El gran dios Alunith, creador de estrellas, creador de todos, porque eso son todos, estrellas...
Todo aquel que habita el vasto mundo alguna vez fue una estrella, todos tienen vidas tranquilas mientras disfrutan de sus largos quinientos años, pero... ¿de qué sirve vivir tanto si nadie puede amar?, ya que todos nacen sin poder amar...
Cuando una estrella fugaz cae del cielo esta toma forma humana, lo que significa el nacimiento de un nuevo ser, el dios sólo deja caer una cada diez años junto con la aparición de la luna roja, pero además de ser un nacimiento también es el día en el que puedes pedir un deseo.
El dios Alunith escoge ese día para dejar caer una estrella y también para otorgar un deseo a quien lo quiera, pero nadie ha podido obtener dicho deseo. Todo aquel que lo ha intentado se queja diciendo:
"El precio a pagar es absurdo"
Después de eso nadie ha vuelto a intentarlo, hasta que un día una estrella cayó del cielo, abrió sus brillantes ojos pero...estaba rota, porque era el único de todos que si podía amar. Saber que era el único lo devastó y un inmenso dolor atormentaba su corazón, porque no había nadie quien pudiera devolver el amor que podía dar.
Pero cuando supo que su creador podía otorgarle un deseo tomó una decisión:
"Le pediré al dios Alunith un deseo..."
Ya no quería sentirse solo, quería a alguien que correspondiera su amor, así que fue a la "Cascada Silenciosa", que era donde se realizaba el ritual para pedir el deseo. Le tomó muchos años llegar ahí pero al final lo logró, esperó el día en el que nacería otra estrella y se dispuso a pedir su deseo. Se cortó la punta del dedo y dejó caer tres gotas de sangre en el agua y cerrando los ojos rezó al dios:
"Oh gran dios Alunith, escucha la petición de tu estrella Khalid y cumple mi deseo..."
Khalid abrió los ojos y observó el reflejo de la luna roja en el agua, las gotas de sangre se fusionaron con el reflejo que comenzó a distorsionarse, y un remolino se creó sobre la luna y el agua de color rojo se elevó y tomó forma, apareciendo ante él un hombre joven, de cabello blanco y vestido con una hermosa túnica roja, era como la personificación de la luna roja.
—Soy Alunith, creador de estrellas, he escuchado tu llamado. Dime, ¿cúal es tu deseo?—dijo con amabilidad.
—Oh gran dios Alunith—exclamó Khalid y se inclinó arrodillándose en el suelo—desde que nací me he sentido solo, ¿de qué me sirve amar si nadie puede amarme...? Deseo tener a alguien que me ame...
—...Lo lamento, pero no puedo cumplir tu deseo Khalid, no puedo obligar a nadie a amarte—respondió Alunith con un tono triste—al parecer estas roto, no deberías poder amar...
Khalid levantó la mirada, dejando ver sus brillantes ojos que relucían como estrellas, y de ellos nacieron dos lágrimas como dos hilos de plata.
—Se lo ruego, por favor, no podré vivir tanto tiempo solo, es triste no ser amado...
La expresión del dios reflejaba dolor y pesar, desde hace tanto tiempo que nadie lo había llamado, pero ahora que debe cumplir un deseo no puede hacerlo...
—Se lo ruego, pagaré cualquier precio, lo que sea...
—Si tu deseo fuera uno que si pudiera cumplir el precio a pagar sería todos tus años restantes de vida menos un día, es decir, sólo te quedaría un día de vida.
En ese momento Khalid tenía treinta años, aunque aparentaba tener veinte ya que cuando todos caen y tocan la tierra toman forma humana, viéndose como niños de diez años y van envejeciendo muy lentamente.
—Tengo treinta años justo ahora, tendría que darle cuatrocientos setenta años menos un día ¿no es así? Se los daré todos si cumple mi deseo...
—Por favor, pide otra cosa...—dijo Alunith con una voz suave.
—Mi corazón no quiere nada más...—musitó con dolor y miró al dios pidiendo piedad.
—Si no pides algo que pueda cumplir te quedarás sin ningún deseo, la estrella ya casi cae— dijo señalando la estrella fugaz que casi tocaba la tierra, y cuando esta caiga el dios tendría que desaparecer.
—¿Hay algo que pueda hacer para tener mi deseo? Intenté muchas cosas pero nadie me ama, yo...
—Perdóname, no quise que estuvieras roto... No fue mi intención—se disculpó con tristeza.
—¿Qué debo hacer entonces? Dígame...
Alunith sólo se quedó en silencio sin saber que más decirle, Khalid no querría otro deseo que no fuera ese. Ambos pensaron que hacer, pero al final no se les ocurrió nada.
—Lo lamento, debo irme—dijo el dios con gran pesar luego de un largo tiempo y comenzó a desvanecerse— si dentro de diez años piensas en otro deseo y me llamas te lo concederé...
Khalid vio como la figura del dios se deformaba volviéndose de nuevo agua y cayó en el estanque de la cascada. La luna volvió a ser blanca y la estrella fugaz tocó la tierra.
Y ahí se quedó, mirando el hermoso reflejo de la blanca luna. Sus ojos perdieron su brillo y el vacío creció cada vez más y sintió su corazón romperse en mil pedazos...
"¿Y ahora qué?"
Pensó desconsolado, su existencia no tenía sentido, ¿cuál era su propósito?
No tenía a donde ir, donde él estuviera daba igual, todo le parecía lo mismo, por donde quiera que él anduviera faltaba calidez, faltaba el amor...
"Ojalá pudiera morir"
Llegó a pensar luego de tanto tiempo, pero no era posible, las estrellas no pueden morir a menos que sus vidas se agoten por si solas.
"Esperaré aquí..."
¿Esperar qué? no lo sabía realmente, pero no había ningún otro lugar al cual volver, así que se permaneció ahí, sentado viendo el reflejo del cielo nocturno en el agua.
¿Cuánto tiempo paso? Nadie lo sabe, pero Khalid lo sintió como una eternidad y sólo se dio cuenta del tiempo que había pasado cuando vio en el agua pasar una pequeña estrella fugaz, y al instante la luna se volvió roja.