La Esquina

21

El Universo Conspiró a Nuestro Favor

El amanecer los encontró aún despiertos, acurrucados bajo una manta en el sofá. Habían pasado la noche hablando de todo: sus sueños, sus miedos, los pequeños momentos que los habían llevado a donde estaban ahora. Había algo profundamente íntimo en esas conversaciones nocturnas, como si cada palabra fuera un ladrillo que fortalecía los cimientos de lo que compartían.

En un momento dado, Carlota, con la cabeza apoyada en el pecho de Marcos, se quedó en silencio, mirando cómo los primeros rayos de sol entraban por la ventana.

–Marcos –murmuró, su voz apenas un susurro.

–¿Sí?

Carlota levantó la vista, encontrándose con sus ojos. –A veces pienso en todo lo que pudo haber salido mal, en todas las veces que casi no nos encontramos, y me pregunto cómo fue que el universo conspiró para que esto sucediera. Para que tú y yo termináramos aquí.

Marcos sonrió, acariciando suavemente su mejilla. –Quizás el universo sabía que esto tenía que pasar. Que no había otra forma de que todo tuviera sentido.

Carlota no respondió. Solo lo miró, dejando que sus palabras calaran profundamente en ella. No había forma de explicar lo que sentía, así que lo besó nuevamente, esta vez con más urgencia, como si quisiera transmitir todo lo que no podía decir en palabras.

Esa mañana, mientras desayunaban juntos en la pequeña mesa de la cocina, la conversación tomó un giro más serio. Marcos, con una taza de café en las manos, miró a Carlota con una expresión que parecía debatirse entre la calma y la ansiedad.

–¿Alguna vez has pensado en lo que vendrá después? –preguntó, su voz cuidadosa.

Carlota, sorprendida por la pregunta, dejó su taza en la mesa. –¿Después de qué?

–Después de todo esto. Tú y yo. Lo que estamos construyendo.

Carlota lo miró fijamente, tratando de descifrar lo que quería decir. –Lo pienso todo el tiempo, Marcos. Y aunque no sé exactamente cómo será, sé que quiero que sea contigo.

Marcos tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella. –Yo también lo quiero. Pero también sé que habrá momentos difíciles, y no quiero que te asustes si las cosas no siempre son perfectas. Lo que siento por ti no depende de eso. Lo que siento por ti es para siempre.

Carlota sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, pero esta vez no trató de ocultarlo. –Nunca he estado más segura de algo en mi vida, Marcos. No importa lo que venga, siempre vamos a tener esto. Siempre te voy a elegir.

Marcos se inclinó hacia ella, besándola con una intensidad que hacía que el resto del mundo desapareciera. En ese momento, supieron que lo que compartían no era solo amor; era un hogar, un refugio que los sostendría incluso en las tormentas más fuertes.

La tarde los encontró en la misma posición de siempre: juntos, perdidos en la tranquilidad de estar el uno con el otro. Sin embargo, había algo en la forma en que se miraban, en la manera en que sus dedos buscaban constantemente el contacto, que hablaba de un amor que era tan fuerte como delicado. Un amor que sabían que protegerían con todo lo que tenían.

Cuando Carlota salió esa noche para volver a su casa, se giró antes de cruzar la puerta, mirándolo una vez más.

–Te amo, Marcos –dijo, su voz firme pero cargada de emoción.

Marcos, apoyado en el marco de la puerta, sonrió. –Y yo te amo a ti, Carlota. Siempre.

Carlota salió, sintiendo cómo el aire fresco de la noche llenaba sus pulmones. Y mientras caminaba bajo las estrellas, supo que no importaba lo que el futuro les trajera. Mientras estuvieran juntos, estarían bien.

El amor entre Carlota y Marcos, aunque profundo, había comenzado a encontrar una nueva forma de existir. Habían compartido momentos de pasión y ternura, pero la realidad de la vida comenzaba a interferir con la calma que habían cultivado. Los días se volvían más largos, las responsabilidades de sus trabajos, proyectos y vidas personales, les daban menos tiempo para ellos, y aunque la conexión seguía siendo inquebrantable, algo comenzaba a tensarse en el aire.

Una tarde, después de una semana ajetreada, Carlota decidió invitar a Marcos a su apartamento. Ambos habían tenido días difíciles, y el estrés parecía haberse apoderado de sus pensamientos. Carlota sentía que necesitaban un espacio para reconectar, un respiro del caos que los rodeaba.

Cuando Marcos llegó, parecía agotado. Aunque intentó esconderlo con una sonrisa, Carlota pudo notar la fatiga en sus ojos. Ella lo recibió con un abrazo, sintiendo cómo su cuerpo, tan familiar, parecía más pesado de lo habitual. Se sentaron en el sofá, y Carlota lo miró, preocupada, sin saber por dónde empezar.

–¿Estás bien? –preguntó ella, suavemente.

Marcos dejó escapar un suspiro, pasando una mano por su cabello. –He estado pensando demasiado en todo lo que tenemos que hacer. El trabajo, los proyectos... siento que no estoy dando lo mejor de mí en ninguna parte.

Carlota lo miró con comprensión, pero también con algo de frustración. No quería que se hundiera en esa espiral de estrés, pero sabía que no podía ignorar lo que estaba pasando.

–Sabes que no tienes que cargarlo todo solo. Yo también estoy cansada, pero juntos podemos encontrar una forma de hacer que todo funcione.




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