Promesas frente al fuego
–Tal vez no tiene que ser una cosa o la otra –dijo Luna, siempre práctica–. Puedes encontrar una forma de hacerlo sin perder lo que hemos construido.
Álex, sin embargo, fue más directo. –¿Y Andrea qué piensa? ¿Ella está dispuesta a comprometerse para que tú puedas incluirnos?
La pregunta dejó a Carlota en silencio. Sabía que Andrea no era del tipo que hacía compromisos. "¿Estoy dispuesta a arriesgar lo que tengo con ellos por esto?" se preguntó.
El día de la exposición llegó rápidamente, y con él, una decisión que Carlota sabía que cambiaría todo. Mientras colocaba las piezas de su trabajo, Andrea llegó con una expresión decidida.
–¿Entonces, lo hiciste? –preguntó Andrea, al ver que Carlota había incluido elementos que representaban sus amistades y su vida personal en la presentación.
–Sí –respondió Carlota, con calma–. Porque no puedo separar quién soy de lo que hago. Y si este proyecto significa algo, tiene que incluirlos a ellos.
Andrea asintió, pero algo en su mirada mostró desaprobación. –Es tu decisión, Carlota. Espero que no te arrepientas.
Cuando el grupo llegó esa noche, Carlota los recibió con una sonrisa nerviosa pero sincera. Las piezas, cada una contando una historia de crecimiento y conexión, llenaban el espacio.
Marcos la abrazó con fuerza. –Estoy orgulloso de ti. Esto es lo que realmente importa.
Luna y Álex la felicitaron, mientras recorrían las piezas con interés. Por primera vez, Carlota sintió que había encontrado el equilibrio que tanto había buscado: su independencia, sin renunciar a los lazos que definían quién era realmente.
El evento terminó con éxito, pero Carlota sabía que la decisión que había tomado era solo el principio. Había aprendido que el cambio era inevitable, pero también que no tenía que enfrentar ese cambio sola.
Los días posteriores a la exposición trajeron consigo una calma inesperada. Carlota se sintió más ligera, como si la decisión de integrar sus amistades y sus aprendizajes en su proyecto hubiera puesto fin a una tensión interna que llevaba semanas arrastrando. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía completa.
Marcos lo notó de inmediato. Habían salido a dar un paseo por la ribera del río, algo que hacía tiempo no hacían, y la sonrisa de Carlota era más genuina, más libre.
–Creo que esta es la versión de ti que siempre quise ver –dijo Marcos, deteniéndose junto a una barandilla para mirarla con atención.
Carlota se sonrojó ligeramente, pero no apartó la mirada. –¿Qué versión es esa?
–La que no teme tomar decisiones grandes, pero que también sabe qué es lo importante. La Carlota que es valiente, incluso cuando duda.
Ella suavemente bajó la mirada, colocó una ligera sonrisa, apartando un mechón de cabello de su rostro. –No sé si soy tan valiente como dices, pero siento que estoy aprendiendo a serlo. Y tú has tenido mucho que ver en eso.
Marcos sonrió, tomándole la mano con suavidad. –Eso no es verdad. Lo has hecho tú sola. Yo solo estoy aquí para recordarte lo increíble que eres cuando te olvidas.
Carlota se inclinó hacia él, apoyando la cabeza en su hombro mientras el agua del río fluía serenamente frente a ellos. –Gracias por quedarte. Incluso cuando parecía que me estaba perdiendo.
–Siempre me quedaré, Carlota. Siempre.
Mientras tanto, Luna y Álex también comenzaron a notar cómo el cambio en Carlota impactaba positivamente en la dinámica del grupo. Luna, siempre atenta a los pequeños detalles, se dio cuenta de que Carlota estaba más presente, no solo físicamente, sino emocionalmente.
Una tarde, mientras ambas paseaban por el parque, Luna decidió abordar un tema que llevaba días rondando su mente.
–¿Te has dado cuenta de que ya no somos las mismas personas que empezamos siendo? preguntó Luna, pateando una pequeña piedra mientras caminaban.
Carlota frunció el ceño, mirándola con curiosidad. –¿A qué te refieres?
–A que hemos cambiado mucho, todas –dijo Luna, señalándose a sí misma y luego a Carlota–. Tú con todo lo de Andrea y el arte, yo con lo de mi abuela… incluso Álex está más… no sé, centrado.
Carlota no pudo aguantarse la risa. –¿Álex, centrado? Esa sí que es nueva.
–Lo digo en serio –respondió Luna, sonriendo–. Ha estado más atento últimamente. Creo que todo este proceso también le hizo ver cosas sobre sí mismo, aunque nunca lo admitiría.
Carlota asintió, reconociendo lo que Luna decía. –Tienes razón. Y creo que eso es lo bonito de esto. Estamos creciendo, pero seguimos juntos.
–Sí, aunque a veces parece que estamos caminando en direcciones opuestas, al final siempre volvemos al mismo lugar –dijo Luna, deteniéndose para mirar a Carlota–. Supongo que eso significa que estamos haciendo algo bien.
Carlota le devolvió la sonrisa. –Supongo que sí.
Esa noche, el grupo se reunió nuevamente en casa de Álex. Habían decidido hacer una noche de juegos, algo que solían hacer cuando estaban en la escuela secundaria, y el ambiente estaba lleno de risas y competencia amistosa.