardiana del canto, regresa como eco, y la Biblioteca Viviente revela que el mundo puede elegir su futuro a través del canto.

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Melion flotaba sobre los límites del Bosque de Niebla, donde el viento no entraba y los árboles no susurraban.

Nyra lo había advertido:

—Ese bosque no responde. No porque no quiera. Porque nunca ha escuchado.

Ashael, que entendía el lenguaje del silencio, acompañó a Melion.

—Si hay algo allí que nunca ha oído, entonces no sabe que puede sentir.

Melion descendió lentamente. Su cuerpo de luz y sonido se apagó al cruzar el umbral del bosque. No por miedo. Por respeto.

En el centro del bosque, entre raíces secas y ramas inmóviles, había una criatura.

Alta. De piel gris como ceniza. Ojos cerrados. Orejas sin forma. Su cuerpo parecía tallado en piedra, pero respiraba.

Caelis, que había seguido a Melion desde la escuela, se detuvo.

—¿Está viva?

Ashael asintió.

—Sí. Pero nunca ha escuchado. Ni el viento. Ni el canto. Ni el mundo.

Melion se acercó. Emitió una nota suave. No como sonido. Como intención.

La criatura no reaccionó.

Melion cambió la nota. La convirtió en vibración. La dejó flotar sobre la tierra.

La criatura abrió los ojos.

No eran ojos humanos. Eran espejos. Y en ellos… Melion vio silencio.

Nyra llegó con los demás elegidos.

—¿Cómo se habla con alguien que nunca ha oído?

Lilith, que había aprendido a escuchar desde la culpa, se arrodilló.

—No se le habla. Se le acompaña.

Durante tres días, Melion flotó junto a la criatura. No emitía notas. Solo presencia. Y poco a poco… la tierra bajo la criatura comenzó a vibrar.

Caelis lo sintió.

—Está respondiendo. No con oído. Con cuerpo.

Ashael propuso un ritual.

—No para despertar. Para compartir.

Los elegidos se reunieron. Cada uno ofreció una nota que no necesitaba ser escuchada. Solo sentida.

La criatura se levantó.

No habló. No cantó. Pero caminó hacia Melion. Y colocó su mano sobre su pecho de luz.

Una nota surgió.

No era melodía. Era memoria.

La Biblioteca Viviente vibró. Una columna se abrió. Y una frase apareció:

> “El que nunca oyó no está roto. Está intacto.
> Porque en su silencio… guarda el origen.”

Maelis lo explicó:

—Esta criatura es anterior al canto. Es lo que existía antes de que el viento aprendiera a hablar.

Nyra lloró.

—Entonces no es vacío. Es raíz.

La criatura, que no tenía nombre, fue llamada Orin.

Melion flotó a su lado. No como maestro. Como reflejo.

Y juntos… comenzaron a recorrer Elaria.

Donde Melion sanaba con melodía, Orin sanaba con presencia.

Donde Melion cantaba, Orin escuchaba sin oído.

Y Elaria… aprendía a sentir lo que nunca había sido dicho.

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