Sohail, 21 de diciembre de 1703
Hoy me habló.
Me contó una historia, la de una estrella que brilló sobre el firmamento un solo día, y que cayó en medio del Mediterráneo ocultando su brillo bajo las olas. Una sirena guardó su luz dentro de la concha de una ostra, y la perla que creó se convirtió en el símbolo del regalo que el cielo había hecho al mar sacrificando su estrella.
Tiempo después, allá sobre el ochocientos cincuenta y pico, un vikingo robó la perla. Sucedió pocos días antes de que los vikingos desembarcaran en la costa en la que me encuentro escribiendo ahora.
Pero lo que le pertenece al mar, tarde o temprano regresa al mar, y si te atreves a ir en su contra, te reclama también a ti.
El vikingo murió durante el asedio al castillo, en manos de un árabe. El soldado se adueñó de la perla, pero como si una maldición la acompañara, no tardó en caer también él. La perla se perdió en medio del campo de batalla entre los cuerpos de los guerreros, y desde entonces aguarda paciente el momento de regresar a donde pertenece.
Por eso me salvó.
La sirena me ha pedido que encuentre la perla que se oculta a la sombra del castillo Sohail, y devuelva al mar lo que es del mar.