Capítulo 29
Volví a la estación esa misma noche.
No porque quisiera.
Porque algo me arrastró.
Un presentimiento.
Una urgencia.
O quizás… una despedida.
La puerta estaba entreabierta.
La misma sala.
El mismo banco.
Pero esta vez, no estaba sola.
Ella.
Lucía.
De pie, como si el tiempo no le hubiera tocado ni un solo cabello.
—Pensé que nunca ibas a recordar —dijo con una voz que sonaba igual y distinta a la vez.
Yo no hablé.
No podía.
Tenía mil preguntas, pero ninguna salía.
Solo lágrimas en los ojos.
Dolor acumulado.
—No vine a quedarme —dijo—. Solo vine a advertirte.
—¿Advertirme de qué?
Lucía me miró como si supiera algo que yo aún no podía comprender.
Y entonces lo dijo:
—No era a mí a quien buscaban. Siempre fuiste vos. Desde el principio.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Todo este tiempo… —susurré— ¿me protegías?
Lucía asintió.
—Pero ya no puedo más. El juego cambió. Vos abriste la puerta, vos seguiste las pistas. Vos estás al centro de todo, aunque todavía no lo veas.
Dio un paso atrás.
—Y ahora… alguien tiene que desaparecer.
Quise correr hacia ella. Detenerla. Abrazarla.
Pero no llegué.
Un destello.
Un sonido agudo.
Un vacío repentino.
Lucía se desvaneció frente a mis ojos.
Como si nunca hubiera estado allí.
Como si siempre hubiera sido un fantasma de mi memoria.
Y detrás de mí…
Una figura.
Oscura.
Silenciosa.
La Sombra.
Me di vuelta.
Pero ya no estaba.
Solo quedaba su rastro.
Y una hoja escrita a mano, tirada en el suelo.
La tomé.
Y leí:
“No es el final, es el inicio.
Ahora que sabes quién sos, ellos vendrán por vos.
Corre mientras puedas.
Porque el próximo libro…lo escribirán sobre vos.”