Refugio de café
Era una tarde lluviosa cuando Carlota llegó al apartamento de Marcos. El cielo gris y el sonido constante de las gotas contra las ventanas creaban un ambiente íntimo, casi cinematográfico. Había algo en la lluvia que siempre había encontrado reconfortante, y hoy, con Marcos esperándola al otro lado de la puerta, ese sentimiento se intensificaba.
Cuando él abrió, su sonrisa fue suficiente para calentarla incluso más que el café que llevaba en las manos.
–Pensé que esto te vendría bien –dijo Carlota, levantando las dos tazas que había traído–. No hay mejor plan para un día de lluvia que café y buena compañía.
Marcos se inclinó para besarla, un gesto que había comenzado a sentir tan natural como respirar. –¿Y si te digo que eres la mejor compañía que podría pedir?
Carlota rió suavemente mientras entraba. –Entonces te diría que estás siendo demasiado cursi. Pero me encanta.
Se acomodaron en el sofá, con la música suave que siempre llenaba el apartamento de Marcos creando un telón de fondo perfecto. Hablaron de cosas sin importancia al principio, historias de la infancia de Marcos que hacían reír a Carlota y anécdotas de sus días en la universidad que ambos recordaban con cariño.
Sin embargo, a medida que la tarde avanzaba, la conversación se desvaneció poco a poco, reemplazada por miradas más largas y silencios cargados de algo que ninguno de los dos podía ignorar. Carlota estaba acurrucada contra Marcos, su cabeza apoyada en su pecho mientras él jugueteaba distraídamente con un mechón de su cabello.
–¿Sabes lo mucho que me gusta tenerte aquí? –murmuró Marcos, rompiendo el silencio.
Carlota levantó la vista, encontrándose con sus ojos. Había algo en su expresión, una mezcla de ternura y deseo, que hizo que su corazón latiera más rápido. –Creo que sí, pero siempre me gusta oírlo.
Marcos sonrió, inclinándose para besarla. Fue un beso lento, lleno de significado, como si cada segundo estuviera cargado de todas las cosas que aún no habían dicho. Sus labios se movían con una precisión casi mágica, como si estuvieran perfectamente sincronizados, y Carlota sintió que el resto del mundo desaparecía.
Cuando se separaron, Marcos apoyó su frente contra la de ella, respirando profundamente. –No sé cómo explicar lo que siento cuando estoy contigo. Es como si todo tuviera más sentido.
Carlota sonrió, acariciando su mejilla suavemente. –Yo tampoco sé cómo explicarlo. Pero sé que contigo me siento completa.
La intensidad entre ellos continuó creciendo mientras la tarde se convertía en noche. Carlota se recostó contra los cojines del sofá, mientras Marcos la miraba desde su lugar junto a ella. Con movimientos cuidadosos, comenzó a trazar pequeños círculos con sus dedos en su brazo, un gesto que era al mismo tiempo simple y cargado de una electricidad que hacía que la piel de Carlota se estremeciera.
–Me haces sentir tan segura –dijo Carlota, rompiendo el silencio mientras lo miraba con una intensidad que hizo que Marcos contuviera la respiración–. Como si nada más importara.
Marcos se inclinó hacia ella, sus labios rozando apenas los suyos antes de murmurar: –Nada más importa. Solo tú.
El siguiente beso fue más profundo, más urgente, como si ambos supieran que no necesitaban contener nada de lo que sentían. Las manos de Marcos se deslizaron suavemente por su espalda, acercándola más a él mientras ella enredaba sus dedos en su cabello, perdiéndose completamente en el momento.
Cada movimiento, cada caricia, era una conversación sin palabras, una declaración de todo lo que sentían el uno por el otro. La lluvia seguía golpeando las ventanas, pero para ellos, el único sonido era el de sus respiraciones y los pequeños suspiros que se escapaban en medio de los besos.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban ligeramente desaliñados, con las mejillas encendidas y las sonrisas más brillantes que nunca. Carlota apoyó su cabeza en el pecho de Marcos, escuchando los latidos acelerados de su corazón mientras él jugaba distraídamente con su cabello.
–Esto no es solo algo pasajero, ¿verdad? –preguntó Carlota, con la voz apenas un susurro.
Marcos la miró, levantando su barbilla para que sus ojos se encontraran. –Nunca ha sido pasajero. Esto es lo más real que he sentido en mi vida.
Carlota sonrió, sintiendo cómo una calidez la envolvía por completo. En ese momento, supo que no necesitaba nada más.
La noche terminó de la manera más sencilla y perfecta. Compartieron una cena improvisada que Marcos preparó mientras Carlota lo observaba desde la encimera, riendo cada vez que él intentaba parecer un chef experto y fallaba miserablemente. Cuando terminaron, volvieron al sofá, esta vez con una manta compartida y una película que ninguno de los dos realmente prestaba atención.
En algún momento, Carlota se quedó dormida apoyada en el hombro de Marcos, y él, sin querer despertarla, simplemente la sostuvo más cerca, acariciando suavemente su brazo mientras observaba cómo su respiración se volvía cada vez más tranquila.
"Esto es todo lo que necesito," pensó Marcos, besando suavemente su frente antes de cerrar los ojos.
Carlota despertó lentamente, con la sensación cálida del brazo de Marcos envolviéndola y el suave murmullo de la televisión todavía encendida llenando la habitación. Abrió los ojos y lo encontró mirándola con una expresión tranquila y llena de ternura.