Capítulo 4
La noche estaba en silencio. O al menos, el mundo exterior lo estaba.
Dentro de mí, en cambio, había un torbellino imposible de calmar.
Había algo en esos mensajes que me inquietaba, pero no de la forma en que debería. No era miedo exactamente. Era más bien esa sensación de reconocer una melodía sin saber de dónde viene. Como si una parte de mí supiera quién estaba al otro lado de la pantalla, pero se negara a aceptarlo.
Pasaron horas hasta que reuní el valor para escribir de nuevo.
> “¿Cómo sabés tanto sobre mí?”
No tuve que esperar mucho esta vez.
> “Te leo.”
Tragué saliva.
> “Eso no tiene sentido.”
> “Tal vez sí.”
Apoyé el teléfono sobre la mesa y me froté los ojos. No sabía qué responder. No sabía si quería seguir. Y sin embargo…
> “¿Por qué me escribís?”
> “Porque te encuentro en cada palabra que escribo.”
Mi pecho se comprimió. Había algo en esa frase que me resultaba familiar. No el significado, sino la forma en que estaba escrita. Como si ya la hubiera leído antes. Como si…
Mis dedos se detuvieron sobre la pantalla.
Mi propia voz me susurró en la mente, recordándome algo que había escrito hace mucho, en un diario viejo, en una hoja que creí olvidada:
"A veces siento que nadie me ve, pero tal vez alguien me encuentra en mis palabras."
Esa frase.
No podía ser una coincidencia.
Levanté la vista. Mi reflejo en la ventana me devolvió una mirada inquieta. Y, por primera vez, me pregunté si realmente quería conocer la verdad.
Porque si esa persona sabía cosas que jamás compartí… tal vez significaba que nunca estuve tan sola como creía.
Y eso era lo que más miedo me daba.