Secretos y dudas
–¿Nunca te has sentido un poco... perdido? preguntó Álex, mientras jugaba con la pajilla de su refresco.
Luna lo miró, sorprendida por la pregunta. –¿Por qué lo dices?
Él se encogió de hombros. –No sé. Últimamente siento que todos saben exactamente hacia dónde van, y yo... simplemente sigo avanzando sin un plan claro. Es como si estuviera esperando algo, pero no sé qué.
Luna sonrió, apoyando la barbilla en la mano. –Creo que todos nos sentimos así a veces. Pero está bien no tener todas las respuestas. Lo importante es seguir buscando.
Álex la miró, y por un momento, el ambiente entre ellos cambió. Había algo en su expresión, una vulnerabilidad que Luna rara vez veía en él.
–Tú siempre pareces saber qué hacer –dijo Álex en voz baja.
Luna rió suavemente. –¿Yo? Álex, si supieras lo confundida que estoy la mayor parte del tiempo, no dirías eso. Pero intento disfrutar el viaje, aunque no sepa a dónde me lleva.
Por primera vez en mucho tiempo, Álex sintió que quería decirle algo, algo que había estado guardando desde hacía años. Pero cuando abrió la boca para hablar, el camarero llegó con la cuenta, interrumpiendo el momento.
En las semanas siguientes, los cuatro amigos comenzaron a encontrar un nuevo equilibrio en su dinámica. La relación entre Carlota y Marcos era ahora un hecho aceptado, y aunque Álex todavía sentía una punzada de celos ocasional, cada vez estaba más cómodo con la idea de que Carlota tenía a alguien más en su vida.
Luna, por su parte, había decidido dejar de reprimir sus sentimientos por Álex. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar lo que sentía, pero quería esperar el momento adecuado para hacerlo.
El grupo seguía reuniéndose para noches de películas, salidas espontáneas y largas charlas en cafés, pero había una madurez creciente en sus interacciones. Cada uno estaba enfrentando sus propios desafíos y emociones, pero lo hacían juntos, fortaleciendo los lazos que los unían.
Una tarde, mientras caminaban por el parque después de clases, Marcos tomó la mano de Carlota y le dijo:
–Quiero que sepas que estoy aquí, pase lo que pase. No importa qué dudas tengas, siempre podrás contar conmigo.
Carlota lo miró, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. –Lo sé. Y yo también estoy aquí para ti.
En ese momento, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Carlota comprendió algo importante: el amor no era una línea recta, ni un destino fijo. Era un viaje, lleno de momentos grandes y pequeños, de dudas y certezas, pero, sobre todo, de compañerismo. Y por primera vez en su vida, sentía que estaba exactamente donde debía estar.
Carlota y Marcos tenían una conexión que parecía fluir de forma natural, pero como todo en la vida, su relación comenzó a enfrentarse a momentos que pondrían a prueba lo que sentían. Al principio, todo parecía sencillo: largas conversaciones, paseos tranquilos y pequeños gestos que hablaban más que las palabras. Sin embargo, ambos llevaban consigo experiencias y miedos que, tarde o temprano, saldrían a la luz. Una tarde, Carlota y Marcos estaban sentados en el parque donde solían reunirse. Él estaba dibujando en un cuaderno, algo que Carlota había descubierto que le apasionaba. Le encantaba observar la manera en que sus manos trazaban líneas suaves y precisas, transformando un papel en blanco en una obra de arte. Sin embargo, algo en su expresión estaba diferente ese día.
–¿Qué dibujas? preguntó Carlota con curiosidad, inclinándose para mirar mejor.
Marcos cerró el cuaderno rápidamente, algo que nunca había hecho antes. –Nada importante –respondió con una sonrisa tensa.
Carlota sintió una pequeña punzada de decepción. Siempre habían compartido todo, o al menos eso creía. –Si no es importante, ¿por qué no me lo enseñas?
Marcos suspiró, como si estuviera luchando con algo interno. –No es eso. Es solo que… hay cosas que todavía no sé cómo compartir contigo.
Aunque sus palabras eran sinceras, Carlota no pudo evitar sentirse herida. –¿No confías en mí?
Marcos levantó la vista rápidamente, alarmado. –Claro que confío en ti. Es solo que… no es tan fácil para mí abrirme con todo. Estoy trabajando en ello.
Carlota asintió lentamente, intentando comprenderlo. Pero, al mismo tiempo, esa pequeña barrera que Marcos mantenía la hacía preguntarse si realmente lo conocía tanto como creía.
Esa noche, mientras Carlota hablaba con Luna, le confesó sus dudas.
–A veces siento que Marcos es un misterio que nunca voy a resolver. Siempre es tan atento, tan cariñoso, pero cuando intento acercarme más, es como si levantara un muro.