Capítulo 11
Mi corazón latía con fuerza.
No podía quedarme quieta.
El mensaje seguía en la pantalla de mi celular: "Dejá de buscar."
Pero ya no podía hacerlo.
Tomé la libreta y salí de mi habitación con pasos apresurados. Necesitaba hablar con alguien, alguien que me conociera lo suficiente como para ayudarme a entender qué estaba pasando.
Mamá estaba en la cocina, revolviendo su café con calma.
—Mamá… —mi voz sonó más inestable de lo que quería—. Necesito hacerte una pregunta.
Levantó la mirada, con una expresión tranquila.
—¿Qué pasa, mi amor?
Apreté la libreta contra mi pecho.
—¿Alguna vez… mencioné esta libreta? ¿O alguien más la ha visto?
Su expresión no cambió. Pero el silencio se alargó demasiado.
—No lo sé —respondió finalmente, volviendo la vista a su café—. Tenés muchas libretas.
—No, pero esta… —tragué saliva—. Esta es especial. La he tenido desde hace mucho, ¿no?
—Supongo —dijo con tono distraído—. ¿Por qué preguntás?
Abrí la boca, pero algo en su tono me detuvo.
Mamá no era así.
Siempre me preguntaba más, siempre quería detalles.
Pero ahora… estaba evadiendo el tema.
—Nada —mentí, retrocediendo un paso—. Solo curiosidad.
Salí de la cocina con la piel erizada.
Mamá estaba ocultando algo.
Me encerré en mi cuarto y abrí la libreta con manos temblorosas. Volví a la página donde estaba mi nombre. Pero ahora…
Ya no estaba.
El papel estaba en blanco.
Como si nunca hubiera escrito nada ahí.
No. No podía ser.
Busqué mi celular y tomé una foto de la página en blanco. Tenía que asegurarme de que no estaba imaginando cosas.
El teléfono vibró antes de que pudiera guardarlo.
Un nuevo mensaje.
> “No sirve de nada sacar fotos. No es la libreta la que cambia.”
Me quedé sin aire.
> “¿Entonces qué?”
La respuesta tardó un poco más.
> “Sos vos.”
La libreta cayó de mis manos.
Algo me decía que, por mucho que tratara de huir, esta historia ya no era solo mía.