Reconstrucción de posibilidades
El día de la inauguración en la nueva galería fue una experiencia que Carlota nunca olvidaría. La sala estaba llena de gente, y los elogios hacia su trabajo fluían de todas partes. Pero lo más significativo llegó cuando una joven se le acercó con un cuaderno en la mano.
–¿Eres Carlota? –preguntó, con una mezcla de timidez y admiración.
–Sí, soy yo –respondió Carlota, curiosa por lo que venía a continuación.
La joven le mostró el cuaderno, lleno de dibujos y garabatos. –Quiero ser como tú. Quiero aprender a usar el arte para expresar lo que siento. Gracias por mostrarme que se puede.
Carlota sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero logró contenerlas. Tomó las manos de la joven y le dijo: –Tú ya eres como tú. Solo sigue creando. No hay una forma correcta o incorrecta de hacerlo, mientras sea auténtico.
Esa noche, de regreso a casa, Carlota se sintió más plena que nunca. Había encontrado su voz, no solo a través de su arte, sino también en la forma en que conectaba con otros. Y aunque el recuerdo de Marcos seguía siendo una parte de ella, ya no era un peso, sino una pieza más en el mosaico de su vida.
Pero como suele suceder, justo cuando la vida parecía haber encontrado un equilibrio, algo inesperado sucedió.
Era una tarde lluviosa cuando Carlota caminaba de regreso a su apartamento después de una reunión con un curador de arte. Estaba distraída, perdida en sus pensamientos sobre la nueva serie que estaba planeando, cuando lo vio.
Marcos estaba allí, de pie frente a su edificio, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en la entrada. Carlota se detuvo en seco, el corazón latiendo con fuerza mientras trataba de procesar lo que estaba viendo. "No puede ser," pensó, sintiendo cómo una ola de emociones se apoderaba de ella.
Marcos levantó la vista y la vio. Por un momento, ninguno de los dos se movió. Era como si el tiempo se hubiera congelado, como si los meses que habían pasado separados no existieran y fueran nuevamente dos personas atrapadas en el torbellino de lo que una vez compartieron.
–Hola, Carlota –dijo finalmente, su voz suave pero cargada de emoción.
Ella no respondió de inmediato. Había tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que quería hacer, pero no sabía por dónde empezar. Finalmente, encontró su voz.
–¿Qué haces aquí?
Marcos dio un paso hacia ella, con una expresión que mezclaba arrepentimiento y determinación. –He estado pensando mucho. En todo lo que pasó, en lo que dejé atrás… en ti. Y no podía seguir adelante sin intentar arreglarlo. Sin intentarlo contigo.
Las palabras de Marcos hicieron que el mundo de Carlota se tambaleara. Había soñado con este momento, con escuchar esas palabras, pero ahora que estaban frente a ella, no sabía cómo sentirse. Había cambiado tanto, crecido tanto, que no estaba segura de si podía volver a ser la persona que una vez fue con él.
–Marcos… –empezó, buscando las palabras–. Yo… no sé si esto es lo que quiero ahora. He pasado tanto tiempo reconstruyéndome. No puedo volver atrás.
Marcos asintió, como si esperara esa respuesta. –No quiero que vuelvas atrás, Carlota. Quiero conocerte ahora, como eres. Sé que fui yo quien se alejó, y entiendo si no puedes perdonarme. Pero estoy aquí porque todavía te amo. Porque no importa cuánto haya cambiado todo, mi corazón sigue siendo tuyo.
El silencio que siguió fue pesado, lleno de emociones no dichas. Carlota miró a Marcos, intentando descifrar si esas palabras eran suficientes para reparar lo que se había roto. Parte de ella quería correr hacia él, dejarse llevar por el amor que todavía sentía, pero otra parte sabía que no podía tomar esa decisión impulsivamente.
–Necesito tiempo –dijo finalmente, su voz temblando, pero firme–. He trabajado mucho para llegar hasta aquí. No puedo arriesgarme a perderme de nuevo.
Marcos la miró con ojos llenos de esperanza y tristeza. –Tómalo. Todo el tiempo que necesites. Pero por favor, no cierres la puerta del todo. Solo quiero una oportunidad para demostrarte que todavía podemos ser nosotros, de una forma nueva.
Carlota asintió, incapaz de decir más. Lo vio alejarse bajo la lluvia, y aunque su corazón estaba lleno de confusión, también sintió una chispa de algo que no había sentido en mucho tiempo: posibilidad.
Esa noche, Carlota no pudo dormir. Después de ver a Marcos frente a su edificio, todo su mundo parecía haber entrado en una especie de estado de suspensión. Se quedó en la cama, mirando al techo, intentando procesar todo lo que había pasado en esos pocos minutos. "Todavía te amo," había dicho él, y esas palabras, aunque llenas de emoción, se sentían como un eco distante de algo que había dejado atrás.
El amanecer llegó sin avisar, y Carlota se levantó de la cama sintiendo que su cuerpo pesaba más de lo habitual. Se envolvió en una manta y se sentó junto a la ventana con una taza de café, observando cómo la ciudad despertaba. Su mente volvía una y otra vez a la expresión de Marcos, a la mezcla de arrepentimiento y esperanza que había visto en sus ojos.
"¿Qué hago con esto?" pensó, mientras daba pequeños sorbos a su café. Había trabajado tanto para reconstruirse, para encontrar un equilibrio, y ahora Marcos estaba de vuelta, removiendo todo lo que había logrado ordenar.