La aparición de la telaraña de lealtades en las pantallas no era una mera imagen; era la nueva realidad. Anya había desnudado los lazos más íntimos de sus vidas, y ahora, los hilos de esa red parpadeaban con las frecuencias de la obsesión que ella amplificaba.
En la oficina de Lydia, la verdad, brutal y sin adornos, se cernía sobre ella y Mauro. La fortaleza resquebrajada de su corazón ahora se enfrentaba a una batalla en el plano más personal.
—No es un ataque físico —dijo Lydia, su voz tensa, mirando la pantalla que mostraba la red—. Está intentando manipular nuestra lealtad, Mauro. La tuya hacia mí, la mía hacia ti. La de Harry, la de Elena…
Mauro apretó los puños.
Su obsesión por el control, ahora magnificada por Anya, no le permitía aceptar esta vulnerabilidad.
—¡No lo permitiré! ¡Mis defensas mentales son inquebrantables!
Pero Lydia sabía que no se trataba de fuerza bruta.
Se trataba de sutileza.
De susurros.
De dudas sembradas en el subconsciente.
En el Jardín de las Maravillas, Theo y Mika sentían la telaraña de lealtades con una claridad aterradora.
La flor negra irradiaba un eco distorsionado de cada relación, un espejo retorcido de los afectos y deberes. El color azul hipnótico se intensificaba, pero ahora, se mezclaba con matices de verde, indicando envidia; de amarillo, significando posesividad.
—Ella está alterando la percepción —explicó Theo, sus ojos fijos en los patrones de energía—. Está haciendo que las personas duden de sus propias lealtades, o que las magnifiquen hasta la obsesión.
Mika asintió, su rostro sombrío.
—Por ejemplo, la lealtad de Mauro a Lydia como esposa y científica puede convertirse en posesión. Y la lealtad de Harry a Elena, puede verse empañada por su obsesión por Lydia.
Los jóvenes sabían que tenían que actuar.
Su misión era contrarrestar la seducción silenciosa de Anya.
No podían luchar contra la manipulación emocional con fuerza; necesitaban una nueva forma de resistencia.
—Tenemos que enviar frecuencias de claridad y confianza a través de la red —dijo Mika, su voz resuelta—. Crear un "cortafuegos" emocional que proteja a las personas de la distorsión de Anya. Pero será difícil.
Theo asintió.
Era una guerra de información emocional, y Anya tenía la ventaja de la sorpresa y el conocimiento íntimo de sus objetivos.
En la Patagonia, Harry sintió el cambio.
Su obsesión por Lydia, que había sido un tormento silencioso, comenzó a manifestarse de formas más activas. Se encontró enviándole mensajes de texto con excusas triviales, buscando oportunidades para llamarla bajo el pretexto de asuntos de la flor. La telaraña de lealtades de Anya estaba tejiendo un hilo más fuerte entre él y Lydia, mientras, al mismo tiempo, sembraba dudas sobre su propia relación con Elena.
Elena lo notó.
La atención de Harry se desviaba, su mente ya no estaba completamente presente.
La tensión entre ellos era palpable, un eco distorsionado de su propia relación que Anya estaba amplificando.
Una tarde, mientras Harry estaba absorto en su comunicador, Elena se le acercó.
—¿Estás hablando con Lydia, Harry? —preguntó Elena, su voz tranquila pero con una frialdad que Harry ya reconocía.
Harry se sobresaltó, bajando el comunicador.
—Estamos coordinando la seguridad de la flor, Elena. Es vital.
Elena sonrió, una sonrisa sin alegría.
—¿Y por qué esa "coordinación" siempre te deja con esa mirada de cachorro perdido? Esa obsesión que te está consumiendo, Harry. Anya la está alimentando. Y si sigues así, ella no solo te arrebatará el control de tus emociones, sino también lo poco que nos queda de nosotros.
La verdad de las palabras de Elena golpeó a Harry, pero la obsesión ya había echado raíces profundas.
Era como si dos voces lucharan dentro de su cabeza: la de Elena, que le mostraba la realidad, y el eco distorsionado de Anya, que le susurraba promesas de un amor inalcanzable.
La telaraña de lealtades se extendía, sus hilos invisibles tirando y aflojando las cuerdas de las emociones humanas.
Anya no buscaba la destrucción, sino el control absoluto. Y la prueba de fuego de la lealtad, en un mundo donde las emociones eran las nuevas armas, apenas había comenzado.