Capítulo 25
Corrí.
No sabía hacia dónde, solo que no podía quedarme ahí.
El casete apretado en mi mano.
El hilo rojo aún colgando de él, como si marcara el inicio de un destino que no entendía.
Atrás, los pasos.
Lentos.
Constantes.
Como si no necesitara apresurarse, porque sabía que al final… me alcanzaría.
Encontré refugio en una casa que parecía intacta.
Tenía ventanas limpias, flores muertas en los jarrones, y una atmósfera congelada en el tiempo.
Sobre una mesa de madera polvorienta, la vi.
Una grabadora.
La misma que usábamos cuando éramos chicas para grabar mensajes tontos, canciones inventadas, secretos.
Me senté frente a ella, temblando.
Metí el casete.
Presioné play.
Y entonces, su voz.
Lucía.
—Si estás escuchando esto, lograste llegar hasta el otro lado. Pero no es un triunfo. Es una trampa.
Mi garganta se cerró.
—Me atraparon usando tu voz. Usando tus recuerdos.
Vos pensás que me estás buscando, pero todo esto... esto fue diseñado para vos.
Para que volvieras.
Pausa. Una respiración entrecortada.
—Yo no soy el objetivo.
Vos lo sos.
Todo se detuvo por un segundo.
Sentí como si el suelo se quebrara bajo mis pies.
—Hay algo que siempre supe y nunca te dije —continuó Lucía—. No fue casualidad que nos conociéramos. No fue casualidad que nos separáramos.
La voz se volvió más tenue.
—Si querés detener esto… tenés que recordar el último día. Lo que viste. Lo que hiciste.
Solo así vas a entender por qué nunca pude volver.
Un golpe seco interrumpió la grabación.
Luego, un susurro que no era su voz:
—Ella ya te lo advirtió. Pero llegaste muy tarde.
Y la cinta se detuvo.
Me quedé en silencio.
Con el corazón acelerado.
Y una pregunta clavada como una espina:
¿Qué hice ese último día?
La puerta de la casa se abrió lentamente detrás de mí.
La Sombra había llegado.
Y esta vez… no pensaba esconderse.