La sala de control de Zora en la base de Asia Central zumbaba con una furia contenida. Sus monitores, aunque aún parpadeaban con la interferencia de la contrafrecuencia de Theo y Mika, mostraban que la conexión con el Núcleo Latente se fortalecía.
Harry y Lydia, observando desde las sombras del laboratorio secundario, sabían que el tiempo se agotaba. Zora no solo quería la energía de los catalizadores; los quería para que sirvieran como un puente directo para una "purificación" que reescribiría la vida misma.
—Tenemos que ir al centro de control —susurró Harry, su voz áspera—. Zora estará allí. Y el Núcleo Latente.
Lydia asintió, su mente ya trabajando en un plan.
—El Núcleo no es solo una fuente de energía, Harry. Es un punto de anclaje. Ella lo está usando para proyectar la influencia de la flor negra a un nivel molecular. Necesitamos una sobrecarga. Algo que inicie una reacción en cadena contenida y lo desactive sin liberar una plaga.
Mientras discutían la estrategia, una punzada aguda recorrió a Theo y Mika en el invernadero de Francia. La vibración de Zora, antes una furia desordenada, se había vuelto una pulsación rítmica, como un tambor de guerra que buscaba resonar con su propia esencia. Nicolai, sentado cerca, gimió, la conexión con Zora haciéndose dolorosamente clara.
—¡Está intentando forzar la conexión! —exclamó Theo, su rostro pálido—. ¡Quiere usarnos!
Mika apretó su mano, el miedo en sus ojos luchando contra la determinación. La pequeña muestra de la flor negra en la mesa parpadeaba erráticamente, reaccionando a la invasión de Zora.
—¡No lo permitiremos! —dijo Mika, su voz firme.
Elena, con el auricular en el oído, monitoreaba las transmisiones.
—Zora ha activado lo que llama "Protocolo Crisálida". Está intentando un enlace directo con los catalizadores.
Mauro, observando las lecturas, no mostró emoción, pero sus ojos estaban fijos en Theo y Mika. Ellos eran la primera línea de defensa, el escudo que protegía sus intereses.
Theo cerró los ojos, concentrándose. La contrafrecuencia que habían desarrollado era poderosa, pero Zora estaba golpeando con una fuerza brutal. Era una batalla de voluntades, una guerra de frecuencias que se libraba en un plano invisible.
—Si intentamos bloquearla directamente, nos sobrecargará —dijo Theo, sus dientes apretados—. Necesitamos desviar su energía. Engañarla.
Mika asintió.
—Canaliza tu vibración, Theo. Yo la amplificaré. Crearemos un señuelo. Una falsa resonancia que la atraiga y la desvíe de Nicolai.
Con la ayuda de Elena, quien activó un generador de respaldo para darles más potencia, Theo y Mika se concentraron. El amor que compartían, la profunda conexión que había florecido entre ellos, se convirtió en un escudo, una barrera contra la invasión de Zora.
La flor de prueba en la mesa comenzó a brillar con un resplandor constante, su luz estable y fuerte. La vibración de Theo se moduló, creando una señal que parecía idéntica a la de Nicolai, pero que era un espejismo, una trampa cuidadosamente tejida en el vasto tapiz de la energía de la flor negra.
En la base de Asia Central, Zora se inclinó sobre sus monitores, una sonrisa cruel extendiéndose por su rostro.
—¡Lo tengo! —exclamó—. La señal del Catalizador Primario. Es fuerte, pura. Los niños han respondido a mi llamado.
Sus técnicos se apresuraron a redirigir la energía, sin saber que estaban siendo engañados. La obsesión de Zora por la "pureza" de los catalizadores la había cegado ante la sutileza de la estrategia de Theo y Mika.
—Ahora, Harry —dijo Lydia, observando las lecturas en su tableta. La energía de Zora se estaba desviando, abriendo una ventana crítica—. La mayor parte de su atención está en el señuelo. Es nuestro momento.
Harry asintió, sus ojos fijos en la puerta del centro de control. La distracción de Theo y Mika les había comprado un tiempo precioso, un respiro que podría ser la diferencia entre la victoria y la derrota.
El eco de la obsesión de Zora había sido interceptado por el escudo de amor y la ingenio de una nueva generación.
La batalla final estaba a punto de comenzar.
La distracción forjada por Theo y Mika fue una cortina de humo invaluable. Harry y Lydia irrumpieron en el centro de control de Zora, sus armas levantadas, sus ojos escaneando cada sombra.
La sala era una maraña de pantallas parpadeantes, consolas avanzadas y el inconfundible zumbido de la flor negra.
Era el nido del dragón, y Zora estaba allí, manipulando sus controles, ajena por un momento a la amenaza inminente.
—¡Zora! —rugió Harry, su voz resonando en el vasto espacio.
La líder Purificadora se giró bruscamente, sus ojos gélidos fijos en Harry, luego en Lydia. Una sonrisa cruel y perturbadora se dibujó en su rostro.
—El perro rabioso y la marioneta del imperio —siseó Zora, su voz teñida de desprecio—. Pensaron que podían detener la purificación. Qué ingenuos.
Con un gesto rápido, Zora activó las defensas internas. Las paredes del centro de control se iluminaron con intrincados patrones de luz láser, revelando una serie de centinelas armados, ocultos hasta entonces en compartimentos secretos. Era un laberinto de muerte, diseñado para atrapar a los intrusos.
—Mauro, Theo, Mika, ahora —dijo Lydia a través de su comunicador, su voz firme mientras se cubría detrás de una consola.
En el château de Francia, Mauro asintió.
—Activando fase dos.
Theo y Mika, concentrados en el invernadero, sintieron la intensificación del peligro. El pulso de Zora se volvió aún más errático, su ira palpable.
—Está desesperada —dijo Theo, sus ojos brillando con concentración—. Quiere usarnos para potenciar el Núcleo Latente.
Mika asintió, su mano apretando la de Theo.
—Canalicemos el pulso directamente a las defensas de su centro de control. Una sobrecarga localizada.
Con la ayuda de Elena, que activaba los generadores de potencia del château, Theo y Mika enviaron una nueva ola de contrafrecuencia, más específica, más potente, un golpe dirigido al corazón de las defensas de Zora.
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Editado: 12.07.2025