La estrategia: El final (5)

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El Jardín de las Maravillas vibraba con el Grito del Vínculo de Theo y Mika, un testamento de su resistencia inquebrantable. Aferrados el uno al otro, sus mentes formaban una última barrera contra el ataque psíquico de Anya. La flor negra pulsaba con una furia descontrolada, pero su centro, el nexo de la conexión de los catalizadores, se mantenía firme, envuelto en una luz plateada que era pura voluntad.

En el penthouse de Tokio, la sala de control de Mauro se había transformado en un cuartel de guerra improvisado.

Lydia, con los ojos fijos en los signos vitales de Theo y Mika, luchaba contra el terror. La urgencia de la situación había disuelto las tensiones entre ella y Mauro, forzándolos a una colaboración desesperada.

—¡Tenemos que darle los códigos a Harry! —exclamó Lydia, su voz tensa—. ¡Es nuestra única oportunidad!

Mauro, visiblemente pálido, dudó un instante.

Darle a Harry acceso a la prisión de Anya era arriesgado, pero la vida de los chicos estaba en juego. Su obsesión por el control cedió ante el instinto paternal.

—¡Comuníquenme con Harry! ¡Ahora!

La comunicación se estableció.

La imagen de Harry apareció en la pantalla, su rostro grave. Elena estaba a su lado, la preocupación grabada en su expresión, pero su determinación era un pilar.

—Harry, tienes los códigos de acceso a la celda de contención de Anya —dijo Mauro, su voz tensa—. Necesitas aplicar una frecuencia silenciosa. Es una sobrecarga neural localizada, desarrollada por Veritas para… neutralizar mentes poderosas sin daño permanente.

Harry asintió, su mente ya procesando la información, los protocolos activándose en su memoria.

—Entendido. Necesitaré un punto de acceso directo. ¿Cuál es la ubicación más cercana a la prisión con un enlace seguro a la red de Veritas?

Lydia intervino.

—Hay un antiguo nodo de comunicación subterráneo a dos kilómetros de la prisión. Es remoto, pero tiene un enlace directo a su celda. Está abandonado, pero los sistemas deberían seguir operativos.

Mientras Harry y Elena se preparaban para la peligrosa misión, Theo y Mika sentían que sus fuerzas flaqueaban.

El grito del vínculo era cada vez más débil.

Anya, en su prisión de estasis, percibió su agotamiento. Su rostro en los monitores se contorsionó en una sonrisa cruel.

—¡Es inútil! —resonó la voz psíquica de Anya, una última oleada de energía arremetiendo contra los catalizadores—. ¡El vínculo se romperá! ¡Y con él, su patética claridad!

La luz plateada alrededor de Theo y Mika parpadeó, amenazando con extinguirse.

Las alarmas en el laboratorio de Mauro sonaron a todo volumen.

En la Patagonia, Harry y Elena ya estaban en movimiento.

Conducían a toda velocidad por caminos montañosos, las coordenadas del nodo de comunicación grabadas en la mente de Harry.

La vida de Theo y Mika, el futuro de la flor negra, el destino de la humanidad… todo se reducía a esta última, desesperada maniobra.

La falla en la confianza y el secreto impuesto los habían dejado vulnerables, pero ahora, sus destinos se entrelazaban en un último esfuerzo.

Finalmente, llegaron a una entrada oculta en la ladera de una montaña, una puerta de acero oxidado que protegía el antiguo nodo.

Harry, con la ayuda de Elena, forzó la entrada.

El interior era oscuro y polvoriento, pero los paneles de control aún brillaban con un tenue resplandor.

Harry se lanzó sobre ellos, sus dedos bailando sobre el teclado, introduciendo los códigos que Mauro le había dado.

Cada segundo era crucial.

Anya, sintiendo una perturbación en su conexión, su sonrisa se desvaneció.

—¡No! ¿Qué están haciendo? —Su ataque contra Theo y Mika vaciló por un instante, su concentración dividida.

Harry encontró la interfaz para la celda de contención de Anya. Con un último aliento, activó la frecuencia silenciosa. Una onda de energía invisible e indetectable se disparó a través de la red de Veritas, directamente a la mente de Anya. No era destructiva, sino anulatoria, diseñada para silenciar su actividad psíquica sin causar daño cerebral.

En la prisión, Anya gritó.

No un grito psíquico, sino un sonido gutural y humano que reverberó en las paredes de su celda. Su cuerpo se sacudió violentamente en la estasis, y la obsesión que había proyectado a través de la flor negra se interrumpió abruptamente. Sus ojos, que habían brillado con una furia implacable, se cerraron, y su presencia mental se desvaneció por completo de la red de la flor.

En el Jardín de las Maravillas, la presión sobre Theo y Mika se disipó. El Grito del Vínculo disminuyó, y la luz plateada que los envolvía se estabilizó, volviendo a su brillo sereno. Exhaustos, pero a salvo, cayeron al suelo, sus respiraciones agitadas.

En el laboratorio de Tokio, Lydia dejó escapar un suspiro de alivio, las lágrimas corriendo por su rostro. Mauro cerró los ojos, el peso de la decisión desapareciendo de sus hombros.

Harry y Elena, en el oscuro nodo, se miraron, agotados pero triunfantes.

La amenaza inmediata había sido contenida.

Pero la flor negra seguía ahí, un espejo de la conciencia humana. Y aunque Anya había sido silenciada, el eco del trauma, las verdades envenenadas que había expuesto, y la telaraña de lealtades que había tejido, aún persistían.

La estrategia: El Final de Anya había sido frustrada, pero la lucha por la confianza y la autenticidad apenas había comenzado.




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