La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 24: Lo que el cuerpo escribe

En el capítulo anterior:
En el Valle de los Ecos, los clanes de Elaria comienzan a sanar sus heridas a través de la danza. Una joven del clan del fuego y un anciano del clan del hielo comparten un gesto que une sus historias. Orin, por primera vez, se detiene, y en su quietud revela una imagen del origen del conflicto. La Biblioteca Viviente declara que cuando el cuerpo se detiene, el alma revela, y Elaria respira como si fuera nueva. El gesto se convierte en puente, y el ciclo se completa.

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La noche cayó sobre Elaria con un silencio distinto.

No era ausencia de sonido. Era espera.

Caelis soñó con una danza que no podía hacer despierta. En el sueño, su cuerpo flotaba, giraba sin gravedad, y cada movimiento dejaba una estela de luz que se convertía en palabra.

Al despertar, no pudo repetirla.

—Solo ocurre en sueños —dijo—. Pero siento que es real.

Maelis, que estudiaba los patrones del inconsciente, confirmó su intuición.

—Algunos gestos solo existen cuando el cuerpo no recuerda sus límites.

Nyra propuso un ritual de sueño compartido.

—No para controlar. Para explorar.

Los elegidos del viento se reunieron en el Jardín de los Renacidos. Cada uno bebió una infusión de hojas de memoria, y se acostaron bajo el cielo violeta.

Esa noche, todos soñaron la misma danza.

Una espiral. Un salto. Una caída suave. Un giro que no terminaba.

Y al despertar… sus cuerpos lo recordaban.

No como técnica. Como necesidad.

Ashael lo llamó la danza del sueño.

—No se aprende. Se permite.

Mientras tanto, en el sur de Elaria, bajo las Montañas Huecas, algo comenzó a moverse.

Una criatura dormida desde antes del primer canto. Su cuerpo era tierra. Su piel, piedra. Su corazón… silencio.

Lilith lo había visto en antiguos textos.

—Se llama Tharion —dijo—. Fue sellado por miedo a lo que podía escuchar.

Melion y Orin viajaron hacia él. No para despertarlo. Para acompañarlo.

Pero Tharion no respondía al canto. No al gesto. No al silencio.

Caelis se acercó. Recordó la danza del sueño. Y la hizo. No con perfección. Con entrega.

Tharion abrió los ojos.

No eran ojos. Eran cavernas. Y en ellas… se escuchó una nota.

No de sonido. De tierra.

Nyra comprendió.

—Tharion no duerme. Espera el gesto correcto.

Orin se colocó frente a él. Extendió su brazo. Y trazó una línea en el aire.

Tharion se levantó.

No habló. No rugió. Solo caminó.

Y donde caminaba… la tierra escribía.

Cada paso dejaba una marca. No como huella. Como letra.

Maelis comenzó a registrar los trazos.

—Es un lenguaje nuevo. No de palabras. De movimiento.

Los clanes comenzaron a imitarlo. Cada gesto que hacían dejaba una vibración en el suelo. Y esas vibraciones… se leían.

La Biblioteca Viviente vibró. Una columna se abrió. Y una frase apareció:

> “Cuando el cuerpo sueña, el gesto despierta.
> Cuando el gesto despierta, la tierra escribe.
> Y cuando la tierra escribe… el mundo recuerda lo que aún no ha vivido.”

Isolde danzó junto a Tharion. No para guiarlo. Para acompañarlo.

Valerius observó.

—Estamos escribiendo sin tinta —dijo—. Y sin voz.

Caelis sonrió.

—Porque el cuerpo… también sabe contar historias.

Y Elaria… comenzó a leerlas.

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