La esposa del vampiro

La Esposa del Vampiro Capítulo 33: La palabra que espera

Resumen del capítulo anterior:
Isolde realiza el gesto invisible, un movimiento que solo puede hacerse cuando nadie la mira. El gesto revela una historia íntima que no necesita ser contada para transformar. Los clanes aprenden a acompañar sin observar, y Elaria se llena de una nueva forma de lenguaje: el que nace en la intimidad. La Biblioteca Viviente proyecta un símbolo que no puede leerse, solo sentirse. El mundo comprende que incluso lo que no se ve puede cambiarlo todo.

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Valerius no dormía.

Desde que Isolde había hecho el gesto invisible, algo se había movido dentro de él. No era inquietud. Era ausencia. Como si una parte de él hubiera sido llamada por una palabra que aún no había sido pronunciada.

—¿Qué significa “una palabra que solo puede decirse cuando ya no se necesita”? —preguntó a Nyra, mientras el cielo comenzaba a clarear.

Nyra lo miró con una mezcla de compasión y respeto.

—Significa que no puedes forzarla. Solo puedes vivir hasta que se vuelva innecesaria.

Valerius frunció el ceño.

—¿Y si nunca llega ese momento?

—Entonces la palabra te espera. No para ser dicha. Para ser entendida.

*

En el Coro del Recuerdo, los clanes se preparaban para un nuevo ciclo. Los tiempos flotantes vibraban con ritmos distintos. Algunos se aceleraban. Otros se detenían. La Biblioteca Viviente giraba en espiral, proyectando símbolos que se deshacían al ser mirados.

Isolde danzaba en silencio. Su gesto invisible había dejado una huella que no podía verse, pero que todos sentían. Cuando pasaba cerca, los cuerpos se estremecían. No por miedo. Por reconocimiento.

Valerius la observaba desde lejos.

—Ella ya lo hizo —susurró—. Y yo… aún no.

Maelis se acercó con su cuaderno de viento.

—¿Quieres intentar tu palabra?

Valerius asintió.

—Pero no sé cuál es.

Maelis sonrió.

—Entonces no la digas. Escúchala.

*

Valerius se retiró al Bosque de Niebla. Allí, donde los sonidos se pierden y los pensamientos se reflejan, se sentó bajo un árbol que no tenía raíces, solo ramas que tocaban el cielo.

Cerró los ojos.

Recordó a Lilith.

No como enemiga.

Como inicio.

Recordó su traición. Su mirada antes de desaparecer. La forma en que lo llamó por su nombre sin voz.

Recordó a Isolde.

No como reemplazo.

Como continuación.

Recordó su danza. Su gesto invisible. Su forma de amar sin exigir.

Y entonces, sintió la palabra.

No como sonido.

Como ausencia.

*

La Biblioteca apareció frente a él. No caminando. Flotando. Sus columnas se replegaron. Sus símbolos se detuvieron.

—¿Estás listo? —preguntó Isolde, que había llegado sin que él la notara.

Valerius abrió los ojos.

—Creo que sí.

—Entonces no la digas —respondió ella—. Hazla.

Valerius se levantó. Caminó hacia el centro del claro. No con intención. Con presencia.

Cada paso era una renuncia.

Cada pausa, una confesión.

Y al llegar al centro, se detuvo.

No habló.

No gritó.

Solo respiró.

Y en ese instante… la palabra se dijo sola.

*

El cielo se abrió.

No como tormenta.

Como página.

Una frase apareció entre las nubes:

> “Lo que no se necesita… revela lo que siempre estuvo.”

Los clanes lo vieron desde el Coro. Nyra cayó de rodillas. Maelis lloró sin saber por qué. Caelis danzó sin ritmo.

Isolde sonrió.

—Lo ha dicho —susurró—. Sin decirlo.

Valerius sintió una paz que no venía de comprensión. Venía de entrega.

La Biblioteca proyectó un símbolo nuevo. Uno que no podía escribirse. Solo vivirse.

Era la palabra que él había encarnado.

*

Esa noche, los clanes se reunieron en el Valle de las Huellas.

Cada uno compartió un gesto invisible, una palabra no dicha, un tiempo flotante.

No como poder.

Como ofrenda.

Isolde se colocó junto a Valerius.

—¿Sabes cuál era tu palabra?

Él la miró.

—Sí.

—¿La dirás?

—No.

—¿Por qué?

Valerius sonrió.

—Porque ya no la necesito.

*

La Biblioteca Viviente se transformó.

Sus columnas se convirtieron en árboles.

Sus símbolos, en hojas.

Sus ritmo, en viento.

Elaria comenzó a florecer.

No por magia.

Por lenguaje encarnado.

Porque ahora, incluso lo que no se dice… puede ser historia.

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