La Esquina

37

Una vuelta movidita

La vuelta del viaje trajo consigo una sensación de calma y claridad que Carlota no había experimentado en mucho tiempo. El reencuentro con el refugio creativo y las rutinas familiares fue reconfortante, pero también le recordó la importancia de las personas que siempre habían estado a su lado. En especial, Luna y Alex, quienes, con su apoyo incondicional, habían sido un ancla en los momentos más difíciles.

Esa tarde, mientras ordenaba algunos materiales en el refugio, Luna apareció en la puerta, como siempre con su energía contagiosa y una bolsa de galletas en la mano.

—¡Extrañaba mis visitas espontáneas! —dijo Luna, entrando con una sonrisa y sentándose en uno de los bancos.

Carlota rió, dejando lo que hacía para sentarse junto a ella.

—Yo también te extrañaba, aunque hayas estado solo a unas calles de distancia.

Luna fingió estar ofendida, llevándose una mano al pecho.

—Qué cruel. Pero bueno, ahora que estás de regreso, quiero contarte algo.

Carlota levantó una ceja, intrigada.

—¿Qué pasa?

Luna tomó un sorbo de café de un termo que había traído consigo antes de responder.

—Alex y yo hemos decidido mudarnos juntos.

La noticia dejó a Carlota sin palabras por un momento. Aunque sabía que Luna y Alex compartían una amistad profunda y una complicidad que a menudo parecía ir más allá de lo platónico, nunca se había imaginado que darían ese paso.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Carlota, aun procesando la información.

Luna asintió, sonriendo con algo de nerviosismo.

—Sí, aunque no es exactamente lo que piensas. Alex y yo no estamos juntos como pareja, pero… hemos estado hablando mucho últimamente, y creo que ambos nos hemos dado cuenta de que somos mejores juntos. No de manera romántica, pero sí como equipo. Y después de todo lo que hemos pasado, siento que tiene sentido.

Carlota observó a Luna, notando la sinceridad en sus palabras.

—Eso es… inesperado, pero también tiene mucho sentido. Ustedes siempre han sido un gran apoyo el uno para el otro. ¿Y Alex cómo se siente al respecto?

Luna se encogió de hombros, sonriendo.

—Él fue quien lo propuso, en realidad. Y aunque al principio dudé, creo que esta es la mejor decisión para ambos. No estamos buscando algo romántico, sino un espacio seguro donde podamos ser nosotros mismos.

Carlota tomó la mano de Luna, sonriendo con cariño.

—Me parece perfecto. Ustedes siempre han sido un gran equipo, y sé que esto será algo maravilloso para ambos.

Por su parte, Alex también había estado reflexionando mucho sobre su vida y las decisiones que lo habían llevado hasta donde estaba. Aunque siempre había sido el más relajado del grupo, el tiempo lo había llevado a enfrentarse a preguntas más profundas sobre quién era y qué quería para el futuro.

Una noche, mientras cenaban juntos en el apartamento de Carlota, Alex decidió compartir algo que había estado guardando durante semanas.

—He estado pensando en mudarme definitivamente a otra ciudad —dijo, rompiendo el silencio mientras jugaba con su tenedor.

Marcos levantó la vista, sorprendido.

—¿Y eso?

Alex suspiró, dejando el tenedor sobre la mesa.

—Creo que necesito un cambio. No sé, siento que he estado atrapado en lo mismo por mucho tiempo, y aunque amo estar aquí con todos ustedes, también siento que hay algo más allá que necesito explorar.

Carlota lo miró con una mezcla de tristeza y comprensión.

—¿Y ya tienes un lugar en mente?

Alex asintió, sonriendo levemente.

—Sí, una ciudad costera. No es tan diferente de este lugar, pero también es completamente nueva para mí.

Luna, que estaba sentada a su lado, le dio un codazo amistoso.

—¿Eso significa que nuestro plan de mudarnos juntos está cancelado?

Alex rió, aunque en su mirada había un destello de arrepentimiento.

—Por ahora, sí. Pero eso no significa que deje de ser tu compañero en todo lo demás.

Luna sonrió, aunque Carlota notó una sombra de melancolía en sus ojos.

Con el tiempo, las decisiones de Luna y Alex comenzaron a tomar forma. Luna, a pesar de la noticia de Alex, decidió seguir adelante con su propio proceso de crecimiento. Encontró un pequeño apartamento cerca del refugio creativo y comenzó a enfocarse más en su pasión por la fotografía. A menudo, pasaba horas en el refugio, capturando momentos espontáneos de los talleres y las exposiciones, convirtiéndose en una especie de cronista visual de todo lo que ocurría allí.

Por su parte, Alex continuó preparándose para su mudanza, despidiéndose lentamente de los lugares y las personas que habían sido parte de su vida durante tanto tiempo. Aunque la idea de irse le resultaba agridulce, sabía que era el paso correcto para él.




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