El misterio del sobre
Cuatro llamadas perdidas y veinte mensajes de voz de sus amigos, despertaron a Carlota. Sobresaltada miró el despertador y salió despedida hacia la puerta, aún con el pijama comió unas tostadas rápidamente y se puso lo primero que encontró en el armario y se fue a la universidad. Alex y Luna solían esperarla abajo, montados en sus motos como siempre, pero esta vez, únicamente estaba Luna, se montó con ella y se fueron a clase. Alex las estaba esperando en la puerta y se disculpó con ella por no esperarla en su casa, Carlota le perdonó y rápidamente entraron a clase.
Las dos primeras horas se le hicieron eternas y monótonas, y las aprovechó para recuperar las horas de sueño que había perdido la noche anterior. Hasta que Luna la despertó para ir a la cafetería. Entre risas y charlas ahí estaba, dos mesas más lejos de la suya, en la puerta más cercana a la puerta, se encontraba de nuevo aquel misterioso individuo. Ahora ya tenía una imagen más clara de él, los ojos tenían un color grisáceo, como el de un meteorito, sus labios rojos carmín. Cruzaron miradas y él le saludó moviendo la cabeza de con un ligero pero claro movimiento, y ella le respondió con una sonrisa. Se quedó mirándola por unos instantes más, hasta que sus amigos la despertaron y la devolvieron a la realidad, y con un rápido movimiento de cabeza volvió a centrarse en la conversación que estaban teniendo. Alex intervino en la conversación interrumpiendo a Luna, preguntándole si le apetecía hacer una noche de películas y picoteo en su casa ese mismo sábado, Las dos emocionadas dijeron que sí, pero eso desencadenó un debate sobre la película en cuestión. Luna defendía la idea de una película romántica y Alex no dejaba de insistir con las películas de terror, pero tras un rato de disputar Carlota dio con la película ideal de la noche. Además de incluir los dos géneros de sus amigos, era todo un clásico, como a ella le gustaban, Frankenstein era la película ganadora, con la que todos estuvieron de acuerdo. Compraron una gran variedad de comida de picoteo, palomitas saladas, dulces, gominolas, patatas refrescos y un surtido de frutos secos los cuales se acabaron en los primeros diez minutos de película. Fuera había empezado a llover y se podían escuchar perfectamente a los coches pasar por encima de los charcos embarrados por culpa de la suciedad de las calles.
Mientras las gotas de lluvia tamborileaban suavemente contra los cristales, Carlota intentaba concentrarse en la película. Sin embargo, su mente volvía una y otra vez a esos ojos grises, como si algo en ellos guardara un secreto que debía descubrir. Alex y Luna se enfrascaban en un debate animado sobre la importancia de las emociones en las películas de terror, pero para Carlota, su voz se desvanecía en un murmullo distante.
De repente, el sonido de una notificación interrumpió sus pensamientos. Luna revisó su móvil y soltó una risita. "Es de Álex, ya sabes cómo se emociona con estas noches de cine", comentó mientras leía el mensaje. Pero Carlota notó algo extraño; no era el Álex que estaba a su lado. Este mensaje venía de un número desconocido.
–¿Quién es? –preguntó Carlota, intentando sonar casual, aunque por dentro sintiera una punzada de curiosidad.
Luna alzó las cejas y le tendió el móvil. "Dice que es Álex, pero no sé cuál".
Carlota tomó el teléfono y leyó el mensaje: "Espero que disfrutes la noche, aunque parezca que tus pensamientos están lejos. Tal vez nos crucemos de nuevo".
Un escalofrío le recorrió la espalda. Era imposible. Ese mensaje... ¿podría ser del chico del bar? Pero ¿cómo habría conseguido el número de Luna?
–Debe ser una broma –dijo, intentando reprimir la oleada de intriga que la invadía.
Luna parecía confundida, pero no insistió, volviendo su atención a la película justo en el momento en que una tormenta rugía en pantalla. Sin embargo, Carlota no podía sacarse de la cabeza esa posibilidad. ¿Podría ser él? ¿Había realmente algo más en esos ojos que un simple encuentro casual?
El sábado pasó sin más sobresaltos, pero Carlota seguía dándole vueltas al mensaje. ¿Era posible que aquel chico del café supiera algo de ella? Por más que buscara explicaciones lógicas, no podía descartar la sensación de que aquel encuentro no había sido casual.
El domingo por la mañana, se despertó temprano, algo raro en ella, con una determinación extraña. Decidió que necesitaba respuestas. Se dirigió al mismo bar donde había visto al chico por primera vez.
El lugar estaba igual que la última vez: tranquilo, con el aroma del café recién hecho mezclándose con el crujir de las sillas de madera sobre el suelo. Saludó al camarero con una sonrisa nerviosa y pidió un café con leche, pero esta vez decidió quedarse en la barra. Su corazón latía con fuerza mientras sus ojos recorrían el lugar en busca de algo, o alguien.
Pasaron unos minutos y, cuando ya estaba a punto de rendirse, la puerta se abrió. Era él. Llevaba una chaqueta negra y jeans gastados, su andar tranquilo y seguro contrastaba con la tormenta de emociones que Carlota sentía por dentro. El chico pidió lo mismo que la vez anterior, un frapé latte, pero esta vez no se marchó de inmediato. Se giró hacia ella y, con una sonrisa enigmática, le dijo:
–Curioso verte aquí otra vez.
Carlota sintió que se le secaba la boca, pero se obligó a responder.
–Es mi lugar favorito, supongo.