La estrategia: El final (5)

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La nueva normalidad, tejida con las sombras resplandecientes de los deseos subconscientes, comenzó a revelar sus grietas. El legado de la niebla que emanaba de la flor negra no era una manipulación obvia como la de Anya, sino un espejo de los deseos tan convincente que la realidad se volvía un concepto maleable. Los Petrovich, inicialmente aliviados por la calma post-Anya, empezaron a sentir una disonancia sutil, un susurro de la ilusión que les decía que algo no estaba del todo bien.

En el Jardín de las Maravillas, Theo y Mika fueron los primeros en percibir la verdadera naturaleza de la amenaza. La flor negra no mostraba las pulsaciones erráticas de la discordia, sino una cadencia constante, hipnótica, que reflejaba los anhelos humanos.

Veían los "pequeños milagros" manifestarse: un agricultor soñando con una lluvia perfecta que se materializaba al día siguiente, un científico frustrado que "descubría" la solución a su problema más complejo en un momento de inspiración súbita.

—No es una coincidencia —dijo Theo, sus ojos fijos en los patrones de luz de la flor—. Los deseos de la gente se están manifestando. La flor está respondiendo a la conciencia colectiva, pero no de forma consciente. Es… un reflejo.

Mika asintió, su rostro serio.

—Sí, pero ese reflejo está borrando la línea entre la realidad y el deseo. La gente está obteniendo lo que quiere, pero ¿a qué costo? La falla en la confianza podría volverse absoluta si no hay un ancla a la verdad.

Intentaron comunicar esto a Lydia y Mauro, pero era una verdad difícil de articular.

¿Cómo explicas que los deseos se están haciendo realidad de forma incontrolable? Sonaba a locura, o a una bendición inexplicable. El secreto impuesto sobre la flor, que mantenían a salvo al mundo de la verdad de Anya, ahora les impedía ser completamente transparentes sobre este nuevo peligro.

En el penthouse de Tokio, Lydia se encontró atrapada en un torbellino de intuiciones científicas milagrosas. Su investigación avanzaba a pasos agigantados, como si la flor le susurrara las respuestas. Pero un murmullo de la duda comenzó a infiltrarse en su mente racional. Sus soluciones eran demasiado perfectas, demasiado rápidas. ¿Era su genio, o algo más?

Mauro también experimentaba el lado "positivo" de esta influencia. Sus decisiones de negocios eran impecables, sus inversiones prosperaban, y su control sobre Veritas se sentía más sólido que nunca. Sin embargo, su obsesión por el poder, aunque ya no amplificada malignamente, se sentía extrañamente validada por estos éxitos inexplicables. Empezó a sospechar que algo estaba detrás de esta racha de buena suerte. No era la manipulación de Anya, pero ¿qué era?

En la Patagonia, la nueva normalidad era aún más evidente para Harry y Elena. Harry, a pesar de sus esfuerzos conscientes por fortalecer su lealtad a Elena, se sentía arrastrado por los vívidos sueños de Lydia, que ahora incluían conversaciones enteras, miradas de complicidad, y sensaciones tangibles.

Era como si su mente estuviera construyendo una realidad paralela, alimentada por la flor. Elena, aunque no compartía sus sueños, sentía la distancia emocional que regresaba. El eco del trauma de Harry regresaba con el deseo de volver a su obsesión inicial.

Una tarde, mientras observaban a Nicolai dibujar en la arena, dejó caer su pequeña réplica de la flor.

—Pa —dijo Nicolai, su voz llena de una sabiduría inusual—. La flor… está haciendo que los deseos se sientan reales. Los tuyos también.

Las palabras de Nicolai golpearon a Harry como un rayo. El susurro de la ilusión se hizo un grito en su mente. Miró a Elena, cuyos ojos reflejaban la misma comprensión alarmante. La sospecha se había despertado.

La telaraña de lealtades se veía ahora bajo una luz diferente. Ya no era Anya quien tiraba de los hilos, sino la propia flor, reflejando y quizás manifestando los deseos subconscientes de cada uno.

La paz que habían creído ganar era, en realidad, una trampa más insidiosa.

La nueva normalidad era una cortina de humo, un velo que ocultaba un desafío aún más fundamental: la batalla por la definición misma de la realidad.




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