Capítulo 22
El casete pesaba más de lo que debería.
Como si llevara dentro algo más que una simple grabación.
Caminé sin rumbo, aferrándome a la esperanza de encontrar algo.
Una señal. Una guía.
Cualquier cosa que me acercara a Lucía.
Y entonces la vi.
Una pequeña tienda al borde del pueblo.
La recordaba… apenas.
En el mundo real estaba abandonada, reducida a cenizas después de un incendio años atrás.
Pero aquí, en este lugar suspendido entre el tiempo y la memoria…
seguía intacta.
Empujé la puerta. Un timbre sonó, largo y agudo.
Me estremecí.
Todo en su interior estaba cubierto de polvo, pero funcionaba.
Las luces parpadeaban.
Y en una estantería, como si me esperara, había una grabadora antigua.
Coloqué la cinta con manos temblorosas.
Presioné "play".
Silencio.
Después, un clic.
Y entonces, mi voz.
—Si estás escuchando esto… entonces ya cruzaste.
Lo siento.
Contuve el aliento.
—No tengo mucho tiempo. Las cosas allá… no son lo que parecen. Todo lo que recordás, todo lo que viviste… fue solo una parte del ciclo. Cada vez que llegás acá, olvidás algo. Y cada vez que volvés, perdés un poco más.
Un golpe, como si algo hubiese chocado contra la grabadora.
Luego mi voz bajó, más temblorosa.
—Lucía no está perdida… pero no es ella quien te va a encontrar.
Tenés que recordar el sonido. Solo eso puede abrir la grieta.
Y tenés que hacerlo antes de que la Sombra te vea.
La grabación se cortó.
Pero antes de apagarse por completo, una última frase, casi susurrada:
—Ella ya sabe que estás acá.
La cinta se detuvo.
Y la luz de la tienda parpadeó una vez más…
antes de apagarse del todo.
Me quedé quieta.
El corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo.
Y entonces, fuera de la tienda, una figura cruzó la calle.
Lenta.
Oscura.
Como un eco de algo que había olvidado temer.
Me agaché.
Contuve la respiración.
Porque, por primera vez, entendí que no estaba sola.
Y que la Sombra ya me había visto.