El eco de un beso
Al entrar a su apartamento, se apoyó contra la puerta, cerrando los ojos mientras revivía cada momento que habían compartido. Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente llena, como si todo lo que había buscado siempre hubiera estado justo frente a ella.
Carlota despertó al día siguiente con la sensación de que el mundo entero había cambiado de alguna manera. La luz que se filtraba por las cortinas parecía más cálida, el aroma del café más embriagador, y su propio reflejo en el espejo le devolvía una sonrisa que no podía controlar. "Te amo, Carlota." Las palabras de Marcos seguían resonando en su mente, como un eco que no quería dejar ir.
Después de una mañana tranquila, Carlota decidió enviarle un mensaje. Había algo en ella que no podía esperar hasta verlo de nuevo.
"¿Tienes planes esta tarde? Tengo ganas de verte."
La respuesta de Marcos llegó casi al instante: "Siempre tengo tiempo para ti. ¿En mi casa o en la tuya?"
Carlota mordió su labio, sintiendo un cosquilleo en el estómago. "La tuya. Estaré allí en una hora."
Marcos vivía en un apartamento pequeño pero acogedor, decorado con detalles que hablaban de su personalidad tranquila y reflexiva. Cuando Carlota llegó, él ya estaba esperándola en la puerta, con una sonrisa que parecía iluminar todo el pasillo.
–Hola –dijo Marcos, con un tono suave pero cargado de emoción.
Carlota respondió con una sonrisa y, sin pensarlo demasiado, se acercó para abrazarlo. Su cuerpo encajaba perfectamente contra el de él, como si hubieran sido hechos para estar juntos. Marcos la sostuvo con fuerza, como si el mundo pudiera desaparecer y eso fuera suficiente.
–Pasa –dijo finalmente, rompiendo el abrazo, pero tomando su mano para guiarla hacia adentro.
El apartamento estaba iluminado por la luz natural que entraba por las ventanas, y una música suave sonaba en el fondo. Carlota dejó su bolso en una silla y se giró hacia él, sin soltar su mano.
–¿Qué tenías en mente para esta tarde? –preguntó, aunque la respuesta ya no le importaba demasiado.
Marcos la miró con una intensidad que le hizo contener la respiración por un momento. –Nada en particular. Solo quería estar contigo.
La forma en que lo dijo, con tanta sinceridad, hizo que Carlota sintiera un calor subir por su pecho. "¿Cómo alguien puede decir algo tan simple y hacer que se sienta tan grande?" pensó.
La tarde pasó entre risas, conversaciones y pequeños momentos que solo ellos podían entender. Se sentaron juntos en el sofá, sus piernas entrelazadas mientras hablaban de todo y de nada. Marcos la miraba como si fuera la única persona en el mundo, y Carlota no podía evitar sentirse completamente expuesta bajo su mirada, pero de la mejor manera posible.
En algún momento, la conversación se desvaneció y quedó solo el silencio, un silencio lleno de promesas y electricidad. Carlota sintió cómo el espacio entre ellos comenzaba a desaparecer, sus rostros acercándose hasta que sus labios se encontraron.
El beso fue lento al principio, explorando, aprendiendo. Pero pronto se volvió más intenso, más urgente, como si todo lo que habían sentido durante meses finalmente hubiera encontrado una salida. Carlota sintió las manos de Marcos en su cintura, firmes pero tiernas, mientras ella deslizaba las suyas hacia su cuello, jugando con el cabello en la base de su nuca.
–Carlota –murmuró Marcos contra sus labios, su voz cargada de deseo y vulnerabilidad.
Ella se separó apenas unos centímetros, mirándolo a los ojos. –Dime.
–No quiero apresurarnos, pero… quiero que sepas cuánto significas para mí. Nunca he sentido esto por nadie más.
Carlota sintió cómo su corazón se aceleraba, y sin responder, lo besó nuevamente, dejando que sus acciones hablaran por ella.
El tiempo pareció detenerse mientras el beso se profundizaba, y las barreras entre ellos se desvanecían por completo. Marcos la levantó con cuidado, llevándola hacia el pequeño sofá cama que tenía junto a la ventana. La luz del atardecer bañaba la habitación, creando un ambiente cálido e íntimo que parecía hecho para ellos.
Mientras la recostaba con cuidado, Carlota lo miró con una mezcla de confianza y vulnerabilidad. –Estoy contigo, Marcos. Siempre.
Marcos sonrió, inclinándose para besarla nuevamente, pero esta vez con una suavidad que hacía que cada movimiento se sintiera como una declaración. Sus manos se movían con delicadeza, tocando su rostro, su cuello, como si estuviera memorizando cada detalle.
Carlota dejó escapar un suspiro cuando sintió los labios de Marcos deslizarse hacia su mandíbula, su cuello, cada beso lleno de una devoción que la hacía sentir única. "Esto no es solo pasión," pensó, con los ojos cerrados. "Esto es amor. Es real."
La tarde pasó entre caricias y susurros, cada momento una mezcla de ternura y deseo, pero siempre con una sensación de respeto y conexión profunda. Aunque el contacto entre ellos se volvía cada vez más íntimo, había una delicadeza en cómo se movían, en cómo se miraban, que hacía que todo pareciera natural, como si estuvieran exactamente donde debían estar.
Cuando finalmente se quedaron en silencio, con Marcos recostado junto a ella, Carlota se giró para mirarlo. Su cabello estaba despeinado, y su respiración aún era ligeramente irregular, pero en su rostro había una paz que la hizo sonreír.