En el corazón de la gélida base siberiana, la imponente cámara que albergaba el núcleo de la flor negra pulsaba con una luz oscura y antinatural, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de roca. Lydia y Mauro irrumpieron en la vasta caverna, sus armas levantadas, sus ojos fijos en la ominosa masa orgánica. El aire vibraba con una energía cruda y poderosa, una sinfonía de la "purificación" que Zora estaba desatando sobre el mundo.
—Ahí está —dijo Lydia, su voz apenas un susurro de asombro y horror. Era mucho más grande de lo que imaginaba, una verdadera raíz del mal.
Mauro, con su habitual frialdad, evaluaba la estructura.
—El sistema de contención es complejo. Necesitaremos un punto de sobrecarga. Lydia, localiza el nodo principal.
Mientras Lydia se movía hacia un panel de control cercano, un estruendo metálico resonó en la caverna. Harry, habiendo forzado una entrada lateral a través de un conducto de desechos, apareció en la plataforma superior, su rostro una máscara de furia. Vio el núcleo de la flor, la fuente de la tortura de su hijo, y supo que no había vuelta atrás.
—¡Zora! —rugió Harry, su voz resonando en la caverna.
Desde una plataforma elevada, la líder Purificadora emergió, flanqueada por sus últimos hombres. Su sonrisa era cruel, sus ojos brillando con un fanatismo helado.
—Ah, el dragón. Has llegado justo a tiempo para presenciar el amanecer de una nueva era. La purificación es imparable.
En ese momento, las luces de la caverna parpadearon con violencia. Los monitores que mostraban el mapa global comenzaron a fallar. La transmisión de Zora se distorsionó. Era la contrafrecuencia de Theo y Mika.
—¡Malditos catalizadores! —siseó Zora, su rostro contorsionado por la ira—. ¡Bloqueen esa señal! ¡Activen las defensas de último nivel!
Los técnicos de Zora se apresuraron a ejecutar sus órdenes, pero la señal de Tokio era persistente, un pulso rítmico que interfería con su control.
En el penthouse de Tokio, Theo y Mika, con la ayuda de Elena, se lanzaron a su último y más arriesgado intento. El generador de contrafrecuencia zumbaba, pero la red de Zora estaba lanzando un ataque masivo para suprimir su señal.
—No es suficiente —dijo Theo, sus manos temblaban mientras observaba las lecturas—. Necesitamos una descarga masiva. Algo que rompa el muro de fuego.
Mika miró el vial de la flor negra que había estado amplificando.
—Hay que arriesgarlo todo, Theo. La muestra completa.
Theo asintió, su rostro decidido. Era una maniobra desesperada. Si inyectaban la muestra pura directamente en el generador, la sobrecarga podría destruirlos, quemar todo el penthouse o, peor aún, desatar un pulso incontrolable de la flor negra. Pero era la única opción.
Mika sostuvo el vial, sus ojos fijos en Theo.
—Juntos.
Elena, al ver la determinación en sus rostros, asintió con una mezcla de miedo y respeto.
—Yo manejaré los disyuntores de la red. Desconectaré el penthouse justo antes de la sobrecarga total. Les dará una ventana, pero será breve.
Con una respiración profunda, Theo y Mika colocaron el vial de la flor directamente en el punto de infusión del generador. El cristal se agrietó, y la esencia oscura de la flor se derramó en los circuitos. La luz del generador se volvió de un violeta brillante, pulsando con una energía cruda y descontrolada. La vibración era ensordecedora, recorriendo el cuerpo de Theo y amplificándose a través de Mika. Sus ojos se cerraron, concentrándose.
—¡Ahora! —gritó Theo, mientras Mika empujaba la energía con todo su ser.
Un pulso masivo de energía, una contrafrecuencia pura, se disparó desde el generador de Tokio, rompiendo el muro de fuego de Zora y dirigiéndose directamente hacia la Patagonia y Siberia.
En la cabaña de la Patagonia, Nicolai se convulsionó violentamente. La vibración que lo había torturado alcanzó un clímax, una disonancia brutal que resonó con su propia esencia. Luego, de repente, se detuvo. El frío comenzó a retirarse. El pulso del "faro" se había roto. Nicolai se desplomó, exahusto, pero la angustia en su rostro se había reemplazado por la paz. Elena corrió a su lado, abrazándolo con fuerza.
De vuelta en Siberia, en la caverna, la contrafrecuencia de Theo y Mika golpeó la base de Zora con la fuerza de un rayo. Los sistemas principales de los Purificadores parpadearon y se apagaron. La vibración de la flor negra en el núcleo se volvió errática, inestable.
—¡Imposible! —gritó Zora, sus ojos desorbitados por el impacto.
Harry, aprovechando el caos, se lanzó hacia Zora, su objetivo claro. Ella era la que controlaba la abominación. Lydia, con la distracción creada por la contrafrecuencia, encontró el nodo de sobrecarga del núcleo y comenzó a manipularlo con febril rapidez. Mauro, cubriendo a Lydia, neutralizó a los guardias restantes de Zora.
La contrafrecuencia de Theo había liberado a Nicolai y había desestabilizado el sistema de Zora. Ahora, era el momento de destruir la raíz del mal. La batalla final había comenzado.
El pulso masivo de la contrafrecuencia, nacido del coraje desesperado de Theo y Mika, reverberó en la caverna siberiana como un grito silencioso. Los sistemas de Zora parpadearon, sus monitores de "purificación" se volvieron caóticos, y el gigantesco núcleo de la flor negra en el centro de la caverna comenzó a vibrar con una intensidad alarmante. La mujer Purificadora, su rostro contorsionado por la rabia, rugió, pero su control se desvanecía.
Harry, un torbellino de furia y determinación, se lanzó contra Zora. Cada golpe era un eco de la angustia de Nicolai, cada patada, un reproche por la manipulación. Zora, hábil y fanática, se defendía con una ferocidad inaudita, pero la rabia de Harry era una fuerza imparable. La lucha era brutal, un ballet macabro de golpes y contragolpes, mientras los últimos hombres de Zora caían ante la eficiencia fría de Mauro.
Mientras Harry mantenía ocupada a Zora, Lydia se lanzó hacia el panel de control del núcleo. Sus dedos volaron sobre el teclado, la adrenalina corriendo por sus venas. El beso con Harry, la reprimenda de Mauro, el terror por Nicolai... todo se fusionó en una concentración absoluta. Sabía que un error significaría la catástrofe. Tenía que sobrecargar el núcleo, pero hacerlo sin desatar una reacción en cadena incontrolable que podría aniquilar la base y a todos ellos. Era un riesgo calculado, basado en años de estudio de la flor.
#828 en Thriller
#300 en Suspenso
#2339 en Otros
#410 en Acción
estrategia, mafia amor violencia, amor descilucion venganza y ciencia
Editado: 12.07.2025