La estrategia de perderte (4)

Epílogo

La revelación de Anya y la inquebrantable determinación de Elena habían forzado un cambio.

La "estrategia" de Harry para olvidar a Lydia no se detuvo, pero su naturaleza cambió. Ya no era un asalto furtivo, sino una despedida prolongada, un último acto de amor para liberarla.

Había visto el dolor en los ojos de Elena, la angustia de Nicolai, y el peligro que su propio egoísmo había desatado.

La flor negra, en el Jardín de las Maravillas, sentía la complejidad de estas emociones.

La frecuencia de resentimiento disminuía, reemplazada por una melancolía profunda, una resonancia de renuncia y sacrificio.

Theo y Mika, con su conexión amplificada, lo sentían como una nota de despedida, un adiós a lo que pudo haber sido.

Harry, con el peso de la decisión en sus hombros, comenzó su doloroso adiós.

Cada gesto, cada palabra, estaba cargada de una intención dual.

En lugar de avivar las llamas de su pasado, comenzó a mostrarle a Lydia las crudas realidades de un futuro juntos: el constante peligro, la sombra de su propia vida errante, la imposibilidad de una paz genuina. Le recordó, sutilmente, la estabilidad que Mauro le ofrecía, el control de los Petrovich sobre sus vidas, la protección que él, a pesar de sus propios peligros, no podría garantizar.

No la acorraló con pasión, sino con la lógica brutal de su propia existencia.

Harry le habló de las noches en vela, de la constante huida, de la vida que Nicolai merecía y que él mismo no podía ofrecerle sin sacrificar su esencia.

La dejó ver la realidad de su vida, una que no podía compararse con la estructura y la seguridad que Mauro, con todos sus defectos, sí podía brindarle a una mujer como Lydia, dedicada a la ciencia y la estabilidad.

Lydia, en medio de este bombardeo de realidad, comenzó a sentir la verdad de las palabras no dichas de Harry. No era que él no la amara, sino que la amaba lo suficiente como para dejarla ir.

Su corazón se desgarraba con cada recuerdo evocado, con cada risa compartida, pero su mente científica, su pragmatismo, comenzó a pesar las balanzas.

Mauro, observando desde la distancia, notó el cambio en la dinámica.

Harry no estaba compitiendo; estaba concediendo.

La "estrategia" de Harry era un sacrificio de la ilusión, una retirada dolorosa pero necesaria. Y, para sorpresa de Mauro, funcionó de una manera que su propia fuerza nunca podría haber logrado.

Un día, en el laboratorio, mientras Harry y Lydia discutían un nuevo protocolo de seguridad para la flor, sus miradas se cruzaron.

Había una tristeza compartida en los ojos de ambos, una aceptación tácita.

—Mi lugar está aquí, Harry —dijo Lydia, su voz apenas un susurro, pero firme—. Con Theo, con Mika, con la flor. Y con Mauro.

Harry asintió, su propio corazón rompiéndose en mil pedazos, pero sabiendo que era lo correcto.

—Lo sé, Lydia. Cuídense.

Fue un final silencioso para una historia que nunca pudo ser.

No hubo gritos, ni reproches, solo una despedida forzada por la realidad y un amor que eligió el bienestar del otro por encima del propio.

Mientras tanto, la flor negra en el Jardín de las Maravillas pulsó con una nueva, e inquietante, frecuencia.

Había sentido la resolución de Lydia, la aceptación de Harry.

Había absorbido la energía de la rendición, el dolor del sacrificio.

La semilla de la discordia, que Anya había plantado, no se había desvanecido.

Se había transformado.

En su prisión de energía, Anya sonrió.

No una sonrisa de triunfo, sino de una fría satisfacción.

Había visto la "debilidad" del amor de Harry. Había presenciado el dolor de su renuncia. Y la flor, ahora más sensible que nunca a las emociones humanas, había respondido a esa intensidad.

—La lealtad… una ilusión poderosa —susurró Anya a la oscuridad de su celda—. Pero la obsesión… esa es la verdadera fuerza. Y la flor me ha mostrado cómo usarla. Cómo manipular la lealtad misma.

El símbolo de la flor negra estilizada con tentáculos parpadeó en las pantallas globales, pero esta vez, el rojo era más intenso, el púrpura más profundo. No era solo discordia, era una promesa insidiosa.

Anya había visto la ruptura de Harry y Lydia como una victoria, una prueba de que las emociones podían ser el arma más potente.

El amanecer de la obsesión había llegado.

La batalla contra Anya no sería solo por el control de la flor, sino por el alma de la humanidad misma, sus lazos más profundos y sus emociones más intensas.

El próximo capítulo en la saga de la flor negra estaba a punto de comenzar, y sería una prueba definitiva de la voluntad humana contra la manipulación de una mente que creía saberlo todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.