La estrategia

2. Phoebe

Al terminar la semana Reneé me confesó sus planes para el sábado en la noche. Entre ella y todas sus amigas terminaron de convencerme, así que en compañía de Reneé, Madison y un par de maestras más fuimos a uno de esos clubs nocturnos más lujosos de la ciudad. No me dejaron pagar nada, lo que agradecí, pero tampoco pensaba beber ni una gota de alcohol.

Todas las amigas de Reneé fueron muy amables y divertidas conmigo. Yo había vivido toda mi vida en una pequeña ciudad, donde lugares como estos escaseaban, por lo que mi vestuario no era el más indicado. Por otro lado, las chicas sí se veían hermosas y atractivas, más que todo Reneé y Madison. Las otras dos maestras eran de mi edad, London era maestra de deportes, aparentaba ser una chica fuerte, suficiente y segura de sí misma. Y Piper que era maestra de preescolar, era más dulce, delicada y tímida.

Luego de cuatro canciones, y una pista de baile volvimos a nuestra mesa. Reneé levantó su vaso con una de esas sonrisas retorcidas que te hacían entender lo ebria que ya estaba una persona y exclamó:

—¡Esto está buenísimo!

—Tenía tiempo sin divertirme tanto—Madison tomó de su bebida también—. Phoebe, has sido una buena excusa para salir de fiesta.

Todas estábamos sentadas alrededor de una mesa redonda, cerca de la barra de bebidas. Seguro el barman no se olvidaría de nosotras, o por lo menos no de Reneé y Madison, tampoco de sus infinitos Martini. 

—Hacía mucho tiempo que no veía a Reneé ebria—London se echó a reír—. ¿Necesitamos venir más seguido?

—Por supuesto que necesitamos venir más seguido—Reneé sonrió tan picara como el alcohol se lo permitió cuando señaló hacia la barra con su barbilla—. Aquí hay hombres que valen la pena. Ese por ejemplo, está como para...

—¡Como para llevármelo a la cama! —exclamó Madison.

Las otras dos chicas se giraron y observaron al hombre del que hablaba mi tía. Mientras tanto me detuve a revisar la hora en mi reloj de mano.

—Tía, yo creo que ya es hora de volver—sugerí.

Enseguida Madison y Reneé pusieron mala cara.

—Querida, así no conseguirás un buen acoston, debes ser más abierta, en todos los sentidos—dijo Madison, sonriendo con picardía—. En las grandes ciudades como estas los hombres quieren divertirse.

—No le prestes atención—dijo London—. Siempre nos dice lo mismo a nosotras.

—Yo creo que Phoebe tiene razón, Madison, este lugar ya se está llenando mucho—añadió Piper.

—Déjanos admirar un poco más a ese semental.

Madison le susurró algo a Reneé en el oído y en respuesta ambas se echaron a reír.

A pesar de que London y Piper estaban de mi lado, no dejaban de observar embobadas al supuesto dios griego de la barra. Por lo que, finalmente la curiosidad pudo conmigo.

Así como ellas lo dijeron, un hombre estaba sentado en la barra. Usaba una camisa de vestir gris con los primeros tres botones desabrochados, y un pantalón negro. Desde donde estaba el color de su cabello se camuflajeaba con la oscuridad del local, pero cuando las luces led rozaron su rostro sospeché que era castaño. Estaba de perfil, pero su atractivo no disminuía para nada ante el ángulo. Me di cuenta de que él también me estaba mirando fijamente. Seguía mirándome, y seguía mirándome mientras se dedicaba a tomar de su bebida lentamente.

—¿Phoebe? —London zarandeó mi hombro.

Tan pronto como dejé de mirarlo salí rápidamente de mi retardo.

—¿Qué?

London frunció el ceño con una sonrisa divertida.

—Te quedaste mirando hacia al infinito y más allá, vaquera. ¿Te gustó Buddy?

—Deberíamos irnos ahora mismo—desvié su punta, y miré a Reneé para lograr ignorar la mirada de ese hombre.

—Opino lo mismo que Phoebe—coincidió Piper—. Ya es muy tarde.

Reneé rodó los ojos.

—Piper, eres una aguafiestas.

En ese momento Madison se dio cuenta de que Reneé estaba realmente pasada de copas. Reconoció que las 12am no era una hora prudente para que mujeres como nosotras estemos en la calle.

Dispuesta a irme me levanté de la silla, pero en ese momento Piper, London y Madison se quedaron en silencio y boquiabiertas. Creí que yo era el problema, pero cuando giré mi rostro por curiosidad me encontré con la imponente figura del hombre que antes estuvo en la barra. 

Al igual que todas ellas también quedé estupefacta, ahora él estaba cerca de nosotras y vino por su propia voluntad. Con su helada mirada azul me escaneó, era todavía más atractivo de cerca y eso me desorientaba. Por alguna razón, gracias a esa corriente eléctrica que sentí cuando vi sus ojos me levanté enseguida, como si se tratara del presidente.

Luego me sentí estúpida.

—Phoebe—me susurró Piper—. ¿Lo conoces? 

Llené mis pulmones de valiente aire para preguntarle qué hacía aquí, pero él habló primero.

—No nos conocemos, pero me gustaría que lo hiciéramos.

Había algo en su voz, algo profundo, algo oscuro e implícito que no pude descifrar. No me gustó en absoluto lo que su voz le hizo a mis piernas de gelatina.

—¿Quieres conocer a Phoebe? —London enarcó una ceja con picardía.

El repentino inquilino en nuestra mesa asintió.

—Me encantaría.

A pesar de lo guapo que pudiera ser, no me daba buena espina.

—Ya deberíamos salir de aquí—les dije a las chicas e ignoré lo que dijo él.

Cuando me levanté el hombre se hizo hacia un lado para que yo pudiera acercarme a Reneé.

—Entonces—repuso el misterioso Adonis—, me gustaría saber de ti en otro momento.

Es guapo, pero eso no le da derecho a ser confianzudo y engreído. Ahora me daba cuenta de que él estaba muy seguro de que yo iba a aceptar cualquier propuesta que me ofreciera solo porque es atractivo.

—No, gracias—contesté sin mirarlo.

Tomé a Reneé que todavía permanecía en shock gracias al alcohol, les hice seña a las demás para que se levantaran y con ayuda de Madison logré arrastrar a mi tía hacia la salida.




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