La estrategia de perderte (4)

29

El aire andino era cortante, pero el calor de la determinación ardía en el pecho de Harry. El helicóptero de asalto de los Petrovich se acercaba a la ubicación de la base de Anya en los Andes, una fortaleza camuflada en la inmensidad de las montañas. Lydia, a su lado, monitoreaba las lecturas, sus ojos fijos en la pantalla que mostraba una concentración anómala de energía de la flor negra. La imagen de Zora, "perfeccionada" como anfitrión, era un recordatorio constante de lo que enfrentaban.

—La base está activa —dijo Lydia, su voz tensa—. Las lecturas son… extrañas. La flor negra no irradia su energía de forma coherente. Es como si estuviera fragmentada.

Harry asintió, su mirada escudriñando el terreno.

La sutileza de Anya era más peligrosa que la furia de Zora.

Ella no buscaba destruir, sino controlar.

Mientras tanto, en el Jardín de las Maravillas en Francia, Theo y Mika se concentraban en la pequeña muestra de la flor negra.

Sentían la presencia de Zora, ahora un resplandor fantasma, una frecuencia que no era suya, sino una modulación de Anya.

Era un pulso artificial, una canción de sirena que intentaba ahogar la sinfonía interna de armonía que habían creado.

—Anya está usando a Zora como una antena —dijo Theo, sus ojos cerrados, sintiendo la intrusión—. Está intentando conectar su conciencia directamente con la conciencia colectiva de la flor. Y a través de eso, con las mentes sensibles.

Mika asintió, su rostro pálido.

—Es como un virus mental. Está inyectando un código de control en la red. Si lo logra, todas las mentes conectadas a la flor serán suyas. Todos los catalizadores… y más allá.

Nicolai, en la Patagonia, se agitaba.

Sentía la presencia de Zora como un susurro familiar, pero ahora era un eco vacío, una marioneta que intentaba atraerlo.

Era el resplandor fantasma de una mente controlada.

—Ella… ella me llama —susurró Nicolai, sus ojos brillando con una luz extraña—. Dice que me mostrará el camino.

Elena lo abrazó con fuerza.

—Ignórala, mi amor. Es una mentira.

Theo y Mika sabían que tenían que actuar.

Su misión no era solo contrarrestar el ataque de Anya, sino también encontrar una manera de liberar a Zora de su control sin dañar la flor o la red global.

Era una cirugía psíquica a escala planetaria.

—Tenemos que ir al núcleo de la flor —dijo Mika, sus ojos fijos en la muestra—. Si podemos encontrar el punto de origen de la fragmentación, podemos revertirlo.

Theo asintió.

Era un riesgo inmenso.

Implicaba sumergirse en la conciencia fragmentada de la flor, un paisaje mental que Anya había pervertido. Pero era la única manera.

Juntos, cerraron los ojos y se concentraron, sus mentes fusionándose con la esencia de la flor negra, buscando el nexo de la perversión de Anya.

Mientras tanto, en los Andes, Harry y Lydia desembarcaron del helicóptero.

El aire era denso, cargado con una extraña energía.

La base de Anya era una fortaleza disimulada, sus entradas ocultas bajo ilusiones holográficas.

—Las defensas son activas —dijo Lydia, su tableta revelando una intrincada red de trampas energéticas y escudos—. Anya es brillante. Y paranoica.

Harry, usando su experiencia táctica, encontró una brecha en las defensas.

Era arriesgado, pero no tenían tiempo para un asalto frontal.

—Vamos por aquí —dijo Harry, señalando una abertura oculta en la ladera de la montaña.

Mientras avanzaban, una sensación opresiva comenzó a envolverlos.

Era el resplandor fantasma de Zora, una presencia helada que intentaba socavar su determinación, llenando sus mentes con dudas y miedos.

Anya los estaba atacando directamente, usando a Zora como un conducto para su manipulación.

Lydia sintió la invasión, una oleada de recuerdos dolorosos, de dudas sobre sus elecciones, sobre su lealtad a Mauro, sobre su "relación" con Harry.

El velo de Anya era una trampa emocional.

—Es una distracción —dijo Lydia, forzando las palabras—. No dejes que entre en tu cabeza, Harry.

Harry asintió, pero la visión de sus propios fracasos, sus arrepentimientos, se cernía sobre él.

La conciencia fragmentada de la flor, manipulada por Anya, era un arma terrible.

Estaban en el corazón de la bestia, y la batalla final no sería solo de fuerza, sino de mentes y emociones.

La base andina de Anya era un monumento a su obsesión.

Harry y Lydia se adentraron en sus entrañas, cada paso los sumergía más profundamente en un laberinto no solo de metal y hormigón, sino de memorias y miedos.

El resplandor fantasma de Zora, una presencia etérea y manipulada, se sentía más fuerte aquí, intentando sembrar discordia en sus mentes, magnificando sus dudas y arrepentimientos.

—Es un ataque directo a nuestra psique —murmuró Lydia, sintiendo la oleada de recuerdos dolorosos. Imágenes de su matrimonio con Mauro, la soledad, las decisiones que la habían separado de Harry, se proyectaban en el borde de su conciencia—. Está usando nuestras emociones.

Harry, por su parte, luchaba contra los fantasmas de sus propias fallas: la culpa por haber dejado a Lydia con los Petrovich, el peso de su pasado como soldado, las vidas que no pudo salvar, la vez que estuvo en prisión. La conciencia fragmentada de la flor negra, pervertida por Anya, era un campo minado emocional.

Pero en medio del caos mental, un débil pulso comenzó a resonar en sus mentes.

Era la sinfonía interna de Theo y Mika, un faro de armonía que se esforzaba por penetrar la oscuridad que Anya había creado.

En el Jardín de las Maravillas, Theo y Mika estaban sumergidos en una concentración profunda, sus mentes fusionadas con la flor negra.

Habían encontrado el nexo de la perversión de Anya, un punto central en la conciencia de la flor donde la fundadora estaba anclando su control.

—Es como un nudo —dijo Theo, sus cejas fruncidas por el esfuerzo—. Está tejiendo la conciencia de la flor con su propio trauma, con su dolor. Y con el eco de Zora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.