La estación del silencio

Desaparecida

Capítulo 24

El eco de la melodía seguía en mi cabeza, aunque el órgano había quedado atrás.
Cada nota vibraba dentro de mí, como si hubiera estado ahí siempre, esperando ser recordada.

Seguí caminando sin rumbo, con el frío clavándose en mi piel.
Pero no era el frío del viento.
Era el frío de algo más profundo.
Algo que me decía que ya había estado aquí antes.

Entonces, sin aviso, mi mente se llenó de imágenes.

Un viejo casete.
Manos pequeñas rebobinándolo con un lápiz.
Lucía riendo.

—No, así no —me decía, quitándome el casete de las manos—. Si lo hacés muy rápido, se rompe.

Nos sentábamos en el suelo de su habitación, rodeadas de cintas y hojas con letras de canciones mal escritas.
Las dos tarareábamos esa melodía, la misma que ahora me perseguía.

—Es nuestra canción —decía Lucía—. Cuando la escuches, significa que no estás sola.

Mi pecho se apretó.

Había olvidado.
Había olvidado lo importante que era.
Esa canción era un mensaje.

Pero si era un mensaje…
¿por qué ahora sonaba como una advertencia?

Abrí los ojos de golpe.

El pueblo seguía vacío.
Pero algo había cambiado.

En la esquina de la calle, en un poste de luz, colgaba algo.

Un viejo casete.
Atado con un hilo rojo.

Me acerqué con el corazón en la garganta.

En la cinta, escrito con tinta negra, solo había una palabra:

"ESCUCHÁ."

Lo tomé con cuidado.
Y justo en ese momento, sentí una presencia detrás de mí.

Mi sombra se alargó en el suelo, deformándose.
Como si algo estuviera de pie a mis espaldas.

No me atreví a girarme.

Porque esta vez…
sabía que no estaba sola.



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En el texto hay: escritora y desaparición misteriosa

Editado: 05.04.2025

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