Un viaje
Unos días después, mientras organizaban un taller, Luna pasó por el refugio para visitarlos. Siempre sabía cómo inyectar un poco de energía en cualquier ambiente, y esa tarde no fue la excepción.
—¿Cómo están mis dos artistas favoritos? —dijo, entrando con una caja de galletas que colocó en la mesa central.
Carlota sonrió, feliz de verla.
—Cansados, pero bien. Ya sabes, siempre corriendo de un lado a otro.
Luna se sentó junto a ella, mirándola con esa mezcla de cariño y curiosidad que siempre la caracterizaba.
—¿Y cómo están ustedes? No como socios, sino como pareja.
La pregunta tomó a Carlota por sorpresa, pero sabía que Luna siempre iba al grano cuando sentía que algo podía estar fuera de lugar.
—Estamos bien… creo. Bueno, hemos tenido algunas conversaciones difíciles últimamente, pero creo que es parte de esto, ¿no?
Luna asintió, ofreciéndole una galleta.
—Lo es. Pero también es importante que no se pierdan en todo lo que están construyendo juntos. Recuerda que una relación no solo se trata de superar problemas; también se trata de disfrutar el presente.
Las palabras de Luna resonaron en Carlota más de lo que esperaba. Se dio cuenta de que, en su esfuerzo por construir un futuro con Marcos, a veces olvidaban simplemente disfrutar lo que ya tenían.
Esa noche, Carlota decidió tomar la iniciativa para cambiar eso. Después de terminar su día de trabajo, organizó una cena sorpresa en su apartamento. No era nada extravagante, solo su comida favorita, velas en la mesa y una lista de reproducción suave que llenaba el espacio con una atmósfera cálida.
Cuando Marcos llegó y vio la escena, una sonrisa de sorpresa iluminó su rostro.
—¿Qué es todo esto?
Carlota se encogió de hombros, tratando de actuar con casualidad.
—Solo pensé que podríamos tomarnos una noche para nosotros. Sin trabajo, sin preocupaciones.
Marcos la miró con una mezcla de gratitud y amor que hizo que el corazón de Carlota se acelerara.
—Eres increíble, ¿lo sabes?
Durante la cena, hablaron de todo menos del refugio. Hablaron de sus sueños, de sus recuerdos favoritos, de las pequeñas cosas que les hacían felices. Fue una noche llena de risas y conexión, una que les recordó por qué se habían enamorado en primer lugar.
Al final de la velada, mientras estaban recostados juntos en el sofá, Marcos tomó la mano de Carlota y la besó suavemente.
—Gracias por esto. Lo necesitaba más de lo que sabía.
Carlota sonrió, acariciando su rostro.
—Yo también lo necesitaba. A veces nos olvidamos de lo importante que es simplemente estar juntos.
Las semanas que siguieron estuvieron llenas de momentos como ese. Carlota y Marcos trabajaron para encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades y su relación, y aunque todavía había días difíciles, cada uno sabía que el otro estaba allí, listo para apoyarlo.
En una tarde tranquila, mientras Carlota pintaba en su estudio, Marcos entró con una taza de café y se quedó mirándola trabajar.
—¿Qué pasa? —preguntó Carlota, sin dejar de pintar.
—Nada, solo me gusta verte en tu elemento. Siempre pareces tan viva cuando estás creando.
Carlota sonrió, volviendo la cabeza hacia él.
—Y tú siempre pareces tan paciente cuando me miras trabajar.
Marcos se rió suavemente, acercándose para besar su mejilla.
—Es fácil ser paciente cuando estoy contigo.
Carlota dejó el pincel y lo abrazó, sintiendo cómo todo lo que había estado construyendo con él tenía sentido.
El amor que compartían no era perfecto, pero era sincero, y eso era todo lo que necesitaban. En ese momento, Carlota supo que, aunque el camino fuera complicado, siempre valdría la pena caminarlo juntos.
El olor a café recién hecho llenaba el pequeño apartamento de Carlota. Era una de esas mañanas que recordaban a las primeras semanas de su relación con Marcos, cuando todo parecía un juego nuevo y emocionante. A pesar de los altibajos que habían enfrentado, Carlota no podía evitar sonreír al ver a Marcos en la cocina, concentrado en preparar el desayuno.
—¿Qué pasa? —preguntó él, sin levantar la vista de la sartén.
Carlota se encogió de hombros, apoyándose contra el marco de la puerta.
—Nada, solo estaba pensando en lo mucho que hemos cambiado desde que nos conocimos.
Marcos se giró, con una sonrisa que parecía contener todos los recuerdos de su historia juntos.
—Sí, hemos cambiado, pero eso es lo que hace que esto sea especial, ¿no? Saber que, a pesar de todo, seguimos aquí.
Carlota asintió, pero no pudo evitar sentirse un poco melancólica. Había algo en esa reflexión que la llevaba de vuelta a los inicios, a los días en que todo era nuevo y lleno de posibilidades, antes de que los miedos y las inseguridades complicaran las cosas.