Nuevos comienzos
Mientras Carlota caminaba hacia su hotel, sintió una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que todos estaban en un momento crucial de sus vidas, en el que las decisiones que tomaran definirían su futuro. Pero también sabía que, pase lo que pase, siempre tendría ese lugar al que volver, no solo en la ciudad, sino en las personas que estaban en ella.
Cuando la noche terminó, cada uno volvió a sus respectivas vidas, pero el reencuentro había dejado marcas profundas, como un eco persistente que no podían ignorar. Carlota caminó sola hacia su hotel, con el aire fresco de la noche haciéndole compañía y las palabras de Marcos resonando en su mente. "Si algo vale la pena, lo enfrentamos."
Al llegar a su habitación, se dejó caer en la cama y miró el techo, con un peso extraño en el pecho. Había logrado tanto en su carrera, y, sin embargo, se sentía incompleta. Su éxito profesional no la llenaba de la manera que esperaba, y ese vacío se hacía más evidente cuando estaba cerca de las personas que realmente importaban. Marcos, Luna, Álex… ¿había estado sacrificando esas conexiones por perseguir algo que quizá no era suficiente por sí solo?
Por primera vez en mucho tiempo, Carlota se permitió la vulnerabilidad de admitir que estaba cansada de estar siempre en movimiento. Tal vez era hora de buscar un equilibrio diferente.
Luna, por su parte, llegó a su apartamento sintiéndose inquieta. Álex había sido tan honesto como siempre, pero sus palabras habían despertado algo en ella. Sabía que él no había cerrado completamente la puerta entre ellos, pero tampoco la estaba forzando a entrar. Ese espacio, aunque saludable, también le daba miedo.
Encendió una lámpara y se sentó en el sofá, mirando los bocetos que había dejado sobre la mesa. El diseño siempre había sido su refugio, pero ahora se sentía como un recordatorio de todo lo que había construido sola. Aunque estaba orgullosa de su independencia, no podía ignorar la sensación de que había algo más esperando por ella, algo que no sabía cómo definir.
Miró su teléfono, el dedo suspendido sobre el contacto de Álex. "No ahora," pensó, dejando el aparato sobre la mesa. "Primero necesito entender qué quiero realmente."
En otro rincón de la ciudad, Marcos estaba sentado en la mesa de su comedor, con un vaso de vino a medio terminar frente a él. Había dejado pasar las horas sumido en pensamientos, y aunque había tratado de concentrarse en su trabajo, su mente seguía volviendo a Carlota.
Amaba su vida, el impacto que su proyecto tenía en las comunidades que visitaba, pero siempre había sentido que algo faltaba. Cada vez que veía a Carlota, esa sensación se hacía más clara, como si ella fuera la pieza que completaba el cuadro.
Se levantó y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad. Había sido paciente, había dado espacio, pero ahora se preguntaba si esa paciencia se estaba convirtiendo en resignación. ¿Y si Carlota no lo veía como parte de su vida futura? ¿Estaba dispuesto a seguir esperando?
Álex, por otro lado, decidió que no podía quedarse sin hacer nada. Después de llegar a casa, sacó una caja que había guardado en el armario desde que él y Luna decidieron tomarse un tiempo. Dentro estaban las pequeñas cosas que le recordaban a ella: una entrada a un festival, un llavero que había comprado en su viaje al extranjero, un dibujo que ella había hecho como broma.
Se sentó en el suelo, pasando los dedos por cada objeto, mientras una mezcla de tristeza y determinación crecía en su interior. "No puedo seguir esperando a que las cosas se arreglen solas," pensó. Luna le importaba demasiado para conformarse con una amistad que siempre llevaría consigo una sombra de lo que habían sido.
"Tengo que hablar con ella," decidió finalmente, dejando la caja abierta mientras se recostaba en el sofá, planeando lo que diría cuando llegara el momento.
Al día siguiente, las decisiones comenzaron a tomar forma. Carlota se levantó temprano, impulsada por un impulso que no podía ignorar. Miró los correos electrónicos que había estado dejando sin responder, ofertas para nuevas exposiciones y residencias artísticas en el extranjero, y sintió un peso en el estómago.
Tomó su teléfono y llamó a su representante, rechazando dos de las propuestas más grandes que había recibido. "Voy a quedarme en la ciudad por un tiempo," dijo, con una firmeza que sorprendió incluso a su interlocutor. Había pasado demasiado tiempo huyendo, y ahora quería quedarse, aunque solo fuera para descubrir qué significaba realmente estar en casa.
Después de la llamada, se vistió rápidamente y salió a la calle. Sabía exactamente a dónde quería ir.
Luna, por su parte, decidió que necesitaba claridad, pero también apoyo. Llamó a Carlota, proponiéndole una caminata por el parque. Cuando se encontraron, Luna fue directa, como solía ser.
–Siento que estoy atrapada –dijo, mientras ambas caminaban por un sendero arbolado–. Todo lo que hago parece correcto en el papel, pero por dentro siento que me falta algo.
Carlota asintió, entendiendo perfectamente esa sensación. –Tal vez no es que falte algo, sino que estás buscando en el lugar equivocado. A veces pensamos que tenemos que resolverlo todo solas, pero no siempre es así.
Luna se detuvo, mirándola con curiosidad. –¿Tú también te sientes así?