La estrella que no pudimos apagar

Capítulo 1 | Aquella noche en Noruega

—No lo vas a creer, ¡Es de lo impensable! —digo extasiada. Aún no comprendo qué es lo que sucede, ¿Cómo puedo existir en un mundo tan hermoso? Tipo, ¿Cómo puede ser real? Recien la he visto, y no logro sacarla de mi cabeza—. La aurora boreal es… no entenderías, no es algo hecho para estar en palabras. ¡Es impensable!

—A ver, pruebame —me responde —, ¿Qué es lo impensable? 

Escucho como teclea en su computador.

—¿Me estás prestando atención, Cecile? —le pregunto mientras me río —O solo me respondes.

—Disculpa —dice y escucho su voz un poquito risueña —, son las cuentas. No dejan de llegar.

—¿Vamos bien?

—Más que bien —responde —, mejor que nunca. Los Restaurantes Russo salieron en 40 mejores según Forbes, especialmente el de aquí en Roma.

—Eso vi, toda una mujer de empresa tú.

Mientras hablo con ella saludo con la palma a la encargada de la pequeña cabaña en la que me estoy quedando. Noruega es el país que más me ha gustado hasta ahora. 

Aunque… eso dije también de Islandia, Nueva Zelandia, Colombia (que me recordó muchísimo a mi patria, República Dominicana, aunque son únicas sus culturas), Japón, Tanzania, Argentina, Cuba, Brasil… y podría seguir. Todos fueron mis favoritos cuando los pisé.

—No es nada —susurra. 

Pero sí lo es. Mi hermana ha salido en Forbes. La entrevistaron incluso, eso es algo. 

—Y… dime, ¿Cuál es tu siguiente parada? —me cuestiona, pero sé que es porque no quiere hacer sobre sí misma la conversación, porque quiere darme el tiempo de expresarme. Aprendí a entender la forma en la que Cecile da amor.

—Francia…

Oh là là, ma chérie.

—Me vendría bien que vengas conmigo —bromeo —, ni de milagro entiendo algo en francés.

—Ajá, pero ¿Y quién se queda aquí? Porque mamá ya no quiere ni topar los papeles del restaurante desde que se retiró. Ah, espera, debo atender algo, no te vayas —me dice — Cos'è questo? EHI? Che cos'è? No, non l'ho chiesto, non lo accetto. Dì al tuo capo che porti dell'oliva dalla Grecia, non questa imitazione, mentre cerchi un altro fornitore.

(¿Qué es esto? ¿Eh? ¿Qué es eso? No, no lo pedí, no lo acepto. Dile a tu jefe que traes un poco de oliva de Grecia, no de esta imitación, mientras buscas otro proveedor.)

—Había olvidado como sonabas en italiano —le digo.

Ella sigue hablando. Mi italiano está oxidado así que no comprendo mucho. Pero de igual forma, por su tono, noto que está en modo jefa y lo lamento por el otro pobre ser que está siendo regañado fuertemente por ella.

—Petra, debo irme. Debo resolver algo —se despide. 

—Está bien, iré a Italia al final del siguiente mes… —digo, pero ella ya había cortado.

Mujer ocupada.

Entro a la cabañita. Pude haberme quedado en un hermoso hotel, pero quería estar en algo rural, porque la aurora boreal se ve mejor, además, es más relajado.

Me miro en el espejo, que cambiada estoy. Me gusta lo que veo. Noruega me sienta bien.

Luego de una larga ducha me voy a la cama, saco mi celular y navego por mis redes sociales. Repletas de fotos de mis viajes, paisajes, comidas, sonrisas mías y de extraños que he conocido y ya no lo son… amo como se ve. Pero extraño a mis amigas. Al entrar a los chats no me sorprende lo vacío de mi bandeja de entrada. 

Nadie me molesta, porque nadie me escribe. Mi única vida social es mi hermana, Cecile, quién dirige la línea de restaurantes de la familia; mi madre, retirada en una hermosa casa en Venecia; Porter, que es mi padrastro; mi amiga de la secundaria Clover, quién ahora cursa su último año de odontología; y quizás una amiga quién fuera cercana una vez, Sophie… pero, la verdad, es que todos ellos también son adultos ocupados, así que no son tan recurrentes.

Y sí, paz mental, pero que solo se siente a la vez.

Aunque me lo busqué, porque eso de ser muy sociable no se me da. En estos años tantas cosas han cambiado; ya no soy una adolescente, me gradué de la secundaria que ahora se ve tan lejada, me fuí de mochilera, mi familia se mudó a Italia —Cecile a Roma y mamá a Venecia—, Clover se quedó en New York a estudiar, Sophie se mudó con su novio diseñador y viaja con él por el mundo, terminé con quién fuera mi relación más larga, Asher… 

Han sido muchos cambios.

Asher es quizás algo parecido a la razón por la que conozco el significado de agridulce. Salir con él fue dulce, jovial, brillante, paz y amor por todas partes… pero profundo y triste… incluso vacío. 

Él intentó amarme. Yo intenté amarlo. 

Dos años. 

Es que hay estrellas que no se apagan tan fácil como creemos.

Una oleada de tristeza viene a mi cabeza, una pequeña culpa, un pequeño pesar, un dolor tan leve que podría pasar desapercibido, si por leve dejara de ser doloroso. 

Ser adolescente es quizás la etapa más dolorosa que pasamos, solo porque sí, sin embargo, no podemos cambiar los errores. Solo nos queda quedarnos a pensar qué hubiese sido si hubiesemos sido un poco más certeros en nuestras decisiones… Pero no pudimos serlo y ya no somos lo que fuimos, ni estamos donde estabamos. 

Ya casi ni duele, pero duele.

Quizás jamás deje de lamentarme por esos errores, pero hago respiraciones profundas para cuidar mis nervios. 

Mientras me voy dejando caer con el frío de Noruega, rodeada de más paz de la que jamás había tenido —porque me puede doler y a su vez, yo mantener mi paz—, mi mente se disturbia de repente… 

Mi bandeja de mensaje no está vacía ya.

Un solo mensaje me hace sudar como si estuviera en el Caribe. Es la invitación a la boda de Sophie. ¿Por qué? Aquella persona, aquella estrella, es mejor amigo del novio. Y no hablo de Asher.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.