La Esquina

17

El arte de encontrarse

Unos días después, Carlota decidió invitar a Luna a su apartamento para pasar una tarde tranquila. Quería aprovechar la oportunidad para hablar con ella, pero sin que pareciera una confrontación.

Luna llegó con su característico entusiasmo, cargando una bolsa con frutas y bocadillos que había comprado en el camino. Se sentaron juntas en la sala, charlando sobre cosas ligeras al principio, hasta que Carlota decidió abordar el tema.

–¿Cómo estás? preguntó, con un tono casual pero atento.

Luna levantó la mirada, notando el cambio en la conversación. –Bien, creo. ¿Por qué?

–Es solo que… he notado que últimamente tú y Álex parecen estar un poco tensos. ¿Está todo bien entre ustedes?

Luna suspiró, dejando su taza de té sobre la mesa. –Es complicado. No sé qué es exactamente lo que pasa, pero siento que estamos atrapados en un ciclo. No somos pareja, pero tampoco somos solo amigos. Y a veces eso me agota.

Carlota asintió, dándole espacio para continuar.

–No quiero que esto afecte al grupo –continuó Luna–. Pero a veces siento que, sin querer, los arrastramos a nuestro drama.

–Creo que Marcos y yo solo queremos asegurarnos de que estén bien –dijo Carlota, suavemente–. No se trata de tomar lados ni de interferir, pero los queremos a los dos, y no queremos que esto los desgaste.

Luna sonrió, agradecida por la honestidad de su amiga. –Lo sé, y aprecio que lo digas. Tal vez Álex y yo necesitamos hablar en serio sobre lo que realmente queremos.

Mientras tanto, Marcos había decidido hablar directamente con Álex. Sabía que su amigo no era del tipo que compartía sus emociones fácilmente, pero también sabía que evitar el tema solo haría las cosas más incómodas.

Se encontraron en un pequeño bar al que solían ir, un lugar discreto donde podían hablar sin interrupciones. Álex llegó tarde, como siempre, con una actitud despreocupada que a Marcos le pareció un poco forzada.

–¿Qué tal? dijo Álex, sentándose frente a él.

–Bien. Quería hablar de algo, si te parece –respondió Marcos, yendo directo al punto.

Álex arqueó una ceja, sorprendido. –¿Algo serio? Eso no suena a ti.

–Es sobre Luna –dijo Marcos, sin rodeos–. He notado que las cosas entre ustedes están un poco tensas, y siento que está afectando al grupo.

Álex se quedó en silencio por un momento, mirando su bebida antes de responder. –No es fácil, Marcos. Nunca lo ha sido con Luna. Pero ahora siento que estamos en un punto en el que no sabemos qué somos, y eso me frustra.

–Tal vez deberías hablar con ella –sugirió Marcos–. Si sigues evitando la conversación, las cosas solo van a empeorar.

Álex suspiró, reconociendo la verdad en las palabras de su amigo. –Tienes razón. Pero no sé si estoy listo para escuchar lo que tiene que decir.

–Nunca estarás completamente listo –dijo Marcos, con una sonrisa tranquila–. Pero a veces hay que hacerlo, aunque dé miedo.

Las conversaciones con Luna y Álex fueron el primer paso para aliviar la tensión en el grupo. Aunque ninguno de ellos tenía respuestas inmediatas, sabían que enfrentarse a sus propios sentimientos era necesario.

Unos días después, Luna y Álex decidieron encontrarse en un parque cercano para hablar. No fue una conversación fácil, pero ambos se dieron cuenta de que necesitaban ser honestos sobre lo que querían y lo que no podían ofrecerse. Al final, aunque no resolvieron todo en ese momento, acordaron dar un paso atrás y redescubrir su amistad antes de intentar algo más.

Carlota y Marcos, al enterarse de la conversación, sintieron un alivio sutil. Sabían que el grupo era lo suficientemente fuerte como para superar estas dificultades, pero también entendían que el proceso requeriría paciencia y comprensión.

El drama había traído algunas tensiones, pero también les recordó la importancia de cuidar las conexiones que compartían. Los días volvieron a la calma poco a poco, aunque con una sensación de que algo en el grupo había cambiado. No era necesariamente malo, solo diferente.

Carlota, mientras pintaba una tarde, pensó en cómo las relaciones, como el arte, requerían tiempo, ajustes y momentos de introspección. Y aunque los cambios a veces parecían difíciles, también eran necesarios para que algo más bello pudiera surgir.

Era una noche clara, de esas en las que las estrellas parecían brillar más de lo habitual. Carlota y Marcos habían decidido dar un paseo por el parque después de una cena sencilla en su lugar favorito, un pequeño restaurante italiano que ambos amaban. Aunque la comida había estado deliciosa, ninguno de los dos parecía realmente interesado en los platos. Toda su atención estaba puesta en el otro, en esas miradas cómplices que decían más que cualquier palabra.

Mientras caminaban, las luces de las farolas iluminaban el sendero, dándoles una privacidad que solo existía en el silencio compartido entre ellos. Marcos, con las manos en los bolsillos, miraba a Carlota de reojo, como si no pudiera creer que estuviera a su lado. Había algo en su forma de caminar, tranquila pero llena de propósito, que siempre lo dejaba fascinado.




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