Capítulo 10
Mi nombre.
Ahí, en la libreta.
Pero no tenía sentido.
Me repetí a mí misma que debía haber una explicación lógica. Tal vez lo había escrito en un momento de distracción, sin pensar. Tal vez era solo una coincidencia, un error de mi propia mente.
Pero entonces, ¿por qué sentía ese frío recorriéndome la espalda?
¿Por qué una parte de mí estaba segura de que no era un error?
Me obligué a respirar hondo. Necesitaba respuestas.
Fui hasta el viejo escritorio de mi habitación y abrí el primer cajón. Revistas, cartas sin abrir, papeles arrugados. Nada útil.
El segundo cajón.
Unas fotos.
Las tomé con las manos temblorosas.
Eran imágenes de mi infancia. Yo en el parque, yo en un cumpleaños, yo con mis padres. Todo parecía normal… hasta que me di cuenta de un detalle.
No había fotos mías sola.
Siempre había alguien más.
Alguien cuyo rostro, por alguna razón, no podía enfocar bien.
Pasé las imágenes con desesperación. En cada una de ellas, esa figura estaba ahí. A veces solo una sombra al fondo, a veces una silueta medio cortada en el borde. Pero siempre presente.
¿Quién era?
¿Por qué mi mente se negaba a verlo?
Sentí el pulso acelerarse cuando encontré una foto diferente a las demás. Estaba vieja, más gastada que el resto. Era de mi habitación, de este mismo lugar. Pero lo que me hizo soltarla de golpe fue otro detalle.
La libreta roja estaba ahí.
En la foto.
Sobre el escritorio.
Abierta en una página que no podía leer.
El teléfono vibró.
No quería mirar.
Pero lo hice.
> “Dejá de buscar.”
El aire se volvió irrespirable.
Porque ahora entendía algo.
No era la primera vez que intentaba recordar.
Y tampoco era la primera vez que alguien trataba de detenerme.