La Esquina

5

El primer beso

Luna, sin embargo, no pudo evitar notar cómo Álex la miraba de vez en cuando. Había algo en su expresión que no podía descifrar del todo. Pero, en lugar de mencionarlo, decidió dejarlo pasar. Había prometido que esa noche sería para disfrutar, y eso era exactamente lo que pensaba hacer.

Al final de la noche, mientras Carlota y Marcos se despedían de los demás, Luna y Álex se quedaron en la puerta, viendo cómo la pareja se alejaba.

–Se ven felices, ¿no crees? comentó Luna, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.

Álex asintió lentamente, pero no dijo nada.

–¿Qué te pasa? insistió Luna, mirándolo con una mezcla de preocupación y curiosidad.

Álex suspiró. –Nada. Es solo que, a veces, me pregunto si realmente entiendo lo que quiero en todo esto.

Luna sonrió, dándole un ligero empujón en el brazo. –Pues cuando lo sepas, tal vez deberías decirlo. Nunca sabes cuándo alguien está esperando escucharte.

Álex la miró, sorprendido por su comentario, pero Luna ya había vuelto al interior del apartamento, dejándolo con sus pensamientos.

Luna y Carlota se conocieron en el instituto, cuando ambas tenían apenas 15 años. Luna, con su personalidad extrovertida y enérgica, era el tipo de persona que podía conectar con cualquiera en cuestión de minutos. Carlota, por otro lado, era más reservada, pero también abierta a hacer nuevos amigos. Se encontraron por primera vez en clase de literatura, cuando el profesor las sentó juntas para un trabajo en pareja.

–¿Te gustan las historias románticas? había preguntado Luna con una sonrisa, mientras hojeaba el libro que tenían que analizar.

–Me encantan –respondió Carlota–. Pero siempre siento que les falta algo de realismo.

Ese fue el inicio de largas conversaciones que cimentaron su amistad. Luna tenía un talento especial para hacer que Carlota saliera de su caparazón, y Carlota le ofrecía a Luna una perspectiva más reflexiva sobre la vida. Se complementaban de manera natural, y pronto se volvieron inseparables.

Álex entró en la ecuación un año después. Era el chico nuevo en la escuela, y aunque su aspecto amigable y su actitud relajada lo hacían popular rápidamente, no tardó en unirse al pequeño círculo de Luna y Carlota.

Lo curioso fue que su integración al grupo no fue inmediata. Al principio, Luna lo encontró irritante. "Demasiado confiado", solía decir con una mueca mientras Carlota se reía de sus quejas. Pero con el tiempo, Álex demostró ser más que una fachada encantadora; era genuinamente amable y solidario, dispuesto a escuchar y a ofrecer apoyo cuando alguien lo necesitaba.

Un momento clave que fortaleció su amistad ocurrió durante un proyecto de ciencias en equipo. Luna, a punto de rendirse porque no lograba que un experimento saliera bien, estaba visiblemente frustrada. Álex, que la había estado observando en silencio, se acercó y le dijo:

–No tienes que hacerlo sola. Déjame ayudarte.

Luna, sorprendida por su tono serio, aceptó. Esa noche, mientras trabajaban juntos, descubrió que Álex era mucho más de lo que había imaginado. Desde entonces, los tres fueron inseparables, convirtiéndose en el tipo de amigos que podían pasar horas hablando de tonterías o apoyarse mutuamente en los momentos difíciles.

Con los años, la dinámica entre Luna y Álex evolucionó. Había algo entre ellos, una química innegable que iba más allá de la amistad, pero que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. En su último año de instituto, Álex se dio cuenta de que estaba enamorado de Luna. Sin embargo, nunca le dijo nada. Temía que confesarse pudiera arruinar la conexión especial que tenían.

Por su parte, Luna también había sentido algo por Álex, pero siempre lo reprimía. "No quiero complicar las cosas," solía decirse. Para ella, su amistad era demasiado importante como para arriesgarla.

Cuando Carlota comenzó a salir con Marcos, algo en esa dinámica no expresada entre Luna y Álex empezó a cambiar. Luna notaba cómo Álex se volvía más reservado, más introspectivo, y aunque ella intentaba hablar con él, parecía que había una barrera invisible que los separaba.

La llegada de Marcos al grupo fue como una piedra lanzada al agua, generando ondas que afectaron a cada uno de ellos. Carlota, naturalmente, estaba más enfocada en su relación con Marcos, lo que hacía que Luna y Álex pasaran más tiempo juntos. Al principio, esto fortaleció su conexión, pero también trajo consigo tensiones no resueltas.

Para Luna, ver a Carlota y Marcos tan felices le hacía preguntarse si había estado evitando algo importante en su vida. Mientras que siempre había sido la que daba consejos sobre el amor, ahora se encontraba reflexionando sobre sus propios sentimientos, especialmente hacia Álex.

Una noche, mientras charlaban después de dejar a Carlota y Marcos en casa, Luna finalmente lo confrontó.

–Álex, últimamente has estado raro conmigo. ¿Qué pasa?

Él la miró, sorprendido. –No es nada, Luna. Solo… estoy pensando en muchas cosas.

–¿Qué cosas?

Álex dudó un momento antes de responder. –En nosotros. En lo que hemos sido… y en lo que podríamos ser.




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