Tiempo
Para Carlota y Marcos, la vida comenzó a tomar un ritmo más estable. El refugio seguía siendo su proyecto principal, pero también encontraron maneras de dedicar tiempo a sí mismos. Carlota comenzó a trabajar en una nueva serie de cuadros que exploraban el concepto del hogar, inspirada por la conexión que había encontrado no solo con Marcos, sino también con sus amigos y consigo misma.
Una noche, mientras trabajaban juntos en la planificación de un nuevo taller, Marcos se detuvo de repente, mirando a Carlota con una intensidad que la hizo dejar lo que estaba haciendo.
—¿Qué pasa? —preguntó, levantando una ceja.
Marcos se acercó, tomando sus manos entre las suyas.
—Solo estaba pensando en lo mucho que significas para mí, en lo mucho que hemos construido juntos. Y… en lo mucho que quiero seguir construyendo contigo.
Carlota sintió cómo su respiración se aceleraba, el tono en su voz era distinto, lleno de algo que no podía identificar del todo.
—Marcos…
Él la interrumpió, sonriendo suavemente.
—No, déjame terminar. Carlota, sé que nuestra relación no ha sido perfecta, pero creo que eso es lo que la hace tan real. Hemos aprendido, crecido y superado tanto juntos, y cada día me doy cuenta de cuánto quiero que seas parte de mi vida, no solo ahora, sino siempre.
Carlota sintió cómo las lágrimas llenaban sus ojos mientras él sacaba un pequeño estuche de su bolsillo.
—Quiero que hagamos esto oficial, Carlota. No solo como compañeros de vida, sino como socios en todo.
Marcos abrió el estuche, revelando un anillo sencillo pero hermoso, que reflejaba perfectamente la esencia de su relación: simple, honesto y lleno de significado.
Carlota se llevó una mano a la boca, incapaz de hablar al principio. Finalmente, asintió, con una sonrisa que lo decía todo.
—Sí, Marcos. Sí, quiero seguir construyendo contigo.
El compromiso de Carlota y Marcos marcó el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, una que prometía estar llena de desafíos, pero también de amor y crecimiento. Mientras caminaban juntos hacia el futuro, sabían que no importaba lo que viniera, siempre tendrían el uno al otro.
Y eso, para ellos, era más que suficiente.
Las semanas después del compromiso de Carlota y Marcos se sintieron como un sueño tranquilo, una pausa serena en el torbellino que había sido su relación en el pasado. Aunque el refugio creativo seguía ocupando gran parte de su tiempo, ahora existía una claridad entre ellos que hacía que todo pareciera más ligero. Habían llegado a un lugar donde no solo se entendían, sino que también aceptaban las complejidades del otro, permitiendo que esas imperfecciones enriquecieran lo que compartían.
Una tarde, mientras Carlota trabajaba en su estudio, recibió una llamada de Luna. Su amiga rara vez llamaba, pues prefería aparecer de improviso, así que Carlota supo de inmediato que había algo importante.
—¿Pasa algo? —preguntó, preocupada.
Del otro lado de la línea, la voz de Luna sonaba emocionada, aunque con un toque de nerviosismo.
—Sí, pero algo bueno. ¿Tienes un momento para que hablemos en persona?
Carlota dejó el pincel en la mesa y salió a encontrarse con Luna en un pequeño café cercano. Cuando llegó, encontró a su amiga con un cuaderno en las manos, que parecía haber estado hojeando mientras esperaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Carlota, sentándose frente a ella.
Luna sonrió, extendiéndole el cuaderno.
—Quiero mostrarte algo.
El cuaderno estaba lleno de fotografías, notas y bocetos que documentaban los últimos meses de Luna, desde su vida en el refugio creativo hasta los momentos más íntimos en su nueva etapa independiente. Había imágenes de personas sonriendo durante los talleres, de niños pintando con colores vibrantes, y otras más personales, como un autorretrato de Luna frente a su ventana.
—Es hermoso, Luna. Pero ¿qué significa todo esto?
Luna se mordió el labio antes de responder.
—Significa que quiero hacer una exposición. Mi propia exposición. Siempre he apoyado el trabajo de los demás, pero creo que es hora de que muestre lo que he estado haciendo, lo que soy.
Carlota sintió una oleada de orgullo por su amiga.
—Eso es increíble, Luna. Sabes que tienes todo mi apoyo para hacerlo. ¿Qué necesitas?
Luna exhaló con alivio, como si llevara semanas conteniendo el aire.
—Solo necesitaba saber que no estaba loca por intentarlo.
Carlota tomó su mano, sonriendo.
—No estás loca. Estás creciendo. Y es exactamente lo que deberías hacer.
Mientras tanto, Alex, aunque físicamente distante, seguía siendo una presencia importante en la vida de todos. Había comenzado a enviar mensajes más frecuentes, compartiendo fotos y actualizaciones sobre su nueva ciudad. En sus palabras, se notaba un entusiasmo que Carlota no había visto en mucho tiempo.